SAN JOSE DE CHIQUITOS, Bolivia (AP) .- En este pueblo remoto del oriente boliviano, un monumento se yergue majestuoso sobre las casas sencillas de tejados rojo-anaranjados. Es el sobreviviente solitario de un pasado glorioso.
Muy poco ha cambiado desde que el templo de San José de Chiquitos fue construido hace 250 años. Caluroso y quieto, el lugar carece de muchas de las tecnologías modernas como si estuviera anclado en el fin del mundo y perdido en el tiempo.
Pero recientemente han comenzado a despuntar algunas esperanzas que pueden devolver vitalidad al lugar. Arquitectos y especialistas en la restauración de arte colonial trabajan para rescatar una porción del pasado épico que el templo representa, aunque a un ritmo exasperantemente lento.
En verdad, el nombre del lugar no le hace justicia al templo. La construcción es impresionante no sólo por su belleza sino porque muestra lo que hace dos siglos y medio fue posible construir.
Nada da la impresión de "chiquito", apelativo dado a los nativos del lugar por lo diminuto de las puertas de sus chozas. Esta fue la primera obra de los jesuitas cuando lanzaron una masiva campaña de evangelización y aseguraron la libertad de decenas de miles de nativos que de otra manera se habrían convertido en "encomiendas" (eufemismo de esclavos) de los conquistadores.
Pero su gloria permanece casi escondida. Aquí se llega sólo por tren o por una abrupta carretera intransitable durante época de lluvias y ausente de las rutas turísticas.
El templo es un regalo para los ojos cansados al cabo de diez horas en tren desde Quijarro, en la frontera de Bolivia y Brasil, el punto de partida más cercano para llegar aquí. Y una satisfacción aún mayor al cabo de algunas horas a la luz de velas que apenas iluminan la habitación del hotel donde el aire acondicionado se detiene inclemente, pues San José de Chiquitos no tiene energía eléctrica entre las 2 y las 7 de la mañana.
Con su fachada recubierta de piedras y la torre de tres pisos cortando al horizonte plano, el monumento sobresale frente a una plaza de verde relumbrante, engalanada como para una fiesta. Es como una gema colonial a la espera de ser descubierta por los amantes del arte colonial y los tesoros arquitectónicos.
Pero el tiempo, el descuido y el vandalismo han dejado su marca. Puertas, paredes, arcos, cuadros, estatuas, altares: todo reclama auxilio a gritos.
El equipo restaurador, financiado por el gobierno y el municipio local, espera concluir su trabajo en un par de años.
"El altar mayor debería estar pronto en unos cuantos meses. El resto, tal vez para el 2007", dice el arquitecto jefe de los trabajos, Marcelo Vargas.
Si fuere así sería un récord para la restauración que se arrastra con lentitud geológica desde hace más de 20 años.
La UNESCO, la organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura, declaró Patrimonio de la Humanidad el templo de Chiquitos y otros seis en la región. Eso habría permitido al templo ayuda del gobierno y de instituciones financieras. Pero el equipo de restauración dice que este año cuenta solamente con 15,000 dólares de un fondo para el ambiente creado durante la construcción de un gasoducto, a fines de la década pasada.
El templo es el centro de una de las 33 "misiones" que los jesuitas construyeron para proteger a los indios. Las misiones eran autónomas y autosuficientes en las junglas y las llanuras que cubren una extensa área de lo que hoy es parte de Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia.
Los expertos dicen que las misiones fueron los primeros "pueblos industriales" en el nuevo mundo. Los jesuitas enseñaron a los indios guaraníes y otras tribus trabajos manuales, escultura, tallados de madera y la fabricación de instrumentos musicales que después tocarían. Las aldeas florecieron como centros irradiadores de artes y cultura, infrecuentes en el hemisferio de entonces.
"Los jesuitas protagonizaron una revolución antropológica. Los nativos saltaron de la edad de piedra al zenit del conocimiento humano de esa época", dijo el profesor Elio Montenegro Banegas, del Centro Histórico y Geográfico del lugar. "Chiquitos fue la única misión cuyo templo tenía las paredes externas construidas en piedra. En 75 años, hasta 1767, los jesuitas construyeron lo que Chiquitos es aún hoy".
Es una de las últimas misiones aún en pie. Muchas simplemente desaparecieron junto a los grupos guaraníes que sucumbieron ante la invasión de colonos que siguió a la salida de los jesuitas. El templo de Chiquitos sobrevivió gracias a los propios chiquitanos, como se conoce a los habitantes del pueblo. Ellos no permitieron modificaciones mayores en el templo, pues incluso ahora lo consideran el mejor reflejo de su pasado.
