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Sobreaviso/Desastres antinaturales y naturales

René Delgado

Día que pasa, el país acumula problemas y pierde oportunidades. Frustra y desespera. Las tormentas arrastran cerros y hechos lodo, los embarra contra comunidades, pueblos y ciudades. Arturo Montiel implora darle vuelta a la hoja de la corrupción, mientras Roberto Madrazo finca su autoridad moral en la amnesia de su propia trayectoria. De la falta de planeación, el Gobierno hace un concurso de solidaridad.

Aprovechando la distracción, los asambleístas del Distrito Federal ajustan la Ley electoral a su entero gusto y callan el peligro de remover al Consejo Electoral local. Los excedentes petroleros se aplican en reconstruir lo que, dentro un año, la naturaleza en combinación con la negligencia volverá a destruir. En la sucesión de escándalos, Marta Sahagún encuentra la oportunidad para sacar a su hijo Manuel de ellos.

La propuesta de Andrés Manuel López Obrador de destinar el diez por ciento del presupuesto electoral 2006 a los damnificados, es ocasión para que el PRI diga que encantado, si se los descuentan de la sanción que debe. El emplazamiento a huelga por parte del sindicato del IMSS se convierte en oportunidad para ver el grado de elasticidad de las leyes. Los abanderados de la mezquindad política son Santiago Creel en combinación con Alberto Cárdenas. Y nada de todo esto impide que el presidente de la República aproveche para darse una vueltecita por España. El poder de la naturaleza y la naturaleza del poder se abaten sobre el país. Lo arrastran inmisericorde y erosionan de más en más su frágil tejido social.

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Uno solo de esos asuntos debería ser motivo de reflexión y debate pero obviar al resto descuadraría el mejor análisis porque, conforme pasan los días, el país se inserta en un rompecabezas de muy difícil solución.

Nadie da un golpe sobre la mesa porque la misma mesa se comienza a tambalear. Conmueve la solidaridad frente a la desgracia que sobreviven nueve entidades de la República, en particular Chiapas, pero aterra qué pueda pasar en cuanto la luz de los reflectores deje de alumbrar ese desastre.

Como cada año, la solidaridad frente a la emergencia ahí está presta, pero no alcanza a transformar y organizar su fuerza para reclamar auténticas políticas que atemperen los daños que, año con año, provoca el poder de la naturaleza.

Es claro que frente al poder de la naturaleza muy poco se puede hacer, como también lo es que frente a la naturaleza del poder algo se podría hacer para defender vidas, patrimonios e inversiones que, año con año, se ven arrastrados por la desgracia.

En esa idea de que el efecto de los desastres naturales es una suerte de destino manifiesto, con toda naturalidad se mira reconstruir lo que el próximo desastre habrá de destruir.

En esa idea, la ausencia de una auténtica política de rescate de bosques y suelos se toma con enorme naturalidad como igual se toma que no haya verdaderamente una decisión sobre dónde se pueden crear asentamientos humanos y dónde no.

La urgencia oculta lo importante y la negligencia de las autoridades se subsana con el llamado anual a la solidaridad.

Medio año al país lo acaban los incendios y medio año las lluvias. Ése es el equilibrio de desastre que, en cierta medida, se podría disminuir.

Sin hacer a un lado la solidaridad frente a la emergencia, la ciudadanía tendría que dar un paso más: transformar esa energía en exigencia para atender también lo importante. Reforestar el campo y ordenar el desarrollo urbano.

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Los días no dan para entrar a ese importantísimo problema. Las casas y las operaciones bancarias de Arturo Montiel, su esposa y sus hijos se convierten en el eje del concurso, donde el priismo se empeña, increíblemente, en cancelar su posibilidad de competir en la próxima elección presidencial. Si el grupo Unidad Democrática (el Tucom) del PRI se equivocó en toda la línea al tomarse de la mano y así competir en una suerte de anteprecampaña para determinar quién debería medirse frente a Roberto Madrazo, su siguiente error fue postular a Arturo Montiel. Varios de sus integrantes tienen y tenían expedientes y trayectorias que los hacían terriblemente vulnerables pero, de ellos, el más vulnerable era Arturo Montiel.

Su mayor virtud era el cinismo con que exponía y expone su inocultable trayectoria que, a fin de cuentas, implicaba su condena. Eso no hacía mejor a Roberto Madrazo, sencillamente lo hacía un poquito más presentable. Sin embargo, de la infinidad de disfraces que el tabasqueño usa y abusa, hay uno en el que nomás no entra: el del hombre con autoridad moral. Madrazo es un activista del Alzheimer: pierde su propia memoria, cuando señala y acusa a otro. ¿Qué fue de los 70 millones de dólares de su campaña al Gobierno de Tabasco? ¿De dónde? -diría él mismo-. ¿Qué es de la serie de traiciones políticas que lo convierte en un coleccionista de alianzas y lealtades ocasionales? De la contienda entre Montiel y Madrazo no saldrá el mejor.

