Rompo todos los protocolos y me dirijo hacia ti utilizando el tuteo. Respeto la investidura presidencial, sin embargo todavía te siento cercano a pesar de lo que tantos afirman: que vives en un mundo de fantasía, que no comprendes la realidad y juegas entre hadas y odaliscas. ¿Estaremos acaso cortados por la misma madera? ¿Somos eternos optimistas que seguimos creyendo que México tiene salvación? No lo sé, en mi caso ser, obrar y pensar así sería permisible pues simplemente soy un chavo jugando a ser escritor; en el tuyo resulta inadmisible: tienes a cien millones de mexicanos en vilo y pensar como poeta enamorado resultaría fatídico para sus vidas… Acuérdate de López Portillo y su teoría cósmica, sus cuadros en donde plasmaba mundos fantásticos. ¿Verdad que no se vale soñar, hacer del poder extensión supraterrenal de uno mismo?
A últimas fechas pienso mucho en el frenesí de la campaña, en tus discursos enardecidos y frases populacheras; cuando tomabas en tus manos la efigie sacra de la Virgen de Guadalupe: no parecías candidato, más bien emulabas al redentor que finalmente cambiaría el curso de nuestros destinos. No eras Vicente Fox, tampoco el PAN tradicional, menos un contendiente cualquiera; de la noche a la mañana te convertiste en símbolo, arquetipo y bandera de miles de jóvenes que como yo estaban hartos de una continuidad enfermiza, de la “dictadura perfecta” a la cual tantas veces se ha referido Vargas Llosa con justa razón.
¿Mi error más grande? Esperar demasiado de ti. Tarde me di cuenta que a México no se le cambia en seis años: existen demasiadas inercias, reticencias, enemigos ocultos, en fin, seres que no quieren ver a la nación progresar. Culpables ellos, claro, también tú Vicente eres culpable por ser demasiado débil y vulnerable frente a tales entes. Jamás te rodeaste de buenos negociadores; “El gabinetazo” resultó un Paraíso Perduto, total y absolutamente descoordinado. ¿Por qué no corregiste el error a tiempo? ¿No existían mejores hombres y mujeres para llevar las riendas del barco? ¿O quizá tu frenesí te llevó a creer ciegamente en un puñado de empresarios que de política sabían lo que yo de física cuántica?
Te felicito por haber sido un extraordinario candidato, por tener las mejores intenciones de dar un giro de trescientos sesenta grados, por tu grandeza de corazón y humanidad. Eres humilde, sabes pedir perdón y por ello jamás guardaré sentimientos viscerales hacia tu persona. ¡Acéptalo de una vez por todas! Estadista no eres ni lo serás nunca; como empresario sales perdiendo, a pesar de todo aplaudo las ganas, el empuje, la fuerza. Todo lo anterior nunca lo olvidaré.
Grandes tus aciertos. Macroeconómicamente el país va bien; existe un claro impulso a la vivienda; las reservas están en niveles importantes; de la bolsa ni qué decir; hay cierta paz social. ¡Por favor permite y promueve una transición tranquila! Sea el PRI o de nuevo el PAN, finalmente lleva las cosas a buen término. Eso sí: no perdones a López Obrador, sería catastrófico. ¿No te das cuenta que únicamente se trata de un resentido social que quiere el poder a toda costa? ¿Acaso no crees que es un demagogo pasado de moda? Perdóname Vicente pero el señor violentó la Ley y si lo perdonas estarías mandando otra señal equivocada. Todos entre líneas –qué digo entre líneas, más bien muy claro- entenderíamos que en México quien viola la normatividad jurídica a su antojo puede salir avante como si nada.
Te perdono tus tropiezos internacionales, el que Castro –o el sátrapa mayor- te haya chamaqueado de lo lindo. ¿Ponérsele al tú por tú a un viejo zorro? No Don Vicente, no se juega con fuego, tampoco se pretende ser lo que uno no es, así es que no vuelvas a presentarte en un forum literario. De paso te perdono que no leas los periódicos. ¿Lo imperdonable? Que le digas a la patria entera que no lo haga. ¡No nos echamos ni un mugre libro al año en promedio y tú todavía dando consejos!
Te perdono el frenesí de la otra mitad de la “pareja presidencial”, me refiero a la señora Marta. Ella es bien intencionada, hiperactiva y corre como si se le acabaran las horas para salvar al país. ¿Que el poder la transformó? Ni modo, ya lo dijo Henry Kissinger hace mucho tiempo: “El poder es el afrodisiaco más potente del mundo”…
Te perdono no tener bien cohesionado a tu partido; no crecer al siete por ciento tan anhelado. Comprendo tu hartazgo diario, las ganas por irte a San Cristóbal y nunca jamás volver a salir de ahí. Pasarás a la historia como el hombre de la transición a la democracia, quien motivó el cambio, sin embargo acuérdate que no eres el único responsable de ello: desde 1968 el país clamó silenciosamente, gritó con todas sus fuerzas, lloró de impotencia y cantó por un México distinto. Fuimos todos: a ti simplemente te entregamos la estafeta.
Yo y miles te podemos comprender, perdonar y hasta darte un apapacho, pero dudo cincuenta millones de pobres lo puedan hacer. Dudo los zapatistas y el payaso que tienen por sub comandante se olviden de la promesa de resolver el conflicto “en quince minutos”. ¿Con qué cara mirarás al hambriento que con lágrimas en los ojos, el corazón roto y el estómago vacío te recrimine los cientos de promesas por sacarlo de su postración? Bueno, que al fin y al cabo los más desfavorecidos probablemente no tengan las fuerzas necesarias para hablar.
Vete tranquilo, finalmente hiciste el mejor de los esfuerzos. Yo aprendí mucho: nunca volver a creer en un político hasta no ver hechos comprobables; jamás dejarme arrullar por el canto de las sirenas; dejar de pensar como adolescente impulsivo y soñar despierto. Contigo me di un frentazo: te juro es la última vez.
Te perdono, no sabías en qué cloaca te estabas metiendo…
Te perdono pues definitivamente vives en otro planeta.