En cuestión de meses, Vicente Fox podría quedar en la intemperie política. Cuando todo era sonreír bajo la luz de los reflectores, agravió a quien hoy se perfila como su posible sucesor. En Felipe Calderón, Andrés Manuel López Obrador y Roberto Madrazo se cifra, hasta ahora, el nombre del próximo presidente de la República y los tres fueron víctimas de agravio por parte del Ejecutivo. De alguna manera, Vicente Fox tendrá que buscar clemencia para no quedar a la intemperie en cuanto entregue la banda tricolor. A Felipe Calderón, el mandatario bien claro le dejó que el delfín de la Casa Presidencial era Santiago Creel y, prácticamente, lo echó del Gobierno. A Roberto Madrazo en reiteradas ocasiones le hizo sentir que el interlocutor válido en el Partido Revolucionario Institucional no era él sino la profesora Elba Esther Gordillo y, luego, lo embarcó en el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, para dejarlo colgado de la brocha. Y, a este último, simple y sencillamente, trató de eliminarlo de la contienda presidencial por la vía del desafuero y el enjuiciamiento. Ahora -y hay que escribir “ahora” porque el vendaval político cambia constantemente los escenarios-, uno de esos tres agraviados lo sucederá en la residencia oficial de Los Pinos. De ahí que no sea aventurado pensar que los asesores del primer círculo foxista estén diseñando alguna operación para cobijar a Vicente Fox y su familia en cuanto termine el sexenio.
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Aun cuando todo indicaba que Santiago Creel ni Alberto Cárdenas eran cartas fuertes para competir por la candidatura presidencial, con ellos jugó la Casa Presidencial. Los precandidatos “A” y “B” de Acción Nacional fueron las piedras en el camino de Felipe Calderón, que remontó un obstáculo tras otro. Ganó la candidatura no gracias a Vicente Fox, sino a pesar de él. Pruebas del favoritismo presidencial por la candidatura de Santiago Creel las hubo desde antes del arranque formal de la competencia interna hasta prácticamente el final de ella. El agravio más fuerte cometido por Vicente Fox a Felipe Calderón fue la brutal descalificación que de él hizo, como secretario de Estado, en mayo de 2004.
El regaño presidencial a Calderón por participar en un acto de proselitismo a favor de su precandidatura fue fulminante. De tal forma lo descalificó en público que el hoy candidato presidencial renunció a la Secretaría de Energía. “Lamento profundamente la descalificación de la que he sido objeto. Es injusta y desmedida. Lamento también que su opinión -le escribió Calderón a Fox- me impida continuar en un cargo que precisa respaldo, autoridad y capacidad de interlocución”. Tan fuerte como el llamado de atención fue el recado no escrito que llevaba en su reverso. A Felipe Calderón le censuraba hacer lo que permitía a Santiago Creel. Si Calderón era imprudente e inoportuno en su actividad proselitista, Creel no. Lo que era prohibición para Calderón, era autorización para Santiago Creel.
No hubo recato ni pudor en mostrar la parcialidad del mandatario frente al proceso de selección del candidato presidencial albiazul. Ni las formas fueron objeto de cuidado. Más tarde, a principios de año, vino la operación para que la dirigencia del panismo recayera en manos de Manuel Espino, un hombre de las confianzas de Los Pinos. Esa operación prosperó, colocando en situación difícil a los precandidatos presidenciales no alineados al dictado de Los Pinos. Y Manuel Espino y José Espina no se preocuparon mucho por guardar las formas frente a Felipe Calderón y su equipo de precampaña.
Luego, Vicente Fox dejó que Santiago Creel convirtiera la Secretaría de Gobernación en la plataforma de lanzamiento de su precandidatura. ¡Hasta la fecha de la renuncia al cargo, el mandatario dejó que la fijara el secretario que actuaba como precandidato! Las necesidades del precandidato sacrificaban las necesidades del Gobierno. Y, aun frente a la evidencia del golpe que el secretario de Gobernación se propinó a sí mismo, otorgando los permisos para establecer casas de juego a Televisa, el mandatario mantuvo su favoritismo. Poco importó eso, como también el que la opción “B” presidencial, Alberto Cárdenas, tampoco prendiera a todo lo largo de la competencia panista por la candidatura.
Como quiera, Felipe Calderón se alzó con la victoria y ese triunfo llevó, por parte de la militancia panista, otro mensaje a Los Pinos: el partido rechazó a quienes representaban el continuismo foxista y el oportunismo político. Ahora, desde luego, el mandatario se congratula del triunfo de Calderón. “¡Felicidades Felipe, adelante hasta llegar a la silla!” Y con elegancia, el virtual candidato presidencial panista señala: “¡pueden decirlo: soy el candidato de Vicente Fox!” Los hechos, sin embargo, contradicen las mutuas cortesías. Calderón ganó a pesar del presidente Vicente Fox, no gracias a él. No le debe nada y sí, en cambio, deberá deslindarse del actual mandatario para fijar claramente su propia personalidad política. Sin duda, Calderón tendrá toda la libertad para marcar su distancia con el presidente Fox.
