¿Calor o frío? Y de pronto el gran viaje. Fue como una montaña rusa. Encuestas, escenarios, predicciones, todo se vino abajo. Es noviembre de 2005. Increíble: alianza PAN-PRI en la capital. Allí estaba la foto: Demetrio Sodi en fórmula con Beatriz Paredes. Él para la Secretaría de Gobierno, ella para la Jefatura. Un nuevo alud de cifras. La alta credibilidad de ambos sacude a la que se pensó plaza indefectiblemente ganada por el PRD. Marcelo Ebrard en sus mejores lances, con todo el apoyo de López Obrador, entra en una competencia muy cerrada. Primero en contra de la triada Jesús Ortega, Pablo Gómez y Armando Quintero quienes, ¡por medio de encuestas! seleccionaron al contendiente interno. Alejandro Encinas, mostrando su buena madera de gobernante, guarda una saludable distancia de su partido. La posibilidad de que el PRD pierda su principal bastión, la capital de la República, es lejana pero se abre frente a los incrédulos ojos de la ciudadanía. Sorpresas te da la vida. Allí está Cárdenas, como siempre sumergido en una prudencia indescifrable. Todo es posible en 2006.
Por su lado Fox se presenta envuelto en una infinidad de especulaciones: ranchos, playas, las riquezas innumerables de familiares políticos, su señora en tribunales demandando y demandada, un ir y venir de escándalos que todo lo enturbian. Los logros se pierden. La Presidencia metida en inacabables desmentidos y también en tribunales. La tragicomedia ronda. La candidatura al Senado de la señora Sahagún por el estado de Guanajuato se dificulta semana a semana. El PAN ya no intenta la defensa. Vicente Fox, el popular candidato, el reconocido presidente de la esperanza democrática, acusado de manejos poco claros de la partida secreta. De regreso a la cuenta regresiva: trece meses, doce, once, ¿cuánto le queda a Fox?, es de nuevo el clamor, igual que en otros tiempos.
En paralelo pasan los incansables spots televisivos: para Fox, todo mundo es responsable, menos él. La versión del renacimiento del país llevada al extremo se vuelve burla popular. Antes no había libertades, no había progreso, con el cambio que yo represento todo es diferente. Muchos mexicanos sin embargo miran una comedia muy parecida a las de tiempos que pensamos superados. El mundo se pregunta ¿qué fue del patrimonio político de Fox? ¿Cómo lo dilapidaron tan consistentemente? Y claro, las sesudas respuestas remiten a los lugares comunes: falta de profesionalismo, falta de seriedad, chabacanería, evasión. ¿Hace calor o frío? No lo sé.
Y claro, las consecuencias no tardan en llegar a la campaña. Creel, visto como el candidato oficial del foxismo, tiene que tomar distancia. Empieza una serie de críticas al régimen panista que de sutiles pasan a acres. Fue tal el cambio de tono que Felipe Calderón termina como el conciliador. Sorpresas te da la vida. Las excesivas promociones de Creel en televisión son ya contraproducentes. La elección interna se define como continuismo o sana ruptura, como en las mejores épocas del PRI. ¿Serían capaces Fox, su señora y su equipo de regresar al PRI a Los Pinos? Todo indica que sí, una creciente añoranza merodea. A pesar de seis años de campaña por desacreditar el pasado, parece que la explicación oficial no logra convencer a muchos mexicanos que en las urnas han seguido dando su voto al tricolor: Estado de México lo más reciente. Pros y contras de las gestiones priistas están ya en el balance popular. El maniqueo juicio histórico del foxismo suena ridículo. Ya tuvieron su sexenio y sus cuentas entran en los mismos rangos que los priistas. La redención provoca risa.
El proceso interno de los miembros del grupo llamado Unidad Democrática catapultó a Arturo Montiel. La competencia contra Roberto Madrazo se convierte en el nuevo deporte nacional. Durante varios meses los mexicanos presencian un debate intenso y de fondo, pero sin descalificaciones, sin insultos o bajezas. Algunos insinúan que fingen, pero los rounds de confrontación son el nuevo reality show. La opinión pública reclama más información sobre los recursos. Los aspirantes se ven obligados a abrir sus cuentas. Elba Esther Gordillo preside su partido sin que el escándalo que siempre la ha rodeado llegue a tener consecuencias graves. La trama priista es creíble. AMLO recorre el país, pero ya no tiene los mismos reflectores que en su conferencia matutina o durante el desafuero. Es uno más. No la tiene fácil. En el norte los desaires son frecuentes. La poca capacidad de movilización del PRD se nota. Por si fuera poco el EZLN no deja de acusarlo de traidor a la causa. ¡Nadie sabe para quién trabaja! Los empresarios le exigen respuestas concretas a problemas concretos. Hay pocas. La Corte, en otro paso de avanzada, abre con límites la puerta a las candidaturas independientes, pero no para 2006. Incita al Legislativo a normar al respecto. Ya esclarecido el escenario, Castañeda insiste en ser la cuarta opción que acerque votantes a los nuevos partidos.
En las precampañas de todos los frentes corre mucho dinero. Los partidos tienen que callar al respecto: todos aprobaron la legislación vigente, todos son, en algún sentido, cómplices. Los cada vez más severos pronunciamientos del consejero presidente del IFE y su equipo reponen la presencia del árbitro. Se logra un acuerdo de civilidad política que en su médula supone que todos acaten los resultados si no hay irregularidades graves. No hay ningún motivo para pensar que las habrá. Fue hasta finales de noviembre que por fin llegó el ansiado día: allí estaban los tres candidatos de los partidos nacionales. En tan sólo doce semanas todo cambió. Yo fui a la oscuridad, entre calor y frío, en agosto ocho. En noviembre nada es igual. Nadie atinó a los resultados. Eso es normal en las democracias. ¡Qué intensidad de la nuestra!
Allí comenzó el segundo capítulo. Como siempre las tendencias de inclinación de voto manejadas con años de antelación tenían cada vez menos que ver con las nuevas posiciones. La emoción electoral se disparó. Yo peleaba por conseguir un poco de aire fresco, la chamba era mucha, había que dar respuesta a los múltiples cómos, sobre todo del exterior. ¿Pero cómo que el PRI no está muerto, pero si seis años se dijo que era el horror?, ¿o no era tan horror? ¿Qué hizo el régimen panista para empeorar la marca? ¿Por qué la ventaja de AMLO se desvanece? ¿Qué fue de los años del anunciado triunfo perredista? Fue justo entonces que lo decidí: en definitiva hacía calor y ya era hora de ir a trabajar.