Este siete de abril será un día decisivo para el rumbo que tomará la vida política del país y la incipiente democracia mexicana. Y no por el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, sino porque hoy se verá cuál será el camino que tomará el aspirante presidencial mejor posicionado y sus seguidores, y si el movimiento social que nació este jueves puede evitar el torpe y peligroso camino de la violencia para iniciar una lucha política más inteligente y efectiva.
El desfasamiento de la realidad que parece afectar a López Obrador y a quienes lo alientan a compararse con líderes y luchadores de la historia de los que está muy lejano, sumada a la presencia de grupos radicales en la movilización perredista de ayer, no son un buen signo y hacen que el peligro de violencia parezca latente.
No será la primera vez en México que un líder de masas tenga que tomar tan grave decisión. Antecedentes hay muchos en la historia del país, pero en la época reciente quizás hoy veamos reeditarse el llamado Síndrome del 88, aquel agitado año en que Cuauhtémoc Cárdenas, proclamado ganador de las elecciones presidenciales por sus seguidores en todo el país, salió a las calles para denunciar el fraude del régimen priista.
En el punto culminante de aquel movimiento social en torno a la figura de Cuauhtémoc, durante un mitin multitudinario en el Zócalo capitalino, un grito surgió entre la masa: “¡Tomemos el Palacio Nacional!, ¡Sí, vamos a tomar el Palacio!” Al ver cómo crecía la consigna, los organizadores trataron de calmar a la muchedumbre y el mismo Cárdenas tuvo que parar lo que pudo ser el inicio de una revuelta. Tras ese mitin, Cuauhtémoc no salió más a la calle; el movimiento social se apagó sin su líder y el fraude patriótico del PRI de Carlos Salinas se consumó.
Años después, Cárdenas explicaría que en ese momento tuvo que decidir entre encabezar una revolución que hubiera costado sangre y vidas o darle a aquel movimiento social que había nacido un cauce institucional.
Quizás hoy, o uno de estos días por venir, López Obrador tenga que plantearse el mismo dilema. Porque no basta decir que la suya será una “resistencia pacífica” y que no “caeremos en las provocaciones”.
Si en aquellas marchas del 88, Cárdenas espantó al régimen priista al llenar el Zócalo con 150 mil seguidores, lo que el PRD y AMLO planearon para ayer, de llevar un millón de personas a su mitin, representa una masa que, sin que nadie lo quiera, puede transformarse en cuestión de segundos en una turba fuera de control.
Por eso hoy será decisivo. Es claro que el Gobierno foxista, el PRI y el PAN optaron por el autoritarismo y el retorcimiento de la Ley para eliminar a un adversario al que le temen y, según ellos, tienen calculado el costo de su ruindad. Lo que hoy sabremos es si a la sucia política, AMLO sólo tiene como respuesta su absurda y peligrosa intención de ser un mártir histórico que arrastre a sus seguidores en su martirologio. O si este hombre que quiere a toda costa ser presidente y sus conocidos estrategas tienen algo más de inteligencia para librar esta batalla histórica.
Notas Indiscretas... Lo que “Proceso” llamó la “guerra entre ‘Milenio’ y el Gobierno” se convirtió en una batalla que puede tener más implicaciones. Y es que la publicación de “Proceso” molestó tanto al director del diario, Carlos Marín, que éste amenaza con devolver el golpe con un reportaje que revive escándalos en los que se vio involucrado Julio Scherer Ibarra. Y en la revista se escucha que si Marín quiere guerra también tienen listo material para responderle. El caso llegó a tales niveles que Marín amenazó con renunciar al diario, aunque luego se desistió. Entre colaboradores cercanos del director de “Milenio” se niega que haya habido tal intento de renuncia.
Incluso, niegan que haya diferencias fuertes entre Marín y su jefe, Federico Arreola, y también desmienten una alianza de Marín con Santiago Creel para destituir a Arreola. “Todo son rumores”, dicen. ¿Será?... Los dados no creen en falsos optimismos. Mandaron Serpiente.