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Su rostro refleja el desgaste físico por el trabajo de años

CUAUHTÉMOC TORRES ALVARADO

EL SIGLO DE TORREÓN

FRANCISCO I. MADERO, COAH.- El semblante de Juan Hernández Díaz es desolador. En su rostro refleja el desgaste físico que durante años ha tenido que efectuar para mantener viva no sólo a su familia, sino las esperanzas de avanzar hacia una mejor calidad de vida.

Con ansias de un cliente, Juan espera a la salida de la presidencia municipal. Sabe que el lugar es idóneo para la afluencia de gente. Casi todos los días, con excepción de martes y domingo, el edificio del Ayuntamiento está repleto de visitantes y trabajadores.

A unos cuantos metros de allí, se encuentra la clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), donde más acude la gente con sus niños. Los dos, son lugares propicios para vender sus frituras, frutas frescas o nieve, en temporada de verano.

Juan tiene tres hijos, dos de ellas mujeres y un varón. La mayor de ellas está casada y tan sólo tiene 14 años de edad. Su esposa es Nieves Margarita García González, con la sólo pudo contraer matrimonio ante el Registro Civil.

Su triciclo, la madera con la que se ayuda para partir las frutas, su delantal y los utensilios de cocina que emplea para preparar los vasos, ofrecen una confianza a los clientes de limpieza e higiene, al menos así se percibe luego de ver comprar a poco más de diez personas en casi diez minutos.

Juan tiene una preocupación que desde hace tiempo no le permite trabajar con tranquilidad. Afirma que hace unos días, tanto él como un compañero de trabajo de nombre Rubén, fueron desplazados de sus lugares de labores.

“Nosotros somos ambulantes y tenemos que estar en diferentes lados para poder vender lo que tenemos, no podemos estar en un punto fijo, pero además de eso, las personas que nos quitan son muy abusonas porque a mi amigo le tumbaron sus churros al piso”.

En la calle Lerdo de Tejada, en la casa marcada con el número dos de la colonia Solidaridad de Madero, vive Juan en compañía de su familia. Sólo una de sus hijas estudia, es la de seis años, mientras que su hijo menor permanece en casa con su madre.

Juan no obtiene mucho dinero de las ventas en su triciclo. Apenas logra sacar entre 70 y 100 pesos diarios. Desde que tiene memoria, su empleo nunca ha sido sólo uno, en cualquier parte donde surja una oportunidad, él está allí presente.

“Hay veces que me avisan de un trabajito mejor, aunque sea de un solo día y me voy. Dejo mi triciclo y me voy un rato. Después regreso y retomo mi triciclo para volver a lo que sé. El chiste de esto es que nunca se acabe la chamba”.

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