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Sobreaviso / Incompetencia política

René Delgado

Labastida creyó que su nominación como candidato era el antetítulo de presidente de la República. Los hechos le demostraron lo contrario. En la tarea de conjurar el peligro supuesto en la presencia de Elba Esther Gordillo en la dirección del PRI, el tabasqueño puso en evidencia su estilo de hacer política: el engaño como práctica, la traición como seguro, el porrismo político como brazo técnico, las ideas como un olvido y, desde luego, la costumbre de subir las escaleras con la vista fija en cada uno de los escalones sin mirar a dónde conducen aquéllas.

No. La alternancia no arroja como saldo una nueva forma de hacer política, ni un avance en la consolidación de la democracia. Por el contrario, cada vez es más evidente la tentación de aplicar viejas fórmulas a nuevos problemas, de aplicar paliativos en lugar de soluciones o, peor aún, de evadir los problemas bajo el disfraz de discursos sin contenido.

El relevo en la dirección del Partido Revolucionario Institucional y la rendición del Informe de Gobierno exhiben la ausencia de oficio e imaginación política y la necia obsesión de presentar a la política como un concurso de contradicciones e incongruencias. Quienes se presentan como ?los profesionales? de la política, están incurriendo en errores que ni los amateurs cometen.

*** En el PRI, Roberto Madrazo ganó. Qué ganó, eso todavía está por verse. El prolongado pleito entre Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo que, durante meses, vino administrando a gusto la secretaria general del PRI hasta perder el sentido del timing político, finalmente, llegó a una primera conclusión. El juego de traiciones que, desde el origen mismo de su asociación para apropiarse de la dirección del partido, protagonizaron Madrazo y Gordillo concluyó en una primera derrota para la profesora. Madrazo consiguió arrojarla de la dirección del partido y, aun cuando está por verse cuál será el desenlace final de ese pleito, el tabasqueño por lo pronto sonríe.

Todo indica que será el candidato presidencial tricolor, pero nada asegura que llegue a ser presidente de la República. A lo largo de la semana y sin el menor pudor político, el PRI -al menos, la cúpula que ahora ahí toma las decisiones- hizo un striptease completo frente al electorado y dejó flotando una enorme interrogante: ¿cómo pretende el PRI recuperar el Gobierno de la República, si ni siquiera es capaz de gobernarse a sí mismo?

Esa imagen dejó el priismo y Roberto Madrazo, en particular, mandó un mensaje que, sin duda, tendrá agudos lectores dentro y fuera de su partido. Su estilo político se finca en la eliminación del adversario, sin reparar mucho en el método. El tabasqueño cree en la resta y no en la suma. Los acuerdos y las alianzas las entiende como escalones simples y la traición como escalera. Ese estilo que le dio resultados favorables para colmar otras aspiraciones lo aplicó esta vez sin considerar la dimensión del juego en el que está inserto.

Cambiar esa imagen, después de haber expuesto el viejo arsenal de los más turbios y sucios recursos para asegurarse la dirección del partido, es el desafío mayor de Roberto Madrazo que, curiosamente, a pesar del costo de esa operación, se conduce no como precandidato sino como pre-presidente de la República, repitiendo el error que terminó por enterrar a Francisco Labastida.

Labastida creyó que su nominación como candidato era el antetítulo de presidente de la República. Los hechos le demostraron lo contrario. En la tarea de conjurar el peligro supuesto en la presencia de Elba Esther Gordillo en la dirección del PRI, el tabasqueño puso en evidencia su estilo de hacer política: el engaño como práctica, la traición como seguro, el porrismo político como brazo técnico, las ideas como un olvido y, desde luego, la costumbre de subir las escaleras con la vista fija en cada uno de los escalones sin mirar a dónde conducen aquéllas.

En el fondo, Roberto Madrazo siente que su carrera política ha sido una permanente carrera de obstáculos que, sin importarle cómo, siempre concluye entre los primeros lugares. Esa concepción de su carrera, lo ha llevado a descuidar la forma de remontar los obstáculos. Enorme trabajo, dinero, traiciones y golpes le tomó acariciar el sueño de ser gobernador de Tabasco. Enorme trabajo, coraje y dinero le costó ser precandidato a la Presidencia de la República. Enorme trabajo, dinero, alianzas y traiciones le significó ocupar la dirigencia del partido.

Enorme trabajo, transas y traiciones políticas le tomó echar a Elba Esther Gordillo para poder ser precandidato presidencial. Ahora, está por verse si ese estilo de hacer política lo convierte en candidato y, luego, en presidente de la República. La diferencia entre aquellas carreras y ésta es considerable. Esta vez, los factores de poder miran cada uno de sus movimientos, revisan el equipo con que los ejecuta y toman nota del peligro o el riesgo supuesto en algo en lo que Roberto Madrazo no repara mucho: si, realmente, se le puede creer después de todo lo que ha hecho.