No hay tal. La opción de quienes legitimarán el concurso de ineptitudes es escoger al menos malo, siendo que ninguno garantiza la posibilidad de competir. No se puede prometer el pasado, como oferta del futuro. Si el PRI tuviera dirigencia ya hubiera hecho un llamado a suspender ese concurso para replantearlo y analizar si, realmente, los precandidatos anotados pueden ser los abanderados del partido tricolor. No hay dirigencia y entonces, es natural que la incompetencia prosiga.

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Del desastre natural y antinatural, el perredismo de la capital -en complicidad con otros partidos- ha hecho la oportunidad para reformar la Ley electoral local a modo. Con enorme indiferencia los precandidatos del PRD y el PRI desatienden a la autoridad electoral y el PAN pierde esa oportunidad porque no logra perfilar un solo precandidato. Ningún precandidato obedece el señalamiento de suspender sus anteprecampañas y sus compañeros legisladores les ponen en el tapete.

Ofrecen gato por liebre. Van a fiscalizar los precampañas... pero no de ésta sino de la próxima elección. Y, en lo que respecta a la actual precampaña, van a fiscalizarlas en cuanto acaben, o sea, cuando no haya nada que fiscalizar. ¡Qué talla de legisladores! Como extra, determinar abrir más plazas -becas, deberían decir- a los magistrados electorales.

Les guiñan el ojo a los supernumerarios, dejándoles saber claramente quién les consiguió el ascenso y la plaza. Nomás, así como así. Donde los perredistas del Distrito Federal y otros secuaces se hacen ojo de hormiga es frente a la tormenta de enero: ni por asomo proponen prorrogar el periodo de los actuales consejeros. Les resultan incómodos, en particular Eduardo Huchim, y entonces prefieren jugársela. Que se vayan los actuales consejeros en enero -apenas medio año antes de la elección- y que vengan los nuevos, bien claro tendrán éstos quién los llevó a ese puesto. Qué importa poner en peligro el proceso, si se garantiza la posibilidad de someter a concurso de la fuerza la aplicación de la Ley.

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Como si fuera un gesto de enorme generosidad con los damnificados, se adelantan los excedentes petroleros a las entidades afectadas por Stan. Suena bien la idea y si no suena bien, viste muy bien al presidente de la República. Sustráigase del subsuelo la riqueza para que, en la próxima temporada de lluvias, se vea arrastrada. Tanta riqueza dejarán los excedentes petroleros de este año y el siguiente que despilfarrarla no importa. Desde luego, políticamente no es correcto cuestionar esa decisión.

Se trata de la vida de los pobres que se ven lastimados por la naturaleza y entonces, ni quién cuestione la medida. El problema es que, si se sale de la cultura de lo políticamente correcto, la riqueza se está invirtiendo en generar pobreza. Al tiempo.

En el contraste, la idea de Andrés Manuel López Obrador de reducir en diez por ciento las millonarias prerrogativas de los partidos y del próximo presupuesto electoral en beneficio de los damnificados, no se toma en serio. En su cinismo, el PRI dice: adelante, tómenlo de lo que debo por el Pemexgate. El PAN, al menos, se toma más en serio el asunto. Diez por ciento de ese monto no es una cantidad menor: se trata de mil 400 millones de pesos. Pero, como ya no se distingue entre las propuestas interesantes de las promesas vacías, no se toma en serio el asunto. Se pierde en la catarata de pronunciamientos sin sentido.

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La tesis de un problema oculta otro problema, deja un saldo curioso en la semana: se canjean hijos y desprestigios. Manuel Bribiesca, el hijo de Marta Sahagún, salió de la escena pública, dejando en su lugar al de Arturo Montiel. Qué gran operación. Sin embargo, hay un problema. El escándalo provocado por la fama pública de Bribiesca abre de nuevo el caño del rescate bancario.

Los rescatados de ayer son los beneficiarios de hoy. Ayer dejaron sus deudas, hoy se hacen de grandes remates. La caja de Pandora perdió la tapa por travesuras de los chiquillos del poder.

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El emplazamiento a huelga del sindicato del IMSS abre de nuevo la puerta de los triques políticos, de las soluciones que se festejan un día y se entierran al siguiente. El viejo debate de si había que modificar la Ley del IMSS para reformar el régimen de pensiones de esa institución, o bien, si había que introducir el cambio en el contrato colectivo, deja de ser un debate para convertirse en un problema. No den marcha atrás, claman un sector de la iniciativa privada; y el Gobierno asegura que no va a ser así sino que nomás se hará a un ladito. Rueda la cabeza del director del IMSS que, en su momento, le ofreció resistencia al entonces secretario del Trabajo que hoy es el titular de Gobernación. El festejo de ayer es el problema de hoy. Estando claramente en el horizonte ese problema, el Gobierno no lo pudo ver por las tantas emergencias que hay y aún hoy, no está claro qué va a ocurrir.

Pero, después de todo, muy poco importa porque, sin duda, algún problema mayor distraerá de nuevo la atención y ese asunto se arrumbará sin solución. Para qué son los parches, sino para eso.

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Así, semana tras semana, día tras día, el país, sus montañas, su gente, su tierra, su alma se erosiona y, aun así, la naturaleza del poder se percibe como el poder de la naturaleza. Y, está claro, no es lo mismo. Pero, en fin, ya surgirá algún otro problema que oculte al de hoy.

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