Soñar despierto no es perder el tiempo, sino el don de una hora durante la cual el alma alcanza la plenitud.
Gastón Bachelard
Conste que no estoy copiando al Martín Luther King de todos mis respetos. ¡Caray! Yo también tengo derecho a soñar, y tal vez porque la temporada impone dulces sueños y buena voluntad, soñé que amistosos y sonrientes, Madrazo, Montiel y Doña Elba, entre uno y otro sorbito de champaña tatareaban villancicos mientras decoraban con esferas de oro -como corresponde a la “consistencia” de sus cuentas bancarias, ¡faltaba más!- un fastuoso pino que ocupaba gran parte del espacio en la reducida celda de algún exclusivo reclusorio que los mexicanos habíamos construido para los corruptos que juegan en ligas mayores.
Y he aquí que por esos insondables misterios del sueño, sin venir al caso para nada, Peña Nieto, el gobernadorcito que en este momento desgobierna el Estado de México, tan educadito él, tan boleadito; en mi sueño chacualeaba con los pantalones arremangados y los pies descalzos, en el excremento que desbordaban las tazas del los baños del exclusivo reclusorio, y que él pretendía limpiar sin resultado alguno.
No entiendo por qué razón yo me sentía feliz dentro de un sueño tan confuso. Tanto que mi propia risa me despertó y sólo después de leer un rato, volví a quedarme dormida y a soñar nuevamente. Pero esta vez el sueño no fue divertido, debe ser porque lo último que leí antes de volver a dormirme fue la noticia de la arrasadora victoria de Evo Morales para la Presidencia de Bolivia, por lo que soñé con larguísimas filas formadas por los indígenas de todo el continente, quienes masticando coca y cantando algo que decía más o menos así: “América para los genuinos americanos, América para sus verdaderos dueños” avanzaban orgullosos hacia un edificio parecido al capitolio.
¿Y los mestizos a dónde nos vamos? Preguntaba yo a Chávez -el de Venezuela- pero no me hacía caso. Esta vez desperté angustiada. El mundo está cambiando y la verdad es que yo, materialista histórica, creyente del destino manifiesto, de la cacacola y los grandes almacenes; me siento terriblemente amenazada con tanto populista en el poder. ¡Ay que miedo!
Pero bueno, me dejo de reflexiones morbosas. Estamos en Navidad y esta es una época en que lo que toca es repartir abrazos y sonrisas.
Toca agradecer y compartir. Con la familia si se deja, si no, con los amigos que suelen ser nuestra familia por elección. Toca enviar un abrazo fuerte, apretado, arropador, para todos aquellos que hayan tenido la paciencia de leer estas notas durante 2005 que junto a tantas otras cosas, es ya especie en extinción.
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