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Tribuna/Tristeza por el desafuero

Esteban Zamora

Quiero unirme a la tristeza de muchos mexicanos por el desafuero de Andrés Manuel López Obrador.

En verdad, no deja de ser lamentable que los acontecimientos hayan llegado al extremo que contemplamos en la televisión el jueves pasado. El asunto empezó como un litigio entre un particular y la autoridad del Distrito Federal. Pudo haberse arreglado desde sus inicios, pero el jefe de Gobierno al recibir las primeras notificaciones del Poder Judicial se llenó de soberbia y en actitud de “a mí nadie me tose fuerte” desatendió olímpicamente los requerimientos del juez y mantuvo esa actitud durante once meses.

Es motivo de tristeza, para empezar, que la autoridad de la ciudad más grande del mundo exhiba ese desprecio por la normas que regulan la convivencia de sus habitantes.

El particular perjudicado por las obras del Gobierno del Distrito Federal recurrió al amparo, verdadero escudo contra las arbitrariedades de los funcionarios, pero López Obrador se deslizó por la entrepierna la decisión del juez, con lo que dejó sin efecto un valioso mecanismo de control de los actos de la autoridad y abrió la puerta al abuso. Y no deja de ser triste que en el México de hoy, que se inicia en la democracia y aspira a la modernidad se cometan esos excesos.

Ante el desacato de López Obrador, el Ministerio Público, en cumplimiento de una orden del Poder Judicial, presentó ante la Cámara de Diputados una solicitud de desafuero para que el inculpado quedara en condiciones de presentarse, como cualquier ciudadano a responder de los hechos que se le atribuían. No fueron las autoridades judiciales ni las del Poder Ejecutivo las que dieron origen al desafuero sino la terquedad de un servidor público que, a pesar de saber que no cumplir un mandamiento de suspensión es motivo de acción penal, se negó a acatar la decisión del juez y, por otra parte, si la Procuraduría no hubiera cumplido con su deber también hubiera incurrido en un desacato. Es verdaderamente lamentable que en México se tenga que llegar a esos extremos, es una auténtica razón para que los mexicanos nos pongamos tristes.

Como es del conocimiento de todos, el fuero se creó para resguardar a la función pública y no para proteger la impunidad. Es deplorable que haya quienes pretendan escudarse en el fuero para eludir el cumplimiento de la Ley.

La Cámara de Diputados no prejuzgó, al retirarle el fuero a López Obrador, sobre su inocencia o culpabilidad, sencillamente lo puso en condiciones de que tenga que responder por sus actos. No deja de ser aciago que se tergiversen los hechos y se trate de hacer aparecer la decisión de la Cámara de Diputados como una tajante sentencia condenatoria y más grave todavía es la falta de discernimiento de muchos mexicanos.

Es motivo de tristeza profunda que las autoridades judiciales y administrativas, que los grupos parlamentarios en la Cámara de Diputados, que los partidos políticos, instituciones que cuentan con sus respectivas oficinas de prensa, no hayan sido eficientes en informar a la opinión pública sobre la verdadera naturaleza de los hechos y se haya dejado el campo abierto a la manipulación, a la desinformación, a la más burda demagogia, al engaño que no encontró diques ni barreras y sembró la desorientación entre los mexicanos.

Es lastimoso que los sedicentes intelectuales se hayan prestado para sembrar la confusión cuando su función más evidente es la de contribuir a la claridad de pensamiento.

Es tristísimo, en fin, que estemos frente al escenario de un México dividido a causa de un incidente que pudo haberse remediado en sus orígenes pero que se utilizó mañosamente para crear la leyenda de la conspiración y del complot, para sembrar odios y diseminar rencores. La Cámara de Diputados hizo lo que tenía que hacer. Lástima que se haya tenido que llegar a esa situación pero no fue por culpa de los personajes y las instituciones a las que López Obrador acusó sin pruebas en lugar de defenderse de los cargos que se imputan.

Por todas esas razones, me uno a los que están tristes por el desafuero e invito a mis compatriotas a repudiar a los que, con su conducta, y López Obrador está a la cabeza de ellos, dieron lugar a estos actos que no deberían darse en el México de hoy.

ezamorac@prodigy.net.mx

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