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Si yo fuera panista...

Federico Reyes Heroles

...estaría preocupado, muy preocupado. En las elecciones de 2003 se logró lo impensable: obtener más votos, casi tres por ciento en relación al 97, y sin embargo Acción Nacional ¡perdió escaños! Quiere decir que los votos están concentrados en ciertas zonas o regiones, pero que la presencia nacional, estar en todas partes como incuestionable segunda fuerza, todavía no se logra. Mi preocupación se agravaría por el hecho de que en los últimos tres años en las elecciones locales, no ha habido avances. De 23 entidades el PAN ha perdido diecinueve. De hecho en algunas plazas el castigo fue muy severo: varias entidades con menos del diez por ciento.

Pero claro, no todo es ganar elecciones. Si mi partido hubiera perdido posiciones por sostener políticas públicas impopulares pero necesarias, yo lo entendería. De hecho me sentiría orgulloso de pertenecer a una organización que defiende su doctrina y planteamientos por arriba de la coyuntura. Esa fue la postura de sus fundadores, en particular de Gómez Morín. Pero no ha sido así. Acción Nacional ha cedido en muchas de sus posiciones al postular a candidatos sin ninguna solidez doctrinal, como el diputado “Pancho Cachondo” de triste celebridad. Los arribistas son muchos, demasiados. Y claro, con el arribismo aparecieron los mismos vicios del viejo PRI: corrupción galopante como en el caso de varios alcaldes del Estado de México o el anterior de Puebla. O gobernadores de pena ajena entre otros el de Morelos atrapado por los escándalos y la brutal ineficiencia. Por no cuidar quien entraba a la casa, por querer usar se terminó siendo usado.

Si yo fuera panista estaría muy enojado con la gestión de Vicente Fox. Enojado porque desde el primer minuto de su gestión, con el uso de la religiosidad simbólica generó una brutal controversia política. Lo único que consiguió fue revivir disputas estériles y superadas. En pleno siglo XXI muchos mexicanos se preguntan de nuevo qué va primero en el PAN, el catolicismo o un ideario político, ecuménico, que cualquiera puede suscribir. Yo no sé si el movimiento llamado “El Yunque” exista de verdad o no, pero en la percepción pública son ellos los que tienen rodeado al presidente y tomadas varias oficinas públicas de primer nivel. Supongamos que “El Yunque” no existe, pues que mal negocio haber dado pie a la especulación que vincula a Acción Nacional con un radicalismo cavernario que no encuentra lugar en el México del siglo XXI.

También estaría enojado porque es difícil recordar una etapa de mayor desunión panista. Un partido dividido y enfrentado no va a ninguna parte. ¿Por qué están confrontados? La historia es larga. Porque Fox les ganó la precampaña y se apropió de la candidatura. Porque ellos se montaron sobre Fox en un ánimo pragmático. Porque una vez en el poder los recelos mutuos provocaron ineficacia de Gobierno. Recuerdo a un líder panista diciéndome “esta -se refería a la Presidencia de Fox- no fue nuestra, pero la próxima sí”. ¿Será? Fox se creyó tan popular que pensó que podría gobernar marginando a su partido, apoyado en sí mismo. Por su lado algunos panistas prominentes prefirieron guardar distancia: Fox no es el PAN, nosotros somos otra cosa. Súmese la influencia de una nueva dirigente, que lleva por lo menos seis años jugando sus propias cartas: la señora Sahagún de Fox.

Si yo fuera panista estaría muy enojado por el pésimo manejo de las precampañas de mi partido. Todo indica que el presidente ha decidido jugársela con su ex secretario de Gobernación. Es imposible exigir que el corazón lata igual para todos. Pero el presidente, en su calidad de panista destacado, está obligado a contener sus inclinaciones e impedir que se le pueda imputar favoritismo. La declinación de Francisco Barrio es una muy mala señal que viene a sumarse a la serie de desencuentros con figuras muy destacadas de Acción Nacional. Si yo fuera panista mi enojo se hubiera profundizado por la pésima campaña en el Estado de México, un territorio de conquista que hoy se mira muy lejano.

Si yo fuera panista estaría muy confundido ¿cuál es en verdad el país por el que luchamos? Si hablamos de un país de tolerancia los intolerantes no deberían estar adentro. Si hablamos de llevar sólo a los mejores al poder, yo pediría explicaciones de una larga lista de arribistas, ineptos, corruptos postulados por Acción Nacional. Si hablamos de pluralidad a toda prueba, cómo es posible que el presidente de Acción Nacional se presente como un cruzado antipriista. En ese país plural y de leyes el desafuero se mira como una necedad y el desdesafuero como un desfiguro. Estaría confundido por los sentimientos mezclados hacia Estados Unidos -la primera potencia del mundo pero a la vez un territorio protestante- que han aflorado. Estaría confundido por la pobre defensa que de los derechos patrimoniales se ha hecho en estos cinco años. Estaría confundido por el vacío doctrinal agravado con la muerte de Carlos Castillo Peraza. Confundido por el alejamiento de Luis H. Álvarez, de Felipe Calderón y del propio Barrio Terrazas. Estaría confundido por una interminable danza publicitaria alrededor de Vicente Fox, de su persona, en la mejor tradición del culto a la personalidad, que nada tiene que ver con una estrategia institucional, visionaria y asentada verdaderamente en principios.

Pero además de todas estas emociones y sentimientos, preocupación, enojo, confusión, si yo fuera panista estaría muy triste. Triste porque sobre las décadas de lucha en favor de la legalidad y la democracia cae hoy una sombra muy ominosa: Acción Nacional se ha desdibujado, ha perdido su perfil doctrinal, que es algo muy distinto a haber encumbrado a un grupúsculo de dogmáticos e intolerantes en puestos relevantes. La rica doctrina está enterrada por las anécdotas de frivolidad, inconsistencia, provocación y arribismo. Hay algo, mucho, de seriedad, de probidad, de recogimiento y auto control, de sana severidad que se fue perdiendo en el camino. Si yo fuera panista estaría muy triste porque ese patrimonio de dignidad resultado de luchas civiles imborrables, de huelgas de hambre, de sacrificios personales sin medida, hoy está enterrado entre las imágenes del crucifijo, la referencia a la familia antes que al Congreso, el impropio beso, los escándalos de Financial Times, Olga Wornat, los infinitos lapsus, la orgullosa chabacanería, los colchones, etc., etc., etc. Que Vicente Fox ha impulsado acciones positivas, sin duda, pero el otro expediente es tan amplio que se entierra a sí mismo. Si yo fuera panista no estaría durmiendo bien, porque el dos de julio de 2005 habló de un rechazo a la indebida apropiación de una larga lucha, habló de hartazgo, habló de decepción. Nada bueno se anuncia para 2006. Si yo fuera panista estaría triste, muy triste.

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