Un viejo chiste dice que cuando Dios hizo la repartición de tierras dotó a México con selvas, bosques, lagos, océanos, valles y muchas más riquezas naturales.
Entonces los ángeles le preguntaron: ¿Señor, por qué darle tanta preferencia a un país? “No se preocupen, para compensar esta situación pondremos como habitantes a los mexicanos”, les contestó.
Aunque exagerado, el chiste refleja una realidad sobre lo que ha sucedido en México durante siglos, aunque poco a poco esta situación comienza a cambiar.
Cuando uno viaja a lo largo y ancho de la República Mexicana se queda sorprendido de tantas maravillas naturales y también humanas que posee nuestro extenso y maravilloso país.
Hace unos días recorrimos una parte del Norte de Baja California y nos llevamos una gratísima sorpresa. Quienes viven en el centro y sur de México pensarán que esta región es inhóspita, agreste y por lo mismo paupérrima. ¡Cuán equivocados están!
En primer lugar hay que partir de la base que la geografía de Baja California es muy parecida a su vecina California que como bien sabemos es considerada la quinta economía en el mundo.
El recorrido comienza por Tecate con rumbo a Ensenada en donde las montañas rocosas se confunden con extensos pastizales de ganado así como vastos cultivos agrícolas.
El camino es sinuoso pero espectacular. Aparte de sus maquiladoras y la famosa fábrica de cerveza Tecate, en los alrededores se ubican varios hoteles con spa que son visitados por extranjeros adinerados que escapan de su rutina para descansar en medio del sol y el aire puro que circula profusamente.
Rancho la Puerta es el más reconocido internacionalmente por la calidad de sus alimentos, masajes y tratamientos para quienes desean dejar atrás el estrés, el sobrepeso y los achaques propios de la edad.
Unos cuantos kilómetros antes de Ensenada el viajero se encanta con el verdor del Valle de Guadalupe, cuyas numerosas hectáreas sembradas de vid producen año con año los mejores vinos de México.
Ahí están las firmas vitivinícolas Cetto, Domecq, Monte Xanic, Casa de Piedra, Chateu Camou, y tantas otras que han hecho famoso a este espectacular valle cuyos vinos no distan mucho de la calidad de los fabricados en los valles de Napa y Sonoma, en el Norte de California.
La mayoría de los viñedos conserva su sabor casero y yendo con tiempo es posible visitarlos uno por uno y paladear los vinos más recientes o simplemente disfrutar de una tarde fresca recorriendo la ahora famosa Ruta del Vino.
Ensenada es un puerto con sabor provinciano que para bien o para mal ha crecido lentamente a diferencia de Tijuana y Mexicali. Se mantiene gracias al turismo de fin de semana, a los cruceros y a su pesca que en algún tiempo fue ejemplar a nivel nacional.
De Ensenada partimos rumbo a San Quintín ubicado a 200 kilómetros al Sur. La travesía es muy entretenida. Muchos poblados pequeños, amplias zonas agrícolas, viñedos de distintas especies y paisajes que parecen propios del centro de México.
San Quintín es ya una potencia en producción de hortalizas y frutales como tomate y uva de exportación. Ofrece trabajo a miles de jornaleros que emigran año con año de Oaxaca, Chiapas, Michoacán y Guerrero.
Sin embargo queda mucha tierra virgen y la pregunta es inmediata: ¿por qué tantas hectáreas no se cultivan a pesar de la riqueza de esta zona agrícola?
San Quintín es una joya natural apenas descubierta por unos cuantos turistas, especialmente extranjeros, que sin hacer ruido disfrutan de sus playas vírgenes, su abundante pesca y los deportes marinos.
Esta zona como tantas otras de México avanza lenta, quizá porque los mexicanos hemos sido poco organizados y malos empresarios para explotar tantas oportunidades.
No obstante los frutos se advierten y esperamos que en diez años más el chiste inicial diga todo lo contrario, esto es que Dios puso a los mexicanos para aprovechar con inteligencia y tesón la riqueza natural de nuestro gran país.
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