La noche del jueves pasado, parecía que salíamos del Estadio de la Revolución manejando un nuevo automóvil, que regalaba Vaqueros a los aficionados. De pronto fuimos llamados para concursar en una prueba de lanzamientos y ahí estuvo el meollo de todo.
Es que con nuestro boleto que compramos teníamos derecho a concursar, pero las enseñanzas de Pollorena, de Tracey Stallard, de Pancho Maytorena y demás de nada sirvieron, pues si esa noche “El Duquecito” no lució, nosotros mucho menos.
Y recordamos las frases de Ramón Sotomayor Woessner, nuestra estrella de la lente, quien decía que él nunca compraba lotería porque cuando estuviera a punto de sacársela ponían letras en lugar de todos los números que pudiera comprar.
Pero se la pasa uno bien en el remozado Estadio de la Revolución, que es agradable para toda la familia, pues mientras los papás ven el desarrollo del rey de los deportes, los niños pueden entretenerse donde quieran, pues el espectáculo así lo permite.
Y todavía tuvimos tiempo de ver parte del encuentro entre el América y el Cruz Azul, donde se confirmaba lo que un día anterior comentábamos aquí sobre las posibilidades que tienen las Águilas de ir primero a la final y después a buscar el título.
Y viendo lo que hace o deja de hacer el Cruz Azul, se nos vino a la mente lo realizado por el Veracruz la campaña anterior, que después de llegar al superliderato, se consideraba tan sobrado que se daba el lujo de no presentarse a los partidos y hoy mire dónde está.