EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Sobreaviso/El mandato, no el mandatario

René Delgado

Una suerte de resignación invade a parte del electorado. Le piden elegir cuando no hay de dónde escoger y, por si eso fuera poco, los árbitros y organizadores de la elección parecieran no muy interesados en tutelar el derecho a elegir y consolidar la democracia con desarrollo.

Así, los días transcurren, resbalan frente a un espectáculo lamentable. Los precandidatos se burlan del electorado abusando de la falta de regulación del periodo preelectoral y saturan a la ciudadanía con sus pleitos y ambiciones, mientras el Gobierno no halla cómo contener su hundimiento.

La acción ciudadana, entonces, debe concentrarse en trabajar sobre el mandato, no sobre el mandatario (actual y siguiente). Si el margen de la elección es reducido y cada precandidato carga con su “pero”, hay que concentrarse en el mandato. Hay que amarrar al actual y al próximo presidente de la República.

__________

Cada precandidato carga con su “pero”. De uno dicen que es mesiánico y desentendido del Estado de Derecho, de otro que es esclavo de su temperamento y el favorito de su partido pero no necesariamente del electorado; y del de más allá que es un trampero que ha hecho de la traición su mayor virtud. Eso se dice y se teme de los punteros, del resto los descalificativos son peores. El caballo negro resultó ser un cuaco. El dandy, un soberbio. Del de la sonrisa y el cabello repintado, una pieza negociable. De los demás, que han hecho de la ilusión el jardín de sus delicias.

Del presidente de la República se dicen cosas no mejores. La queja es que cedió el mandato recibido al jefe de su oficina y al portavoz que se regocijan oprimiendo los botones y palancas del poder que desconocen, pero que los divierte enormidades.

A su vez, la autoridad electoral no consigue consolidarse. El ex presidente del Tribunal Electoral, Eloy Fuentes, presenta su renuncia por “motivos personales” pero retiene su magistratura. No explica cómo “los motivos personales” afectan sólo una porción de sus responsabilidades pero no al conjunto de ellas y, así, renuncia al 50 por ciento, sin ofrecer una sola explicación. Sencillamente cambia de silla. A su vez, el presidente del Instituto Federal Electoral, Luis Carlos Ugalde, pierde a la secretaria ejecutiva del Instituto y aun cuando se le critica falta de firmeza, decisión y congruencia, él diluye la pérdida de esa funcionaria en el terreno de la pérdida de la confianza y los chismes de pasillo. Los árbitros electorales pierden el silbato, justo cuando llegó la hora de dar el silbatazo de arranque del concurso.

Por eso, hay que concentrar la acción en el mandato. Reconocer que el proceso electoral arranca con muy malos augurios y que, absurdamente, Gobierno, partidos, candidatos y autoridades electorales son los males necesarios... imprescindibles del concurso en puerta.

__________

En ese panorama, se han lanzado dos iniciativas ciudadanas para amarrar a los mandatarios -saliente y entrante- pero no han calado como sería deseable.

No han calado por dos razones. Una porque, aun cuando se plantean como iniciativas abiertas y plurales tendientes a lograr acuerdos en asuntos del interés nacional, no logran renunciar a la tentación de anteponer e imponer su particular visión y proyecto de nación. En esa medida, en vez de incluir, excluyen. Y peor aún, por el carácter de los convocantes, a cada una de las iniciativas se le ha colgado su correspondiente etiqueta. Una, se dice, representa al capital; otra, al trabajo. Y, en la manía de etiquetar toda postura, se les contrapone y, de ese modo, se diluye el supuesto carácter nacional, democrático, plural e incluyente de su convocatoria.

La segunda razón que vulnera esas iniciativas es simple: plantean el qué hacer a partir de grandes postulados, sin decir cómo concretarlos y, sobre todo, cómo realizarlos. Tan abierto es el planteamiento que cualquier precandidato podría suscribir una y otra sin ningún problema porque, siendo tan abiertas, a todo y a nada obligan. Ambas dejan abierta la puerta del compromiso preciso y concreto, y los políticos son especialistas en abrir cerraduras.

Curiosamente, si se les restan adjetivos, se les agregan sustantivos y se les fijan objetivos concretos, esas convocatorias podrían ser complementarias y compatibles. Tanto la convocatoria para integrar una Coalición Ciudadana que animan sindicatos, organizaciones y personalidades políticas, como el Acuerdo Nacional que llaman a suscribir empresarios, intelectuales y dueños de medios de comunicación podrían encontrar denominadores comunes y acciones concretas para dejar muy claro el mandato que se quiere entregar a quien resulte presidente de la República.

