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Un baño de pueblo

Gilberto Serna

Ser pobre en este país, no cuesta nada. Es por eso que abundan. Los encuentra usted en todos los rumbos de la ciudad, sólo es cuestión de abrir los ojos. En el campo, sin necesidad de abrirlos. En inmundas barracas de adobe de un solo cuarto, que es cocina, sala, comedor, dormitorio, habita hacinada toda una familia, en condiciones infrahumanas. El piso es de vil tierra. El techo son ramas de un ocotillo, al que se le agrega un poco de lodo. No hay agua entubada, ni luz eléctrica, ni servicios sanitarios. Cuando se trata de hacer una necesidad todo el monte es orégano. El jefe de familia camina todos los días sus buenas distancias para hacer labores en los ranchos. Se levanta con el alba y vuelve ya oscuro. A veces, a lo lejos, oye un coro de coyotes aullando a la Luna. Los niños no van a la escuela por el simple hecho que no la hay en muchos kilómetros a la redonda. En la única olla panzona que la madre pone en la lumbre hierve el agua de los frijoles. Es la dieta de todos los días. La señora se hinca para moler unos granos de maíz en el metate, como lo hacían en el principio de los tiempos las mujeres, sin que, desde entonces, nada haya cambiado...

Los habitantes de la ciudad no sabemos de esas penurias. A pesar que la pobreza se aproxima a nosotros, no queremos verla. Habría que llevar a esos lugares de indigencia a las familias que manejan poderosos vehículos, habitan lujosas residencias, comen tres veces al día como Dios manda, sus niños concurren a colegios pomadosos, aquí o en el extranjero, que cobran un ojo de la cara, acuden a clubes exclusivos y se la pasan el día entero abominando de los nacos, identificados por el color de la piel. ¿Que los gringos discriminan a los mexicanos?, ¡bah¡ para eso los mexicanos nos pintamos solos. Un jacal constituye el alojamiento cuyas paredes están hechas con delgados trozos de madera proveniente de huacales, cartones y trapo, techo de láminas, en donde se va a encerrar un grupo de diputados, un líder sindical, el conductor de un programa local de radio y el dirigente de uno de los partidos políticos, dispuestos a aceptar el reto de habitarla una semana para “saber lo que es ser humilde”. (Aclaremos que estuvieron sólo de domingo a miércoles).

El gobernador hidrocálido de plano no aceptó. El presidente municipal, se “rajó” a última hora, aunque antes había dicho que sí. Se bautizó el evento jocosamente como el hermano vil o vil brother. Está ubicado en el fraccionamiento irregular Cumbres III en el oriente de la ciudad de Aguascalientes. Ahí residen los López García familia compuesta de siete miembros. Se ausentarán mientras dura la experiencia. Esto obviamente no es privativo de esa entidad. Si usted gusta asomarse a las goteras de su ciudad, en los arrabales encontrará las mismas condiciones de gente paupérrima que aún vive en el paleolítico, -la edad de piedra-. La única recomendación que recibieron es que si en la noche les da por salir a hacer del cuerpo se persignen porque hay sabandijas, arañas, víboras, alacranes y otros tipos de alimañas.

Sería algo interesante ver a nuestros políticos de acá, aspirantes a un cargo de elección popular, a los que, salvo prueba en contrario, se les puede reprochar su falta de conocimiento sobre las condiciones reales de pobreza en que viven millones de mexicanos, internarse en una colonia donde haya asentamientos irregulares. Serviría para humanizarlos un poco. Que cuando estuvieran en la choza cayera un diluvio y que vientos helados soplaran por entre las rendijas. Que comieran de lo que se cocina en esas humildes viviendas. La verdad es que no los imaginamos perdidos en esos arrabales, sus relucientes camionetas del año quedando a la intemperie, los guaruras corriendo el peligro de ser asediados por los bichos que ahí abundan. Más aún, que el dinero a su alcance para sobrevivir fuera, por unos días, lo que percibe un lavacoches. En fin, sea como sea, un baño de pueblo no le vendría mal a ninguno de los que ahora compiten en Coahuila por ocupar un sillón que quedará desocupado el primero de diciembre.

A manera de colofón diré que el jacal se convirtió temporalmente en una oficina de gestión social. El responso lo dijo el líder de la Federación de Trabajadores de Aguascalientes: fue algo inolvidable, “la verdad, creo que si alguien perdió fueron los que no vinieron”.

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