MIAMI, FLORIDA.- Si el gran poeta ruso Alexander Pushkin estuviera vivo le dedicaría una oda a sus compatriotas tenistas que opacan a sus rivales dentro y fuera de las canchas.
Pushkin, quien resaltó en su corta vida las costumbres rusas, su historia y los momentos heroicos de sus compatriotas, rindió culto a las mujeres como lo demostró en su obra la Reina de Picas y murió en un duelo, a los 40 años, defendiendo a su esposa.
En pleno siglo XXI la nueva revolución rusa ocurrió en el tenis, donde un grupo de atractivas jóvenes del país de los zares comenzó en los últimos años a dominar las canchas y el ambiente mediático en base a raquetazos, glamour y belleza.
En Miami, donde se disputa el tradicional torneo Nasdaq, no ha sido distinto y apenas en el primer día, ya las rusas habían eliminado a sus rivales sin salir a las canchas.
Las rusas fueron la atracción de los medios en una recepción con la prensa donde debían asistir, además, las hermanas estadounidenses Serena y Venus Williams, quienes optaron por ausentarse previendo lo que iba a ocurrir.
La campeona de Wimbledon, María Sharapova, mostró que el curso de sociología que aprobó recientemente, dio sus frutos y se echó en el bolsillo a todos los periodistas y empresarios asistentes.
La joven siberiana, una espigada rubia de ojos azules, rostro angelical, andar pausado y modales de dama de la nobleza, cautivó a todos ataviada con una minifalda blanca y una blusa deportiva rosada que resaltaban sus 60 kilos de peso en sus 1.83 metros de estatura.
"Siempre quise ser una de las mejores jugadoras del mundo, es por eso que la atención de la gente no me molesta", afirmó esbozando una sonrisa, mientras cruzaba las piernas y mantenía erguido su tronco para no perder la compostura.
Sharapova demuestra con apenas 17 años que tiene madera y talento para batir a sus rivales red por medio, raqueta en mano, y también para responder con amabilidad a los continuos y masivos ataques profesionales de los periodistas y fotógrafos.
Bajo un lucrativo contrato de modelo con la compañía IMG y otro de patrocinio con Nike, Sharapova quiere disfrutar el deporte y el modelaje, aunque también le gusta cantar y actuar y no le disgustaría ser en el futuro una estrella de Hollywood.
Mientras Sharapova concitaba la mayor atención, sus compatriotas Svetlana Kutznetsova, monarca del Abierto de Estados Unidos y Elena Dementieva, las dos rubias, altas y sonrientes tenían su nutrido público, mientras la vencedora del Roland Garrós, Anastasia Myskina, estaba un tanto apartada.
Myskina es distinta al tipo de tenista rusa que impuso Anna Kournikova, la rusa que inició la revolución mediática de las tenistas de su país, pues tiene el pelo negro, es más pequeña y quizás su mayor atractivo son sus almendrados ojos verdiazules.
Ellas cuatro son sólo la punta del iceberg de una cantera que parece inagotable de tenistas rusas talentosas y desenvueltas, gran parte de ellas formadas en Estados Unidos.
La herencia de Kournikova, quien nunca pudo ganar un torneo en su carrera, es clara. Independientemente de los resultados en las canchas hay que saber lidiar con la prensa, firmar contratos publicitarios y vender la imagen a toda costa.
Por que, como ella misma afirmó en una ocasión, los resultados quedan en los libros, pero el dinero se mantiene en la cuenta de banco.
