Si Ricardo Antonio La Volpe mantuviera su boca más cerrada, permitiría que su mente se concentrara mejor en su principal objetivo, que es dirigir bien el destino de la Selección Mexicana de futbol. Pero su personalidad lo lleva a meterse en cada problemón.
Hoy dice una cosa, ofende, arremete, insulta, y al día siguiente se desdice, se retracta y comenta que se le entendió mal, que quiso decir otra cosa. No es la primera vez que hace estos papelones, confiado en que tiene el total apoyo de los directivos del futbol.
Este tema del dopaje en los futbolistas es muy serio, debería ser tratado con atención y prontitud, pero se ha dejado crecer la bola de nieve y podría convertirse en un alud de grandes perjuicios para el futbol mexicano, incluyendo castigos en torneos foráneos.
Hoy, no es sólo Hugo Sánchez Márquez el gran enemigo que tiene Ricardo Antonio, pues le han brotado muchos más, y seguirán aumentando mientras no aparezca alguien que ponga orden en la sala y permita que la Selección tenga los medios idóneos para progresar.
Esto del dopaje de los cementeros Salvador Carmona y Aarón Galindo está pareciendo más espectacular que un gran cometa, con una cauda detrás más larga de lo imaginable. Hoy otros dicen que sí usaban sustancias para mejorar su físico y lo dicen con desparpajo.
Se escuchan voces sinceras, dando a entender que ingerir auxiliares ha sido cosa común en muchas partes. Y mientras tanto las autoridades de nuestro futbol siguen como el chinito, sólo mirando pero totalmente sordas a lo que se dice aquí y allá.