CALENDARIO GREGORIANO | UNA HISTORIA DE ERRORES, AJUSTES Y CAPRICHOS
POR ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ
EL SIGLO DE TORREÓN
El tiempo, sólo una parte de la eternidad
TORREÓN, COAH.- Ayer terminó el año 2004 y hoy inicia el año 2005, o al menos eso establece el calendario gregoriano, que es por el cual se rige la mayoría de los países del hemisferio occidental.
Y es que el actual sistema de contar los días, los meses y los años es producto de importantes modificaciones a lo largo de la historia en base a los errores detectados. En tantos años, son muchos los nombres que han contribuido para conformar el calendario hoy vigente.
De tal forma, es difícil saber a ciencia cierta en qué año nos encontramos. En síntesis, la de nuestro calendario es una historia de errores, ajustes y caprichos.
Numa Pompilio
Los orígenes del calendario gregoriano los encontramos en la Antigua Roma, cuya fundación (correspondiente a 753 antes de la era cristiana) servía como punto de partida para el conteo de lo años de la llamada era romana.
En los tiempos más remotos de esta civilización, durante el legendario reinado de Rómulo (fundador de la ciudad junto con su mítico hermano Remo), el año estaba conformado por 304 días, distribuidos en diez meses, seis de 30 y cuatro de 31.
Martius (del dios Marte), aprilis (del dios Apolo o del vocablo aperire que significa abrir), maius (de la diosa Maya), junius (de la diosa Juno), quintilis (de quinto), sextilis (de sexto), september (de séptimo), october (de octavo), november (de noveno) y december (de décimo), eran los nombres de cada una de las diez partes del calendario romano antiguo.
Debido a la cortedad del año, el segundo rey de Roma, Numa Pompilio (c. 715 a. C. ? c. 672 a. C.), agregó dos meses: januarius (del dios Jano) y februarius (del dios Februus o Plutón). También adaptó el calendario al ciclo lunar al ajustar el número de días de los meses hasta dejar el año en 355.
Pero, el ciclo era aún muy breve, por lo que cada dos años se agregaba un pequeño mes de 22 ó 23 días el cual se denominaba mercedonius y se insertaba entre el 23 y 24 de februarius, incluyendo los tres o cuatro días que restaban de éste.
En suma cada año quedaba de 366 días y cuarto, lo cual ocasionaba un desfase gradual que en las primeras décadas de la República Romana (450 a. C. aprox.) se acordó eliminar introduciendo tres veces el mercedonius cada ocho años, periodo conocido como la octoetérida.
Este sistema resultaba demasiado complejo y no anulaba el error por completo, de tal forma que en tiempos de Julio César (100 a. C. ? 44 a. C.), existía ya un desfase de tres meses entre el año civil y el astronómico, por lo que una reforma resultaba necesaria.
Julio César
El astrónomo egipcio de origen griego Sosígenes de Alejandría fue quien elaboró el calendario que posteriormente tomaría el nombre de Julio César, quien lo introdujo en 46 a. C. (707 de la fundación de Roma), año llamado de la confusión, ya que se tuvo que hacer un ajuste para corregir el desfase acumulado hasta ese momento, el cual consistió en agregar a ese año más de 80 días.
El calendario de la llamada era juliana se basaba en el egipcio de la reforma de Cánope (238 a. C.). El año iniciaba ahora el primero de januarius, en vez del primero de martius. Sosígenes calculó la duración del ciclo anual en 365 días y seis horas.
Para evitar que posteriormente se presentara un desajuste, el astrónomo estableció que de cada ciclo de cuatro años, tres fuesen de 365 días y uno de 366, llamado bisiesto. Pero, como requisito, se impuso que para que un año pudiera ser bisiesto, tendría que ser divisible entre cuatro. El día adicional era añadido luego del 23 de februarius, el sexto calendas de martius, por lo que se le llamó bisexto calendas de martius, de donde viene la palabra bisiesto.
En el mismo año de la muerte de Julio César, Marco Antonio propuso cambiar el nombre del mes quintilis a julius en honor a él. Posteriormente, en 23 a. C., por iniciativa del Senado, el mes sextilis se empezó a llamar augustus para honrar la memoria del primer emperador de Roma, Octavio Augusto (63 a. C. ? 14 d. C.).
