Cuando en el minuto 59 del partido Brasil-México, Pavel Pardo se disponía a cobrar un tiro de esquina y veíamos a Jared cómo le hacía señas al ?Bebé? dónde quería la pelota; acá en La Laguna todos añorábamos a Rodrigo Ruiz para que estuviera ahí, cobrando ese corner.
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Pero Pavel lo hizo perfecto. De entre las gigantes torres morenas se elevó la figura de Jared Borgetti para prender el esférico y mandar la bola hacia dentro, por un lado de Dida, el arquero imbatible y héroe de tantas jornadas en el futbol del mundo. El daño estaba causado.
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Brasil estaba herido de muerte, y a pesar de todos sus intentos por recuperarse no lo logró. México jugó uno de sus mejores partidos en los últimos tiempos. Era impactante ver cómo los esfuerzos de Ronaldinho, de Kaká y del mismo Adriano, se estrellaban uno tras otro.
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Y al principio había dudas por estas tierras. Los amazónicos, con su velocidad y sus famosas paredes parecían empezar a embrujar a los aztecas, pero éstos habían entrado concentrados, aplicados y decididos, lo demás fue esperar un gol que tanto ayudaría.
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Pocos soportan presiones tan fuertes como la que tuvo Jared. Anotó y ?El Kikín? Fonseca le echó a perder su penal. Después vendrían, un disparo estrellado en el larguero y otro detenido por Dida que se movió, pero Borgetti soportó de todo y siguió buscando su gol.
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Un aficionado, que mucho se parecía al turco Antonio Mohamed, saltó a la cancha para abrazar a Ze Roberto. Después seguirían los abrazos y las faltas de Roque Junior para Jared seguirían. México tiene hoy mucho de qué presumir con lo de Chivas y con lo del Tri.
