Benjamín Domínguez presentará su obra en La Laguna el próximo miércoles.
EL SIGLO DE TORREÓN
TORREÓN, COAH.- A lo lejos, un horizonte plano... como a través de una línea, se quiebran las figuras en una distorsión de la realidad vacía, propia del desierto mexicano.
Esa es la innegable influencia que Benjamín Domínguez tomó de sus raíces norteñas, de sus primeros años en Jiménez, Chihuahua y que ahora lo acompaña en cada una de sus creaciones.
Convertido en un maestro del barroco contemporáneo, Domínguez traerá por primera vez sus obras a La Laguna el próximo miércoles siete de septiembre, a las 8:30 de la noche en el Centro de Convenciones del Hotel Camino Real
Confiesa el pintor vía telefónica desde la Ciudad de México, en donde radica, que sí, aunque no directa, el desierto es una constante en su trabajo artístico.
?Llegué al barroco llenando espacios, porque Jiménez era una ciudad vacía, de niño yo recuerdo que había una ausencia total de cosas, era un lugar austero...entonces yo tengo esa necesidad de llenar páginas en blanco?.
Aunque aclara que no hay una relación directa, porque en sus pinturas no habrá desiertos en el estricto sentido de la palabra, ?sólo es una licencia poética de cubrir con elementos los espacios vacíos?.
Por eso sus personajes siempre están en un horizonte plano, e incluso están inspirados en sus propias vivencias. ?La calle donde yo vivía era como el Macondo del Norte, ahí pasaba de todo?, recuerda Domínguez haciendo referencia al libro de Gabriel García Márquez. ?Al final de la calle se ponían los gitanos y ahí pasaban largas temporadas, crecí con ellos, conocí sus costumbres?.
De ahí nacen personajes como El Mago y El Alquimista, que ha plasmado en numerosas ocasiones en una realidad que se pierde entre la fantasía.
Y es que Benjamín pinta imágenes que parecen escapar de un cuadro renacentista, pero con un elemento de la tecnología actual, que le inyecta contemporaneidad.
?Utilizo características del barroco clásico, personajes teatrales que están ahí para dar testimonio de ellos mismos, algunos tienen cámaras fotográficas como una representación de la erupción de la mirada del otro en la intimidad, un icono que refleja lo qué es el hombre contemporáneo?.
El maestro no esconde su gusto por exponer por vez primera en Torreón: ?recuerdo que de chico fui varias veces por allá y estoy contento de regresar?.
Y los laguneros podrán conocer 15 de sus creaciones, en las que refleja una ensoñación entre el sueño y la vigilia.
El análisis
La imagen barroca tiene tres valores, según explica el maestro Benjamín Domínguez.
Por un lado está la austeridad, por otro la manifestación de dolor y en el último lugar, la fastuosidad.
Y es que un cuadro barroco coloca al espectador en un ambiente renacentista; ese lenguaje clásico permite al autor adentrarse en el interior del hombre y a través de esa introspección sufrir el palpitar moderno; todo en un entorno colmado de elementos que hermosean de alguna manera la obra.
El pintor forma parte del Sistema Nacional de Creadores del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), y uno de sus trabajos como tal, fue el estudio sobre la imagen que realizó basándose en los poemas de Rafael Alberti y Mario Benedetti.
Confiesa Domínguez que antes pasó por otras corrientes, como el realismo y la abstracción, pero con ninguna se identificó como con el barroco porque así puede plasmar el espíritu conflictivo del arte moderno: ?el carácter tormentoso del hombre, esa soledad con respecto a la tecnología, esas cosas que nos rebasan como las computadoras, que nos causan conflicto porque cada vez entendemos menos, el barroco me permite comprender esa lucha entre la fe y la duda?.