No obstante los importantes cambios introducidos por el calendario juliano, en éste persistía un error de 11 minutos y 14 segundos cada ciclo anual, ya que la duración exacta del año trópico o verdadero es de 365 días, cinco horas, 48 minutos y 46 segundos, la cual, dicho sea de paso, no es constante, ya que esa duración disminuye 0.005 segundos cada año, o sea, medio segundo cada siglo.
Diocleciano y Constantino
Los años durante el Imperio Romano continuaron contándose a partir de la fundación de Roma hasta el arribo al poder de Diocleciano (c. 245 ? 316) en 284 de nuestra era. Desde entonces, el nuevo emperador decidió que se contaran los años a partir de su subida al trono, por lo que 1037 de la fundación de Roma se convirtió en año 1 de la era diocleciana.
Los romanos tenían una forma muy peculiar de contar los días; la numeración no se usaba. Cada mes contaba con tres fechas identificadas: las calendas, el primer día del mes; las nonas, el quinto o el séptimo, y los idus, eran el 13 o el 15. La base teórica de esta división era el ciclo lunar, de tal forma que las calendas supuestamente coincidían con la luna nueva, las nonas al cuarto creciente y los idus a la luna llena.
Se dice que en 321 fue el emperador Constantino (c. 280-337) quien cambió el conteo romano al introducir la semana de siete días: lunae dies (día de la Luna), martis dies (día de Marte), mercuri dies (día de Mercurio), jovis dies (día de Júpiter), veneris dies (día de Venus), sabbath (descanso, en hebreo) y dominucus dies (día del Señor). La numeración de los días como actualmente la conocemos, al parecer fue introducida por los visigodos y no fue oficializada sino hasta tiempos de Carlomagno.
Además, Constantino intentó determinar la fecha de la Pascua de Resurrección, sucedida durante la pascua judía, la cual se databa con base al calendario lunar hebreo, y resultaba móvil en el romano.
En el primer concilio cristiano realizado en Nicea, en el año 325, se trató de dar solución al problema estableciendo como fecha el primer domingo posterior a la primera luna llena después del equinoccio de primavera, excepto cuando coincidía con la pascua judía. El equinoccio vernal se fijó en lo que hoy corresponde al 21 de marzo.
Pero el gran problema vino después, cuando se hizo evidente el error del calendario juliano, que pierde un día cada 128 años, por lo que cada vez era más perceptible que la fecha de Pascua de la Resurrección se atrasaba con respecto al equinoccio. Este hecho fue planteando la necesidad de una reforma al calendario vigente.
Dionisio el Exiguo
Durante su papado (de 523 a 526), Juan I hizo el encargo de indagar la fecha de nacimiento de Jesucristo al monje Dionisio el Exiguo (c. 465 ? 545), con el fin de tomarla como punto de partida para una era distinta a la de Diocleciano.
Luego de investigar en fuentes bíblicas e históricas diversas, el monje estudioso determinó que el Nazareno había nacido el 25 de diciembre de 753 de la fundación de Roma, de tal forma que este año se constituyó en el primero antes de Cristo, y el siguiente, 754 de la fundación de Roma, en el primer año de la era cristiana.
Este cómputo del tiempo se difundió por todo el mundo cristiano de la Edad Media y con Carlomagno (742-814) obtuvo el impulso definitivo.
Gregorio XIII
En el siglo XVI, el calendario juliano entró en crisis. El error detectado en el concilio de Nicea en 325 había acumulado desde entonces un desfase de diez días con relación al año trópico, por lo que el equinoccio de primavera ya no caí el 21 de marzo, sino el 11 del mismo mes.
Fue el Papa Gregorio XIII quien en 1582 decidió corregir el error. Asesorado por expertos como Luigi Lilio y Cristóbal Clavio creó un nuevo calendario.
Los cálculos de los dos estudiosos derivaron en establecer un día medio de 24 horas y un año medio de 365 días, cinco horas, 49 minutos y 12 segundos (26 segundos más que el año trópico), con lo que se produce un error de un día cada 134 años que equivale a tres cada 402.
