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Tiempo de simulación

Javier Fuentes de la Peña

Véalos. Nunca dejan de sonreír. Para ellos no hay desconocidos. A todo mundo saludan de la manera más afectuosa, como si se tratara de un pariente cercano.

Véalos. Están por doquier. En la calle, en los postes de la luz, en la televisión, en la defensa del coche de enfrente, en la radio, en anuncios espectaculares, en las ventanas de algunas casas, en calendarios, lápices y borradores. Ellos son los candidatos políticos.

Si alguno de ellos llega a su casa, le ofrecerá acabar con la inseguridad pública, combatir el desempleo, mejorar el alumbrado de la colonia, intensificar las actividades del sistema de recolección de basura, acondicionar los parques, solucionar el problema del tráfico, volver a pavimentar el sector en donde vive,... Y luego, después de todo ese rollo, lo abrazará fuertemente y le prometerá tenerlo muy presente en caso de llegar a la Presidencia Municipal. A cambio, usted sólo tiene que hacer algo muy sencillo: acudir a las urnas y depositar su confianza en él.

Siempre es lo mismo. Cuando llegan las campañas electorales, miles se creen tomados en cuenta y piensan que ese candidato sí les cumplirá. Pero pasados los meses vuelven a enfrentarse a la desilusión de siempre, pues el ahora gobernante se olvida de aquellos a quienes un día llamó amigos y les estrechó la mano de la manera más cálida.

Unos opinan que una campaña electoral sirve para que el electorado conozca a los candidatos. Otros afirman que es el tiempo oportuno para conocer las propuestas de Gobierno. A mi entender, las campañas no son otra cosa más que un tiempo de simulación.

Todo se simula en esta época de elecciones. Se ofrecen el cielo y las estrellas, cuando el candidato ni siquiera es capaz de arrancar una manzana de un árbol. Se promete erradicar la inseguridad pública, como si fuera algo que pudiera hacerse de la noche a la mañana.

Por muchos años hemos tenido que soportar las repetitivas y utópicas promesas que nuestros candidatos hacen, y que por lo general, no cumplen. Por esta, y por muchas razones más, los mexicanos estamos perdiendo gradualmente la confianza y la credibilidad en los políticos.

No sé exactamente que es la política, sin embargo, estoy convencido que es una materia tan seria que no puede dejarse en manos de los políticos. En México los políticos hacen lo que quieren y han manejado a su antojo el destino de miles de personas, mientras nosotros hemos permanecido con los brazos cruzados ante sus malos manejos.

Cuando un político es candidato para ocupar algún cargo público, gasta la mitad de su tiempo haciendo promesas, y cuando es elegido, gasta la mitad de su tiempo justificándose al no poder cumplirlas.

Sin duda alguna, el talento de los políticos mexicanos para hacer promesas sólo es superado por su talento para no cumplirlas.

Los tiempos de campaña han llegado. Frente a toda esta vorágine de simulación, nosotros como ciudadanos tenemos la obligación de elegir a la mejor opción.

Tanto Eduardo Olmos como José Ángel Pérez han sido hábiles en prometer un cambio de la situación actual en Torreón, sobre todo en lo concerniente a la seguridad pública. ¿A quién creerle? Es difícil saberlo. Ambos tienen en su carrera puntos admirables y condenables también. Olmos se beneficiará de la creciente popularidad de Humberto Moreira, pero José Ángel tiene a su favor el trabajo aceptable de Anaya y el buen recuerdo que los laguneros guardan de Jorge Zermeño.

Las campañas políticas son siempre un tiempo de simulación. No nos dejemos llevar por lo aparente y elijamos realmente a la mejor opción para nuestro futuro, aunque eso pueda convertirse en una misión imposible.

javier_fuentes@hotmail.com

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