Aun cuando en la Presidencia de la República están contentos con la campaña publicitaria “Rumbo al V Informe de Gobierno” es claro que, en el fondo, se pagó -desde luego, con recursos públicos- una costosa justificación. El nombre de esa campaña debería ser: “Rumbo a la V Justificación del Gobierno”. Esa campaña cumple con la divisa que reinó a lo largo de cinco años en Los Pinos: mantener arriba la popularidad presidencial sin preocuparse por dejar abajo la gobernabilidad de la nación. Cumple con la confusión presidencial de entender la popularidad como un valor a atesorar y no como un capital político para invertir en verdaderas acciones de Gobierno. Esa es la virtud de esa campaña publicitaria, pero sus vicios no son pocos. Plantea a la democracia como la causa y no como la solución del problema; revela una profunda ignorancia de la historia pasada y reciente del país; y reposiciona la demagogia albiazul como recurso de Gobierno. Virtudes y vicios aparte, el peso de la realidad aplasta la ilusión que los foxispots pretenden crear.
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Pese al talento del creativo contratado por Los Pinos para resaltar la obra de Gobierno, los spots no pueden con la realidad. No pueden “vender” un producto que no existe u ocultar lo que está a la vista. El presidente-locutor se enorgullece de tan sólo tres programas de Gobierno: Seguro popular, Becas escolares y Vivienda, eso es todo. La generosidad y bondad de esos programas está fuera de duda, pero muy lejos queda la promesa sostenida. No hay más. Tres programas insertos en medio de un concepto equivocado de democracia, libertad de expresión, división de poderes y rendición de cuentas.
Esa equivocidad pone en evidencia la pobreza extrema de Vicente Fox en materia de cultura y práctica política, así como en materia de ejercicio inteligente del poder. En su quinto año de Gobierno, el hombre que iba a reformar el Estado; a revisar integralmente la Constitución; a construir el nuevo aeropuerto internacional; a sujetar el crecimiento económico a ritmo de marcha; a restablecer la paz en Chiapas; a freír en el sartén a los peces gordos de la corrupción; a sacudir y reformar las estructuras política y económica del país; a hacer valer el Estado de Derecho por encima de cualquier otro valor, además de matar tepocatas en su tiempo libre, lanza -en lugar de rendir cuentas de todo aquello que iba a hacer- una colección de spots y reclama una ovación. Sí, en el penúltimo año de la administración, cuando la obra debe hablar por el Gobierno. El mandatario invierte los papeles. Es él quien habla del Gobierno que no pudo con la obra. Vicente Fox presume aquellos programas y oferta como ganga una idea insostenible: Tenochtitlan se fundó el dos de julio de 2000. No hubo historia antes y, si la hubo, a ella hay que atribuirle el pasado negro. Lo bueno, según Fox, empezó con Fox, conforme lo anuncia Fox en los spots de Fox, donde habla Fox y queda claro que Fox sí cree en el culto a la personalidad de Fox que Fox prometió no fomentar.
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Los foxispots no pueden con la realidad porque, justamente, se insertan en el momento que reitera la constante de un Gobierno que nomás no pudo integrarse como tal e hizo de la marcha y la contramarcha su más firme acción. La contramarcha en la política cañera y la contramarcha frente a los autos “chocolates” constituyen el naipe que derriba el castillo de la ilusión foxista y exhibe la debilidad de un Gobierno que, a lo largo de cinco años, dejó en claro su incapacidad frente a la presión.
Así pasó con el aeropuerto internacional que marcó su punto de quiebre, así pasó con los dirigentes petroleros que saquearon a Pemex a favor del PRI, así pasó con la Convención Hacendaria que nomás no cristalizó, así pasó con las reformas estructurales, así pasó con el enjuiciamiento de Andrés Manuel López Obrador... proyectos todos donde el Gobierno puso el mayor empeño para después dar marcha atrás. Así pasó y así pasa este Gobierno. Las fotografías de instante que son las encuestas pueden reportar a Los Pinos que el presidente sigue arriba pero también deberían reportar que el Gobierno sigue abajo. Si a esas contramarchas se agrega el desafío que el narcotráfico plantea al Gobierno, es claro que por buenos que sean los spots es muy difícil convencer de que el país ya es otro cuando, de a tiro por día, las narcoejecuciones hablan de la incapacidad de elaborar un auténtico plan para combatir a ese mal que cobra vidas de la más variada manera y, como añadido, tensa la principal relación diplomática del país.
