El ex presidente Carlos Salinas de Gortari debe estar feliz de la vida.
Sin mucho esfuerzo durante las últimas semanas recuperó la atención de los medios de comunicación para retomar su gustado papel del político mexicano más controversial.
Salinas de Gortari dejó la Presidencia de México hace más de diez años pero por una u otra razón su imagen sigue cerca de la opinión pública a diferencia de otros ex presidentes que prefieren mantenerse lejos de los reflectores.
La razón de su reaparición en estos días patrios es muy clara: Salinas busca intervenir en las elecciones de 2006 con la intención de colocar en Los Pinos a su delfín Roberto Madrazo.
Su primera actividad pública fue en el evento “Celebremos México” que organizó Televisa en el Palacio de Bellas Artes a finales de agosto. De ahí en adelante se ha balconeado por doquier: entrevistas por televisión, toma de posesión de un gobernador, comidas, etc.
Ha recibido las más diversas reacciones, desde rechiflas y críticas profundas hasta los elogios que nunca faltan de sus amigos y periodistas incondicionales.
Salinas de Gortari es ave de tempestades. Llegó al poder en 1988 en medio de un escandaloso fraude electoral y seis años después dejó la Presidencia durante una aguda crisis política donde los mexicanos vivimos de todo: desde el levantamiento de insurgentes en Chiapas hasta el crimen de un candidato presidencial.
Veinte días después del cambio de poderes se registró en México el peor estallido económico de las últimas cinco décadas. Salinas calificó el incidente como “el error de diciembre” y lo atribuyó a Ernesto Zedillo y sus colaboradores.
Pero pocos sabían que el régimen salinista había dejado colgado al país con una deuda exorbitante en tesobonos y el Fobaproa, y un clima político turbulento.
Además de los escándalos de sus familiares, la corrupción y los abusos cometidos en su régimen, Salinas es percibido con frecuencia como un presidente que hizo grandes cambios en el país.
Sin embargo, ante cada acción aparentemente positiva, le siguieron conflictos sociales, económicos y políticos.
A su programa de Solidaridad le siguió el levantamiento zapatista; a la apertura comercial la crisis agropecuaria; a la privatización bancaria la pérdida del control de capital mexicano en bancos; y al control de la inflación una crisis financiera y económica sin precedentes.
Lo mismo ocurrió en el terreno político. Por un lado permitió que llegara al poder el primer gobernador de Oposición en la historia moderna mexicana, pero por el otro hostigó a todos sus críticos fueran de la política, los medios de comunicación y el sector privado.
A estas alturas el regreso de Salinas a la política mexicana además de peligroso para el país es totalmente innecesario. Nadie requiere de las opiniones o la supuesta inteligencia de un político que demostró su incompetencia y su inmoralidad.
Tampoco se le puede negar que participe y opine de cuanto le venga en gana porque sería darle herramientas para convertirlo en víctima y privilegiarlo con publicidad gratuita.
Salinas de Gortari encabezó un Gobierno que aparentó tomar buenas acciones, pero su origen y sus intenciones políticas evidenciaron a la postre ser perversas y contrarias al bienestar social.
Pero ello inquieta observar que a estas alturas ciertos líderes políticos y empresariales intentan convertir a tal personaje en el salvador de la política y la economía mexicana. Salinas ya tuvo su tiempo y oportunidad, su papel como ex presidente es de observador pero no más como un actor ávido de fama y reflectores.
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jhealy@diariolatino.com