Santiago Creel ha encontrado la fórmula sofista para prolongar su agonía. Confiado en que ganaría la primera votación para la candidatura del PAN a la Presidencia, propuso a sus adversarios que si perdían por más de 15 puntos declinaran; casi logró ese porcentaje, pero debajo de Felipe Calderón, por lo que se salvó de la inmolación. Para el segundo, volvió a pedirles que si era contundente la diferencia, dejaran la contienda en aras de la unidad del partido, pero cuando Calderón volvió a apalearlo, Creel dijo que como hubo mucha abstención y que había que dar oportunidad al panismo de expresarse porque ese era el ejercicio democrático, seguía en la lucha.
Patético.
Creel, uno de los secretarios de Gobernación más mediocres que ha tenido México, ahora está convertido en uno de los candidatos oficiales más lamentables que se recuerden. El presidente Vicente Fox lo quería como sucesor y Creel, político advenedizo pagado de sí mismo, se la creyó. Cuando arrancó su campaña por la candidatura panista, sus spots no hablaban a los panistas, sino a la nación en general. Explicaba que él tenía que hacer una campaña presidencial frente a rivales como Andrés Manuel López Obrador o Roberto Madrazo, puesto que la candidatura de su partido la tenía asegurada. Pero ha sido todo lo contrario.
Patético.
Ahora, en una cruzada mediática para lavar culpas y caminar en reversa sobre sus propuestas, Creel dice que faltan 16 estados donde los panistas tienen que decidir a quién quieren como candidato, y promete, como ha dicho en sus dos fracasos anteriores, que ahí sí, con el entusiasmo de sus correligionarios por él, ganará. Ya se le olvidó Veracruz, donde garantizó una aplanadora, o Puebla, donde dijo que era casi de trámite. ¿Cuánto más se necesita para convencerlo de que por más que pretenda, es un derrotado?
Él debe pensar muy diferente, pues no deja de hacer cuentas alegres que no corresponden con la realidad, con tal de plasmar su confianza de que no importa lo que sucedió, él es el hombre para la Presidencia. Si bien en términos de población falta casi el 60 por ciento del país por votar, se puede prever que los niveles de abstencionismo se mantendrán en las tasas registradas y a las cuales él adjudica sus derrotas previas. Más aún, de acuerdo con simulacros que ha realizado la empresa Bimsa, la abstención en los electores ya no es un factor que determina el resultado de una elección. Yucatán, que votó el domingo pasado en la interna, puede ser una prueba de ello. Calderón, que durante lustros ha hecho trabajo político en la entidad, arrasó a Creel, a quien se le identifica más como defensor de un sector conservador en Mérida que se encuentra enfrentado con la mayoría de los yucatecos.
Patético.
El candidato oficial de Los Pinos no quiere darse cuenta que su relación con el foxismo es un lastre, y que aunque trate de deslindarse es demasiado tarde para echar la culpa al presidente. Creel está pagando la factura que, justo es decirlo, ayudó a Fox al endeudarse con la población. La gran crítica que se le hace al presidente es que lo asustaron los machetes de Atenco y provocó el derrumbe de un Estado de Derecho; que se empeñó en meter a la cárcel a López Obrador y lo único que logró fue construir la viabilidad de su candidatura presidencial; y que no consiguió ninguna reforma importante en un Congreso con el cual se peleó frecuentemente. ¿Qué tiene que ver con Creel? Todo: fue el arquitecto de los fracasos.
El electorado se los ha cobrado. Después de haber ganado la elección presidencial en 2000 con el 43 por ciento del voto, en agosto de 2005 sólo el 23 por ciento de los mexicanos dijo que volverían a votar por el PAN. En tres años, de 2000 a 2003, el PAN perdió más de seis millones de electores en los distintos comicios locales, estatales y federales, ubicándolo como el partido que más respaldo perdió en ese periodo. De hecho, en las contiendas para gobernador, sólo ganó en Aguascalientes y en Tlaxcala, aunque en esta última con un priista que compitió teñido de azul.
Eludiendo tocar esos puntos, Creel ha insistido en que, pese a sus derrotas, él es el único con tamaños para la contienda presidencial. No se trata sólo de elegir a un candidato, les repite a los panistas en la competencia interna, sino de quién puede llegar a Los Pinos. Ese soy yo, asegura, porque ni Calderón ni Alberto Cárdenas, el tercer rival, lo lograrán. No se sabe si ellos podrían ganar una elección presidencial, pero lo que sí se sabe es que Creel, definitivamente, no.
Según Bimsa, Creel obtendría el 23 por ciento del voto en una lucha contra López Obrador (que ganaría el 36 por ciento) y el priista Roberto Madrazo (que obtendría el 24 por ciento). Si fuera Montiel en lugar de Madrazo, obtendría el priista y López Obrador el mismo porcentaje de votos, pero Creel se caería a 22 por ciento. Es decir, en ninguna de las combinaciones se acerca siquiera al ganador.
Patético.
Creel es un perdedor sistemático. Perdió el Gobierno del Distrito Federal ante López Obrador, y perdió el rumbo del Gobierno. ¿Por qué su historia tendría que cambiar? El proceso interno en el PAN muestra que cada votación profundiza el naufragio y cada vez es más lastimosa su obstinación por alcanzar la candidatura. Lo que no parece haberse dado cuenta es que es un cadáver político que no se ha dado cuenta que apesta. ¿Podrá ganar? En términos de probabilidades sí, pero aún en esa remota posibilidad, Creel no es un Ave Fénix que renace de entra las cenizas. Es, simplemente, totalmente patético.
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