Washington, (EFE).- El progreso de la enfermedad de Alzheimer podría ser retrasado mediante una terapia genética experimentada por especialistas de EU, según un estudio preliminar publicado en la revista "Nature Medicine".
Los especialistas autores del estudio, realizado en un reducido grupo de pacientes de esta enfermedad que produce una pérdida progresiva de la memoria, dijeron que la terapia genética arrojó alentadores resultados.
No obstante, informaron de que el resultado del estudio es muy preliminar y es necesario llevar a cabo mayor número de pruebas sobre ese tratamiento, en el que se requiere una forma especial de cirugía de cerebro.
Durante su investigación, introdujeron en los cerebro de los ocho pacientes tratados una "sustancia protectora" conocida como "factores de crecimiento", a fin de rescatar algunas células cerebrales moribundas.
En uno de los pacientes los tejidos del cerebro mostraron un crecimiento nuevo de células.
El médico Mark Tuszynski, de la Universidad de California, en San Diego, que encabezó las investigaciones, indicó que la terapia ensayada no cura la enfermedad que actualmente afecta al menos a 4.5 millones de estadounidenses.
Explicó que esa cura no puede ocurrir porque la enfermedad de Alzheimer destruye diferentes tipos de células en diversas áreas del cerebro, y la nueva terapia genética solo es útil para una de esas áreas.
Tuszynski manifestó que el éxito preliminar da esperanzas del posible uso de esta terapia en mitigar otras dolencias neurodegenerativas como el mal de Parkinson.
Dio a conocer que durante el estudio se tomaron células de la piel de ocho pacientes que tenían la enfermedad en la primera etapa y modificaron el gen que secreta una proteína hallada en los cerebros saludables que es conocida como "nervio del factor de crecimiento" o NGF.
Las primeras investigaciones mostraron que inyectando NGF en cerebros de monos envejecidos se puede revertir el deterioro de las células.
Posteriormente, los especialistas implantaron NGF en una de las partes del cerebro afectadas por la enfermedad de Alzheimer en los pacientes que participaron del experimento.
Seis de los ocho pacientes que fueron supervisados durante casi dos años mostraron un lento declive cognoscitivo de entre el 36 y 51 por ciento después del implante.
Tuszynski señaló que los primeros dos pacientes se mantuvieron despiertos y en movimiento durante el implante de las células, lo que les causó hemorragia cerebral. Uno de esas personas falleció cinco semanas después.
A los pacientes restantes se les aplicó anestesia general para colocarles las células en el cerebro, y entonces no hubo efectos secundarios.