Son muchos los cadáveres políticos que ha sembrado en su trayectoria. El número de traiciones cometidas le resta fiabilidad. No se conoce cuál es su pensamiento y, en cambio, resalta su pragmatismo que pierde límite frente al ansia de poder. Los equipos formales e informales que integra para conquistar sus metas son una colección de operadores y plomeros que no reparan en el uso de las peores herramientas y que, ahora, a partir de estos días, en vez de vestirlo con el manto que todo político requiere cuando se dice estadista, lo desnudan.

Si con el equipo que aseguró la dirección del partido Madrazo va a integrar su equipo de campaña, es claro que su imagen se vendrá para abajo. Si se deshace de ese equipo exhibirá de nuevo un alma de traidor y si busca a nuevos colaboradores está por verse si éstos invierten su capital político en un banco sin crédito. Roberto Madrazo ganó esta semana, tiene todavía que salir de Arturo Montiel pero de Elba Esther ya se deshizo. Lo que todavía no está claro es qué fue lo que ganó.

*** El presidente de la República está de plácemes. El Informe pasó de noche. La estrategia Fox-spot funcionó de maravilla, salió relativamente ileso de la ceremonia del Informe de Gobierno y, ahora, nomás resta cerrar como se pueda la administración. Si la idea-motor de la campaña mediática previa al Informe se fincó en cargar la ausencia del cambio a los legisladores y justificar la inmovilidad presidencial en la democracia, la idea-motor del mensaje político del Informe fue juntar y alargar esos spots, omitiendo los señalamientos comprometedores.

Vamos, declamar una composición a la democracia sin contenido ni actores, sin lugar ni tiempo, sin responsables ni culpables. Elevar a rango de declamación presidencial un rosario de lugares comunes sobre la democracia plural, las aspiraciones sociales y las necesidades del Estado. El reintegro de esa estrategia fue presentar a Vicente Fox como el hombre que rompió el rito del Informe, consistente -según Fox- en compilar y presentar cifras ?favorables al Gobierno, para lucimiento del presidente?. Pero no. No se acabó con ese rito, nomás se mudó de foro.

Esas cifras, ?favorables al Gobierno, para lucimiento del presidente?, se compilarán y presentarán en los informes regionales que, este fin de semana, dará el mandatario en seis estados y se ajustarán a los spots de la campaña mediática post-Informe. Ahí estarán las cifras del seguro popular, la vivienda, las becas y las oportunidades, sin tener que explicar cualquier otra cosa ni tener que aguantar ninguna interpelación.

Ese será el nuevo domicilio del rito de siempre. No se acabó, nomás se mudó de foro. Si, al menos, el mandatario hubiera anunciado que el año entrante no acudirá al Congreso, que enviará por escrito su Informe y, de ese modo, se dejarán de tender barricadas en las calles y cerrar las estaciones de Metro para acabar de una vez por todas con el deplorable espectáculo que ofrecen los poderes Ejecutivo y Legislativo, se le concedería ese mérito al mandatario.

Pero renovar el rito presidencial, transformando el Informe de Gobierno en un spot no es, precisamente, algo revolucionario. Ni con el pétalo de una idea concreta, de una iniciativa precisa, de un compromiso serio de cómo va a garantizar su imparcialidad el Gobierno durante el concurso electoral Vicente Fox quiso molestar a los legisladores que, como él, se mostraron cansados de tener que participar en una rutina que, de repetida, fatiga a los dos poderes, fastidia a los vecinos de San Lázaro y lastima la posibilidad de verdaderamente nutrir la democracia mexicana. La evasión como discurso y la gracejada aislada como gesto opositor hablan de una democracia que se pierde al momento de nacer. Y eso ni con mejores spots se resuelve.

*** La incompetencia política campea en el país. Así, la elección del año entrante que, en el deseo, se caracterizaría por debatir el modelo de país que los concursantes en principio deberían proponer, se pierde en un concurso de disparates y errores, de ambiciones de poder sin idea del poder, de pleitos personales o familiares elevados a rango de asuntos de partido o, peor aún, de Estado, mientras la sociedad reclama un poco más de atención.

La propuesta que ?los profesionales? de la política ofrecen al país es la evasión del compromiso, la frase pegajosa como idea-motor de un anhelo sin respaldo y la opción de escoger al menos peor. De a poco va quedando cada vez más claro a qué se invita al elector y, en el fondo, no se trata de participar en una competencia sino en una incompetencia política... ¿se aceptará ir a una elección sin candidatos ni Gobierno verdaderamente comprometidos con la democracia que favorezca el desarrollo?

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