Lo han definido como animal político por excelencia; sus amigos, y aún sus enemigos, no dudan en reconocer la brillantez de su mente, aunque los primeros la exalten como virtud y los segundos pongan el acento en la perversidad. El caso es que él y su figura, que desde hace años se debate entre el linchamiento irracional, el mito de sus superpoderes y su intención de limpiar su nombre y apellidos, personifica como pocos al profesional que practica y entiende eso que llaman la real politik.
Pero algo pasa con el ex presidente Carlos Salinas de Gortari. Porque desde aquel aciago 1994, cuando el país del primer mundo que nos vendió a los mexicanos se le empezó a descomponer con crímenes políticos, violencia armada y fuga de capitales, las cosas no le han salido bien y pareciera que una larga racha de mala suerte le acompaña.
Sus tropiezos empezaron cuando tomó la decisión de que fuera Ernesto Zedillo el candidato sustituto de Luis Donaldo Colosio. Haya sido por influencia de José Córdoba o porque él creyó que era el hombre que garantizaba la continuidad de su proyecto transexenal, Salinas nunca terminará de arrepentirse de elegir a Zedillo; incluso él reconoce ese como su “mayor error”. Porque ahí comenzó esa mala racha. Aquella huelga de hambre en Monterrey, en marzo de 1995. Lo que intentó ser una protesta por la detención de su hermano Raúl Salinas, terminó en un desastre político para el ex presidente que rayó en el ridículo y lo llevó al exilio voluntario por un largo periodo.
Tras varios años de enojo y reflexión en la nebulosa Dublín, Salinas armaría una estrategia para revertir el linchamiento irracional que le aplicaron desde el Gobierno. Era el último año del sexenio de Zedillo y el ex presidente emprendió el ataque y volvió a México con un largo libro donde defendía su verdad y buscaba redimirse ante los mexicanos. Arrancaba bien su estrategia cuando el golpe demoledor de una conversación telefónica entre sus hermanos Adriana y Raúl, obtenida ilegalmente y difundida por Televisa, lo sentó y lo hizo cancelar su operación.
Ante las dificultades para volver al escenario nacional, Salinas cambió de estrategia y con interesantes propuestas sobre la economía mundial y los excesos del neoliberalismo que él mismo aplicó en el país comenzó a presentarse en foros internacionales como un hombre de ideas que mira al futuro. Pero en ese generar ideas Salinas se involucró en su última operación fallida: combatir la imagen de Andrés Manuel López Obrador y desinflar el fenómeno de popularidad del gobernante del DF para evitar que llegara como candidato a la elección presidencial de 2006 o al menos achicarlo para esa contienda.
La idea de Salinas y otros de sus amigos encontró eco en el ingenuo y torpe Gobierno de Fox que se embarcó en una costosa aventura política. Sobra decir en lo que terminó el nefasto plan y ni siquiera puede afirmarse que lo que vimos sea el final definitivo de esa confrontación. Lo que sí puede afirmarse es que al ex presidente, una vez más, le falló la operación.
Notas Indiscretas...Además la tensión y turbulencia en que mantuvo al país por varios meses, la guerra del desafuero de López Obrador dejó algunas cosas positivas. A la iniciativa de Fox para recuperar la presunción de inocencia en el sistema jurídico y evitar que un ciudadano sujeto a proceso penal pierda sus derechos políticos, se suma otra propuesta de reforma constitucional planteada por el diputado Paulo Tapia. El legislador federal por Oaxaca propuso reformar el Artículo 111 de la Carta Magna para que las solicitudes de desafuero a gobernantes sólo prosperen cuando a éstos se les acuse de delitos tipificados como graves y en caso de delitos menores no pueda retirarse la inmunidad legal y por tanto no se destituya de su cargos a gobernantes democráticamente electos. La iniciativa del diputado Tapia fue turnada a la Comisión de Gobernación y podría votarse en el periodo extraordinario. ¿Cuántos problemas pudo evitarse el país de haber existido esas reformas?...Los dados mandan Escalera. La semana promete.
