En una ocasión dijo Jose Luis Borgues. También metió la pata al besarse con Martita frente a la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. Demostró su ingenuidad al pedirle a Fidel Castro, en una llamada telefónica, que no incomodara a Bush durante su visita a Monterrey. Utilizó toallas carísimas y su esposa compró vestidos de los diseñadores más afamados en el mundo. Todo eso ha hecho Fox. Y por todo eso, y otras cosas también, muchos lo hemos considerado como uno de los peores presidentes que ha tenido México.
Los mexicanos somos muy dados al espectáculo. Cuando el presidente comete una de sus torpezas, que no ha sido pocas veces, nos mofamos de él e incluso lo creemos un tonto. Sin embargo, detrás de ese primer mandatario de modos poco usuales en una persona de su importancia, existe un hombre inteligente, bien intencionado y valeroso.
Difícil situación ha tenido que enfrentar Vicente Fox. En primer lugar, le tocó gobernar con una Oposición que se opone a todo. Los diputados del PRI y del PRD hicieron muy bien su trabajo de frenar cuanta iniciativa presentó, frenando también el crecimiento en nuestro país.
Ayer nos dimos cuenta que entre los legisladores no cesa la pillería, y nuestros intereses, lejos de verse defendidos por esta horda corrompida, navegan una vez más en el profundo mar del olvido.
Es sorprendente la capacidad de nuestros diputados federales para velar por la conveniencia de sus partidos. Priistas y perredistas han convertido en una consigna contrariar las propuestas presidenciales, sin preocuparse siquiera en reflexionar sobre los beneficios que pudieran generarse con dichas propuestas. Muy sabido es que urgen en nuestro país reformas estructurales. La pérdida de competitividad frente a otras naciones y la fuga constante de inversiones, se debe en gran parte a la ausencia de cambios indispensables. Sin embargo, a nuestros diputados nada les urge, excepto la necesidad de debilitarse unos a otros por medio de una politiquería barata.
Es una ironía que el Congreso de la Unión sea la institución más desunida de México, y seguirá siéndolo mientras esos maestros de la haraganería se preocupen solamente por el propio beneficio y el de sus grupos políticos.
Fox llega a su Quinto Informe con una imagen muy desgastada. Durante años muchos lo hemos criticado por insignificantes que resulten algunos de sus errores. Sin embargo, México está en un momento como no se veía hace décadas.
El peso se ha mantenido fuerte frente al dólar. La inflación ha sido la menor desde hace 30 años, registrándose en sólo 4.6 por ciento. La Bolsa Mexicana de Valores es fuerte y rentable. Existe una verdadera división de poderes. Se dio un paso decisivo para permitir a los ciudadanos el acceso a la información pública, es decir, se transparentaron muchos procesos que antes permanecían en lo oscurito. Ha habido un combate mayor al narcotráfico en comparación con otras administraciones. Ha impulsado grandes proyectos como el de la central hidroeléctrica “El Cajón”, entre otras acciones dignas de ser aplaudidas.
Los años están haciendo justicia con Fox. No es poca cosa lograr una estabilidad económica en el país, cuando Estados Unidos acaba de pasar por una gran crisis, lo cual provocó que cerraran las puertas muchas empresas de ese país instaladas en nuestro territorio.
Hoy empiezo a creer que no me equivoqué al haber votado por Fox. Quizá Martita se quede con alguno que otro vestido comprado con nuestros recursos. Es posible que nuestro presidente se lleve las toallas al concluir su sexenio. Sin embargo, a diferencia de lo que hicieron personajes como Carlos Salinas o López Portillo, dudo mucho que Fox decida quedarse con una empresita, con alguna isla, o con el dinero de miles de mexicanos.
Apoyemos a Fox en su último año. De esta manera, estaremos apoyando también nuestro futuro.
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