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Stan/Nuestro concepto

La fuerza de la naturaleza termina, tarde o temprano, por colocar las cosas en justa perspectiva. Ante los rostros de dolor y desesperanza de los miles de damnificados por Stan -que pegó como huracán categoría uno, para inmediatamente degradarse en tormenta tropical- en Chiapas y Veracruz, qué pequeños y torpes resultan los problemas al interior del PRI y del PAN, cuyos respectivos procesos internos para seleccionar candidato a la Presidencia de la República, ponen a prueba cada día la capacidad digestiva de los mexicanos.

Mientras los reportes de daños a vías de comunicación, del aumento de desplazados, de las viviendas que por docenas simplemente desaparecen ante la crecida de ríos y lagos, en la escena política -igualmente desastrosa- Madrazo y Montiel se encuentran, abrazan y sonríen para las cámaras, mientras sus respectivos equipos de precampaña siguen operando a base de golpes bajos, descalificaciones y acusaciones mutuas.

En el PAN, Santiago Creel se niega a reconocer que la ola azul no le favorece y que sólo es cuestión de mero trámite que Felipe Calderón conquiste a pulso la etiqueta de candidato, y por lo tanto decide incorporar elementos de “sospechosismo” al impugnar los resultados en Yucatán, estado donde simplemente fue borrado del mapa. Por el lado del Sol Azteca, nadie se atreve a cuestionar a Andrés Manuel López Obrador, el seguro candidato, pero las tribus perredistas son generosas a la hora de atacar al delfín, Marcelo Ebrard, en esa brutal lucha interna por la candidatura a la jefatura de Gobierno del DF.

Con una escena política tan patética, lo último que necesitábamos los mexicanos era una tragedia de la mano de la madre naturaleza, pero ésta llegó con el nombre de Stan, ese meteoro que el gobernador chiapaneco ya denomina “Satán”. La emergencia obliga a fijar prioridades y sin duda éstas deben enfocarse en ayudar a los hermanos hoy en desgracia en Chiapas y Veracruz y retirar los reflectores de nuestros políticos que se empeñan en exhibir sus miserias.

Todos los precandidatos deberían entender que para seguir enlodando el quehacer político aún les queda mucho tiempo; hoy el sureste mexicano vive una verdadera tragedia y bien harían en suspender sus juegos de pulso y enfocar sus esfuerzos en algo realmente útil, como destinar algunos recursos en apoyo a los necesitados.

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