"A través de generaciones, estuvieron siempre alertas para evitar cambios en la fisonomía del templo. Los nuevos párrocos querían reformarlo, incluso reconstruirlo. Pero la población se oponía tenazmente. Los chiquitanos lo conservaron lo mejor que pudieron. Si una viga se dañaba, ellos mismos la removían y colocaban una nueva en su lugar... de un solo árbol", dijo el arquitecto Vargas.
Con paciencia y lentitud, un puñado de restauradores trabaja para reparar los daños de la naturaleza y dotar al templo de su gloria pasada. Docenas de piezas de madera tallada y cuadros de pinturas yacen desordenados contra las paredes de los talleres.
"La humedad fue siempre el peor enemigo del templo", dice como en un susurro Lizabeth Córdova, mientras meticulosamente despliega láminas de mica sobre la madera tallada de una placa lateral del altar. "La mica confiere la apariencia de la plata, que era el metal que los trabajadores usaban para construir algunos de los ornamentos del templo".
Otras piezas del altar serán recubiertas con láminas de oro de 22 kilates importado de Alemania y España, dijo.
Gracias a la sólida construcción y al cuidadoso mantenimiento dado por el pueblo, los pilares de madera en los que se apoya el techo y las vigas de madera sobre las que está armado lucen tan sólidos como cuando el templo fue construido, entre 1745 y 1754.
Los jesuitas decían que el templo "debía reflejar lo mejor de la imaginación humana pues se trataba de la casa en la que moraba Dios", dijo Montenegro, del centro histórico y geográfico.
Cuando fueron expulsados por el rey de España los jesuitas entregaron una lista de 120 cuadros con escenas de la vida y pasión de Jesucristo y ornamentos de plata que pesaban hasta 125 arrobas (una arroba equivale a unos 11 kilos), dijo Montenegro. "Me sorprendería si hoy hubiese más de una arroba".
Pero la fortuna sigue sonriendo a esta reliquia. Los restauradores han descubierto pinturas originales debajo de la pintura de las paredes laterales. Esas obras originales podrían ser recuperadas y restauradas.
"Se trata de pinturas muy bien preservadas que, cuando sean todas recuperadas, mostrarán el esplendor artístico de esa época", dijo Vargas, el arquitecto jefe. "El hecho que algunos hubieran sin recelo alguno pintado las paredes resultó, en verdad, una bendición escondida".
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Cómo llegar...
De la ciudad fronteriza de Corumbá se cruza hasta el pueblo de Quijarro, en el lado boliviano. Una carrera de taxi hasta la franja fronteriza desde el centro de Corumbá puede costar unos 25 reales (10 dólares). En Quijarro, un taxi hasta la estación de trenes cuesta unos 25 bolivianos (tres dólares). Hay que comprar un billete de coche dormitorio hasta Santa Cruz (unos 25 dólares). Santa Cruz es la capital económica de Bolivia y en esa ruta el tren tiene una parada en Chiquitos. Comprar el billete hasta Santa Cruz es importante porque uno no necesita estar más de un día en San José.
El tren sale de Quijarro a las 5 PM y llega a San José a las 03 AM. Hay que tener una linterna a mano pues el pueblo carece de energía eléctrica a esa hora, y es necesario identificar valijas e ir al hotel. Procure el Hotel Turubó, que cobra 120 bolivianos (unos 15 dólares) por noche, con un sistema de aire acondicionado que uno se apresura en activar cuando la energía viene de vuelta a las 07 AM. Conviene contratar la habitación en una agencia de viajes en Quijarro, pues algunas veces los hoteles en San José de Chiquitos están llenos.
Ni pensar en puestos de venta de tarjetas postales o "souvenirs" como los de los centros turísticos. Sólo hay tiendas pequeñas alrededor de la plaza central con alguna oferta de recuerdos, la mayoría hechos localmente. Pero en compensación se puede disponer de más de 15 horas para solazarse con el templo, las obras artísticas y tomar fotos. En la noche hay pequeños cafés alrededor de la plaza del templo, donde se puede comer. Si a uno le gusta jugar billar, frente a la plaza hay un local con dos mesas.
Recuérdese que el tren sale de Quijarro a las 5 PM y llega al pueblo a las 03 AM. Se debe estar en la estación 90 minutos antes para encontrar un asiento libre antes que se corte la luz.
Importante: Hay que comprar moneda boliviana en Quijarro. Si uno está solo, 50 dólares son más que suficientes para pagar el hotel, taxis y comidas en San José de Chiquitos. Y no olvidarse de llevar una frazada para el viaje en tren. Algunas veces el aire acondicionado es fuerte. También sirve para protegerse de los mosquitos en el vagón.
Tasa de cambio: Un dólar compra ocho pesos bolivianos.