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La historia de la relación entre Vicente Fox y Roberto Madrazo también lleva por sello el agravio político. Una y otra vez, la Casa Presidencial dejó claramente establecido que su interlocutor en el PRI no era el presidente de ese instituto sino su secretaria general. Con Elba Esther Gordillo, el presidente compartía foros, iniciativas políticas y, además, al equipo de la profesora se le ofrecían cargos públicos. Con Roberto Madrazo, no. La coincidencia política, válida si se quiere, entre el foxismo y el elbismo se llevó más allá de lo permitido. Por momentos, el Gobierno incurrió en el error de intervenir en la vida interna del priismo. Confundir el límite de influir e intervenir en un partido opositor llevó al traste muchos de los acuerdos entre el foxismo y elbismo. En cierta medida, en ese exceso encontró eco la acusación de los priistas de Madrazo en contra del priismo de Elba Esther de traicionar a su propio partido. La consecuencia fue brutal.
La maestra terminó en la picota tricolor. Fue decapitada como coordinadora de la fracción parlamentaria del PRI y, luego, fue decapitada como secretaria general de ese partido. Fox perdió a su aliada en el PRI y ganó un adversario que, frecuentemente, confunde la adversidad con la enemistad política. Con todo, este año, Vicente Fox y Roberto Madrazo encontraron de nuevo un punto de coincidencia: proceder al desafuero de Andrés Manuel López Obrador para, después, colocarlo frente a un juez. De dientes para fuera, Madrazo decía que prefería derrotar a su paisano en las urnas pero, en los hechos, llevó a la diputación priista a votar a favor del desafuero.
La coincidencia que panistas y priistas no concretaron para emprender las reformas estructurales, la hallaron para intentar eliminar a López Obrador de la contienda presidencial. Nada mal le venía a Madrazo borrar el nombre de Andrés Manuel López Obrador de la boleta electoral pero, luego, todo rodó por tierra. El presidente Vicente Fox se echó para atrás y, habiendo embarcado al PRI en esa aventura, dejó a Roberto Madrazo colgado de la brocha. López Obrador no fue sometido a juicio. Lo que parecía ser una rentable pero riesgosa inversión política, terminó siendo un brutal fracaso que dejaba una factura a Roberto Madrazo. Hoy, no sin dificultades, Roberto Madrazo se perfila como el candidato presidencial tricolor y, siendo como es, el tabasqueño no perderá oportunidad de reclamar satisfacción frente al agravio recibido.
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La relación de Andrés Manuel López Obrador y Vicente Fox, peor no puede ser. Si bien durante la primera mitad del sexenio, López Obrador fue quien marcó los términos de la relación con el jefe del Ejecutivo, las cosas cambiaron radicalmente a partir de la segunda mitad del sexenio. La exhibición de los videos mostrando la corrupción de René Bejarano y de Gustavo Ponce, dos cercanísimos colaboradores del entonces jefe del Gobierno capitalino, constituyó una declaración de guerra que obviamente vulneró la relación política entre Fox y López Obrador. Pero ése fue sólo el principio del brutal deterioro de esa relación. Vino, entonces, la idea de someter a juicio político a Andrés Manuel López Obrador y, por esa vía, eliminarlo de la competencia por la Presidencia de la República.
La Casa Presidencial mantuvo el discurso de la actuación en el marco del Estado de Derecho, pero el desaseo de la operación fue inocultable. Y, luego, por si eso no bastara, trascendió el señalamiento de Marta Sahagún marcando que López Obrador no llegaría a aparecer en la boleta electoral. Se consumó el desafuero de López Obrador pero no culminó la operación para eliminarlo de la contienda. Se dio marcha atrás pero no se le repuso el fuero y, aun cuando ahora la circunstancia ha atemperado el discurso presidencial contra el populismo que tiene por dedicatoria vulnerar las posibilidades del tabasqueño, es claro que el agravio fue cometido.
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Es claro que a Vicente Fox y su familia se les presenta un escenario bastante complicado, apenas termine el sexenio. Las tres principales fuerzas políticas postulan para sucederlo a aquellos que fueron víctimas de su agravio y es evidente que Vicente Fox tiene que construirse una red de protección para cuando desocupe la residencia oficial de Los Pinos. Las operaciones que emprendió, a veces adrede y a veces sin querer, para vulnerar las posibilidades de Felipe Calderón, Roberto Madrazo y Andrés Manuel López Obrador para postularse como sus posibles sucesores fracasaron.
Una tras otra, cada una de esas operaciones fracasaron y rebasaron los límites permisibles en la lucha política. De ahí que no sea descabellado pensar que el círculo estrecho de Los Pinos tendrá que diseñar alguna estrategia para evitar que Vicente Fox y sus más cercanos allegados queden a la intemperie política el próximo primero de diciembre de 2006. Puede parecer descarnado plantear esta situación, pero más descarnada fue la actuación política que emprendió en contra de sus adversarios la Presidencia de la República. La gran interrogante es en qué consistirá esa nueva operación que bien podría llevar por nombre: clemencia.