__________

Construir la complementariedad y compatibilidad de esas iniciativas para, ahí sí, imponerla al actual Gobierno y a los candidatos a la Presidencia de la República, exige una serie de sacrificios y esfuerzos. Pero, sobre todo, hacer a un lado la subcultura del “agandalle” donde, sobre la base de la fuerza y la hegemonía, el ganador impone al perdedor su idea de país.

Exige eso y también salir de la práctica de “la corrección política”, donde todo termina siendo un baile de disfraces, donde con la mano en la cintura se jura que se va a hacer exactamente lo contrario de lo que se postula y nadie denuncia el engaño. Si, en verdad, se quiere crear un campo de entendimiento nacional para darle margen de maniobra al próximo Gobierno y una oportunidad al desarrollo del país, es preciso reconocer aquellas áreas y acciones donde no puede haber desunión y desacuerdo entre los mexicanos.

Eso, aun cuando no sea “políticamente correcto” decirlo, se puede hacer. Encontrar esas áreas y definir esas acciones no borra ni diluye la carga ideológica que cada partido y candidato postula. Si, aun a regañadientes, partidos y candidatos reconocen que incluso para competir se requiere una pista, es preciso aceptar entonces la necesidad de cuidar y respetar esa pista. Hasta en el box, los fajadores están de acuerdo en una serie de reglas: no golpes debajo de la cintura, asaltos de tres minutos con un minuto de descanso, un ring encordado y enlonado, un “réferi” y unos jueces. Punto.

Si, por el contrario, la idea de esas iniciativas es nada más estampar un sello ideológico a las ideas y presionar para obtener algunas ventajas grupales, desde ahora se puede pronosticar el fracaso tanto de la Coalición Ciudadana como del Acuerdo Nacional y la fuga de los candidatos. A lo mejor consiguen algunas prebendas pero nada tiene que ver con una coalición amplia ni con un acuerdo nacional.

Pese al discurso que enarbolan oficialmente el Gobierno y los partidos en relación con la importancia del diálogo y el acuerdo político, la realidad es que -desde antes de este Gobierno- la subcultura política que se ha promovido es la de la consigna, el desencuentro y la imposición de los intereses grupales por encima de los nacionales. O, peor aún, la subcultura donde la autoridad renuncia a sus facultades y vulnera el Estado de Derecho, a partir de la equivocada idea de que así se atemperan los conflictos. O la subcultura del protagonismo y la popularidad, donde no importa lo que se haga o se deje de hacer si, a cambio, se tiene la gloria de estar en la pantalla casera o en la boca de la calle.

Lamentablemente esa subcultura política ha permeado hasta a la sociedad y resultaría inaceptable que, por la vía de la Coalición o del Acuerdo, se le extendiera certificado de validez a ese estilo de hacer política, cuando el país está urgido de construir nuevos referentes de entendimiento nacional que le den viabilidad y solidez a la democracia, el desarrollo y la República.

Si los promotores de ambas iniciativas no remontan esa subcultura, en vez de superarla pasarán a formar parte de ella, en vez de ser parte de la solución pasarán a formar parte del problema que arrastra al país de la parálisis al desplome.

__________

El país está contra la pared. Cuando por fin puede elegir, no tiene de dónde escoger. Cuando por fin tiene un sistema electoral, sus representantes no tienen madurez. Cuando por fin tiene un Gobierno que gana legalmente el poder, en el ejercicio del poder el Gobierno pierde legitimidad. Cuando hay que consolidar el régimen de partidos, los candidatos quieren prescindir de los partidos. Cuando por fin se tiene una oportunidad, se escoge el problema.

Es preciso trabajar el mandato pero desde una perspectiva incluyente y concreta. Los promotores de la Coalición y los convocantes del Acuerdo se tendrían que reunir y elaborar un documento de conjunto que simple y sencillamente tome en cuenta al país e incluya a quienes, más allá de grandes postulados, proponen acciones precisas y concretas que, ésas sí, lleven al cambio que el país exige.

Las grandes coaliciones y los acuerdos nacionales no adquieren esa condición nomás porque en su denominación incluyen ese título. Es exactamente a la inversa. Porque suman y acuerdan, a veces alcanzan esa condición y, luego, así se les denomina. Pero si participan en esas iniciativas, de antemano se establece que se reservan el derecho de admisión o exigen anteponer la firma para, luego, saber de qué se trata, sencillamente van a complementar el desastre que el Gobierno y los partidos se empeñan en construir.

No hay mucho tiempo. El proceso electoral ya empezó y si, en verdad, se quiere acotar al Gobierno saliente y asegurar el siguiente, es hora de trabajar sobre el mandato y no sobre el mandatario. De establecer claramente qué hay que hacer y cómo hacerlo.

No se puede ir a las urnas con un dejo de resignación. Una fiesta así es casi un sepelio. Ir a la casilla así es confundir una urna electoral con urna fúnebre.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 174181

elsiglo.mx