La tragedia en el sureste continúa y, en rigor, se acrecienta. No obstante las muestras de apoyo, las devastaciones en Chiapas y Quintana Roo no han provocado una movilización más intensa en el país, algo distinto a la suma de acciones de solidaridad efectiva, muchas de ellas extraordinarias. Se afirma o se generaliza el desánimo, no la ignorancia o el desconocimiento de los hechos, sino el desaliento que provoca enterarse a diario de poblaciones aisladas, de enfermedades y hambres, de saqueos, de torpezas y errores desproporcionados (seamos generosos) de las autoridades. No hay asunto en México que conmueva más que este desastre agraviado por las imprevisiones, corrupciones y debilidades, ya dolorosamente inocultables. Y si se quiere una prueba mínima y máxima de lo anterior, véase cómo los otros partidos políticos rechazaron la propuesta del PRD de ceder diez por ciento del gasto electoral a los damnificados. El PRI habló de ?reasignación espuria? y el PAN se fue a fondo: ?Y es tan deleznable aquél que roba una despensa o que la limita para que se vote por un partido, como el que viene aquí a hacer estas propuestas?. (Rogelio Carbajal). Tiene razón el perredista Horacio Duarte: ?desnudaron su mezquindad?.
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En lo electoral, es muy llamativa una campaña sencillísima: ?¿tú le crees a Madrazo?/Yo tampoco?. El PRI, al parecer un tanto molesto, amenaza con juicio penal para los autores de esas calumnias (Katia D?Artigues buscó en vano a los autores y patrocinadores del anuncio). Y lo que procede, antes de la llegada de los jueces es una serie de notas:
1. En cierto sentido, no importa demasiado confirmar lo intuido: la identidad de los patrocinadores de esta ofensiva mercadotécnica. Son enemigos del caudillo moral del PRI (si usted usa el paréntesis para colocar un sic está en su derecho), y su uso de espectaculares, engomados (stickers) y carteles no es estrictamente difamatorio: sitúa al objeto del ataque bajo la luz de una certeza compartida.
2. En este caso, el sarcasmo es una colaboración del lector. Algo similar se produjo en Norteamérica en la campaña contra Richard Nixon durante los meses posteriores a Watergate. En ambos casos, todo se centra en un rasgo del sujeto en cuestión: su desprestigio previo. No se le denuncia por algo específico, ni se le lanzan adjetivos o sustantivos denigrantes, se da por sentado que el espectador ya está al tanto de Madrazo y no requiere de información adyacente, sino, tan sólo, de la aprobación de la pregunta. Tan no confía en Madrazo el lector del anuncio que ríe o sonríe ante el cartel o el engomado, y su reacción divertida garantiza el éxito de la publicidad.
3. El punto de partida de la campaña es la fama pública del candidato del PRI a la Presidencia. En este tiempo, a cada cargo en contra suya, el líder moral del PRI (va mi sic) ha respondido con cinismo rápido, como de comentarios a medias sobre la calidad del fast food. Al emblema ético del PRI (RMP) no le interesa su reputación, algo secundario en la carrera del que se considera sobreviviente de todas las denuncias e intentos de nulificarlo; lo que cuida es la fama de inexorable y de vencedor a como dé lugar.
Por eso Madrazo ?asume? (el verbo le pertenece) las consecuencias de sus traiciones sucesivas (a sus compañeros priístas en Tabasco, a sus rivales en los distintos niveles de su carrera, a su secretaria general Elba Esther Gordillo, a su contendiente Arturo Montiel). No se trata de la honradez o la probidad de sus adversarios, tan inexistente como se quiera, sino del método de eliminación: te declaro mi amigo y compañero de luchas y acto seguido te destruyo política y judicialmente si puedo. Al programa de Joaquín López-Dóriga, Madrazo fue estrictamente a decapitar no sé qué tan simbólicamente a su adversario Arturo Montiel y, con el reflejo condicional del feudalismo priísta, exhibió la cabeza de su rival ante el gentil auditorio. El mensaje fue y sigue siendo categórico: ?Esto le pasará a todo el que se me enfrente. En la política todos tienen colas que les pisen, y el único que se exceptúa de la regla por detentar el monopolizar la venta de las cabezas cortadas es su seguro servidor?.
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4. El punto de partida de la campaña a favor del desprestigio de Madrazo es la certeza de la cosa juzgada. No se duda: el señor feudal del PRI resume a la perfección la historia tétrica de su partido. Esto no exculpa ni mucho menos a los otros partidos, cada uno con su historial de bajezas y corrupciones (en el caso del Verde Ecologista, sólo con su historial de bajezas y corrupciones), pero ilumina a la perfección y con don de síntesis al caudillo de la recuperación priísta de la Presidencia. ?¿Tú le crees a Madrazo? Yo, tampoco?. No se necesita más. A la burla la ciñe el golpe de la mordacidad, y con resultados efectivos. Así, la pregunta invita a la complicidad que se obtiene al instante. ?No le des vueltas. Estás de acuerdo. Puedes no hacer nada o, si quieres vota por Madrazo, pero acéptalo: compartes mi punto de vista?.
5. ¿Quién, ante el anuncio, dice o grita: ?yo sí confío, y apasionadamente?? Sin necesidad de encuestas, es decir, sin un acto religioso de por medio, ya se sabe: nadie se escapará del juego por dos razones: a) de la manera que sea, Madrazo es absolutamente inconfiable, y b) todos, implícita o explícitamente, creen en su propio sentido del humor. ¿Quién reclama en su fuero interno, y alega: ?¡ésta es una pregunta capciosa!?? Nadie, porque la trampa publicitaria no se finca en la denostación de Madrazo, sino en que, y lúdicamente, el prestigio del líder priísta siga actuando en contra suya.
6. ¿Con quién más podría tener éxito una campaña similar? Nadie gasta dinero en aprovechar el descrédito de los candidatos del Verde Ecologista, protegidos por sus anonimatos personales. Andrés Manuel López Obrador tiene denostadores (bastantes) pero también tiene partidarios (muchísimos), y Felipe Calderón, defensor de la moral del siglo XVII, al voto del PAN le adjunta el afán de los sectores ?antinacos?, alborozados ante quien los salva del pejepopulismo. Lanzar la pregunta: ?¿Tú le crees a AMLO?? o ?¿Tú le crees a Calderón??, es impulsar en un sector la duda y en otro el rechazo, es decir, ?¿cómo voy a confiar en un mocho tan intolerante? ¿Cómo voy a confiar en un proyecto de Hugo Chávez??. Y la respuesta instantánea es por lo común ideológica.
En cambio, Roberto Madrazo Pintado no provoca incertidumbres. En menos de un segundo, la sonrisa del lector alienta el juicio sumario. ¡Lástima! Si todavía quiere ganar la Presidencia de la República, Madrazo deberá renunciar, simultáneamente, a su desprestigio, al nombre con el que se le asocia (el de Roberto Madrazo Pintado), al recelo interminable de sus compañeros de partido (?lo apoyamos, pero le conocemos?), y a la historia del PRI, año con año y fraude tras fraude. Su tarea, debe admitirse, no es muy difícil, entre otras cosas, porque es francamente imposible.
Escritor