En base a lo anterior, el calendario gregoriano intercala un año bisiesto cada cuatro, a excepción de los años llamados seculares (de fin de siglo) que no sean múltiplos de 400, como 1700 y 1800. Así, pues, el error inicial se reduce a un día cada tres mil 333 años.
Ahora bien, para eliminar el desfase de diez días que traía el calendario juliano, se impuso que el día siguiente al cuatro de octubre de 1582 fuese el 15 de octubre de 1582, con lo que se obtuvo un año de 355 días que se le llamó el año de la corrección.
Es así como se constituyen el calendario y la era que actualmente rigen a los países del llamado Occidente. Años de 365 días (366 cada cuatro años, a excepción de los seculares no múltiplos de 400), distribuidos en doce meses: enero (31 días), febrero (28 ó 29), marzo (31), abril (30), mayo (31), junio (30), julio (31), agosto (31), septiembre (30), octubre (31), noviembre (30) y diciembre (31). Con un conteo de años a partir del uno después de Cristo hacia delante y del uno antes de Cristo hacia atrás.
Un asunto complicado
Pero, el calendario gregoriano y la era cristiana aún presentan defectos e imprecisiones. Respecto al primero, cabe destacar la variante duración de los meses, la falta de correspondencia entre éstos y las semanas y la diferencia con el año real o trópico de 26 segundos, la que ha acumulado, desde 1582, un desfase de poco más de dos horas.
Además, los nombres de los cuatro últimos meses del año derivan de los números ordinales séptimo, octavo, noveno y décimo, no obstante que septiembre es el mes nueve, octubre el diez, noviembre el 11 y diciembre el 12. Esto se debe a que aún conservan los nombres originales que les fueron dados desde el calendario romano antiguo, el cual tenía sólo diez meses.
En relación a la era cristiana, el problema comienza al saber que no existe el año cero, ya que del año uno a. C. sigue el año uno d. C., por lo que el siglo I de nuestra era tiene 99 años y no cien.
La cosa se complica al descubrir que Dionisio el Exiguo falló al determinar la fecha del nacimiento de Jesús, si se considera que el rey de Judea, Herodes el Grande, que fue quien mandó matar a los niños menores de dos años para acabar con aquél que le arrebataría su trono, murió cuatro años antes de la supuesta fecha del nacimiento del Nazareno, por lo que éste debió haber sido alumbrado, por lo menos, seis años atrás de lo calculado por Dionisio, es decir dos años antes de que el rey falleciera luego de ordenar el infanticidio. Paradójicamente, Jesús habría visto la luz por primera vez en el año seis antes de Cristo.
Por otra parte, si el nacimiento del Nazareno representa el hecho que divide a dos eras (antes de y después de), resulta extraño que la supuesta fecha de dicho acontecimiento (25 de diciembre) no coincida con el inicio del año, el cual sucede una semana después.
Es así como resulta difícil asegurar que el año que acaba de comenzar es en realidad 2005.
Pero, tal vez no habría que quebrarse tanto la cabeza con tratar de medir el tiempo. A fin de cuentas, como dice el escritor y político romano Marco Tulio Cicerón (106 a. C. - 43 a. C.) en su obra De inventione: ?Tempus est quaedam pars aeternitatis?, o sea, el tiempo es una cierta parte de la eternidad.
AÑO NUEVO ¿EN DÓNDE?
Para la mayoría de los países del hemisferio occidental, en donde funciona el calendario gregoriano, hoy da comienzo el año 2005. Pero, para el resto del mundo, la situación es diferente debido al uso de diferentes sistemas.
- Para los judíos, el inicio del año se celebra en un día que resulta móvil en el calendario gregoriano, de base solar, ya que el de ellos es de base lunar. El conteo de los años se hace a partir de la fecha bíblica de la creación del mundo, por lo que ellos están viviendo en 5765.
- Para los musulmanes, la era inicia en 622 de nuestra era, el año en que Mahoma huye de La Meca rumbo a Medina, hecho que se conoce como la Hégira. De tal forma que en los países islámicos están viviendo en 1426. Debido a que su calendario es lunar, es difícil determinar la fecha del calendario gregoriano en que inicia el año musulmán.
FUENTE: Investigación de El Siglo de Torreón