Los spots no pueden con esa realidad y tampoco con la noción cada vez más expandida de que la principal bandera del partido en el poder, la lucha contra la corrupción, ha rodado por los suelos. Ya no se trata de la inacción del Gobierno contra la corrupción del pasado, sino de la integración de ésta a los más altos niveles del Gobierno. Por más tiempo que el portavoz presidencial dedique a declarar que eso no es cierto, la noción de su integración le va ganando espacio al discurso de la honestidad.
Cuando no son los vestidos de la primera dama, son los hijos de la primera dama. Cuando no son éstos la piedra del escándalo, en el aire se deja el rancho La Estancia. Cuando no es el nuevo rancho, es el propio portavoz que no es doctor sino maestro. Cuando no es ese el asunto, afloran los permisos para establecer casas de juego, concedidos por el delfín presidencial que aparece gratis en la televisión y, con todo, no despega según el plan de vuelo previsto.
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Luego está el Gobierno. Un Gobierno que, presentado como “el gabinetazo”, apenas tuvo unos cuantos secretarios de Estado. Julio Frenk, Reyes Tamez y Josefina Vázquez Mota se llevan la plana, junto a la institucionalidad de los titulares de la Defensa y la Marina, y la actuación de Francisco Gil no siempre exenta de contradicción. En esas dependencias ocupadas por esos funcionarios y quizá en algunas más, hubo Gobierno. En las demás, no. Gobernación fue el foro dialogante de la política improductiva que, luego, se convirtió en un trampolín.
Energía fue el espacio de ensayo de más de un funcionario que, al final, no pudo concretar una política. Agricultura es, aun hoy, la plataforma de lanzamiento de un candidato más, que promete hacer en Guanajuato lo que no hizo como secretario de Estado. Medio Ambiente fue y es la piedra de los sacrificios de una política que, de a poco, se venía institucionalizando. Relaciones Exteriores, el espacio reservado para un funcionario que quería gobernar la Hacienda. Economía, un recuerdo de lo que sería. Función Pública, un intento. Seguridad Pública, un error sostenido. Los foxispots no pueden con esa realidad. Pierden su contenido en cuanto salen al aire. Se oxidan.
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Lo peor de la campaña de publicidad “Rumbo al V Informe de Gobierno” es, si así se le puede llamar, su parte filosófica. Cuando Vicente Fox invoca a la memoria ciudadana para no sufrir la condena de repetir su historia, pasa por alto que esa memoria incluye también a su Gobierno y el recuerdo no es muy grato. Olvida el presidente memorioso que su Gobierno comienza a ser también historia. Cuando Vicente Fox justifica, en el respeto a los poderes, la inmovilidad y la parálisis política de su Gobierno, no salva su presunta vocación demócrata.
Por el contrario, la lastima y, de paso, golpea a la democracia. Desde luego, al votar por él, el electorado no quería ni un rey ni un dictador pero tampoco un mandatario que justificara, en la democracia, la falta de eficacia y eficiencia en el Gobierno. Echar mano de ese argumento es convertir la democracia en el problema y no en parte de la solución.
Cuando Vicente Fox presume ser el primer presidente al que se le exige y el primero en escuchar y dar respuesta, comete un error. Al pretender denostar a sus antecesores, desprecia a la ciudadanía. Ese spot revela un profundo desprecio por todos aquellos mexicanos que, de una u otra manera, a veces a costa de la vida, se hicieron escuchar y buscaron acotar el presidencialismo. Vicente Fox da por sentado que, durante setenta años, los ciudadanos se tuvieron que callar. No, no fue así, ni fue tan simple. Muchos mexicanos se hicieron oír y no se les puede despreciar de esa manera. En rigor, Fox está en el lugar que ocupa gracias a esos mexicanos. Tenochtitlan se fundó mucho antes del dos de julio de 2000.
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Los foxispots miran hacia atrás para justificar lo que no se hizo. Miran enfrente para señalar, desde la óptica presidencial, a quienes frustraron al supuesto Gobierno del cambio. Miran adonde pueden, para evitar el espejo de la realidad. En tres programas de Gobierno el mandatario justifica cinco años de Gobierno; y en el afán de recargar la responsabilidad propia en la culpa del otro, la ineficiencia y la ineficacia de un Gobierno que no llegó a ser tal. Va el Ejecutivo a su Quinto Informe de Gobierno, convencido de que la magia y la fuerza de los spots desvanecen la realidad.