La selección de futbol de Trinidad y Tobago aparecía al inicio de las eliminatorias del Mundial como una de las más modestas. Sin embargo esta vez aportó la participación de un técnico europeo muy capaz, muy reconocido y también conocido en el futbol mexicano: Leo Beenhakker, de origen holandés.
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Ante el conjunto trinitario México tuvo su último partido eliminatorio, y aunque ya estaba calificado, lo perdió, jugando los nuestros un futbol mediocre y falto de ambición y coordinación. Eran superiores los morenos y se veían serenos, fuertes y decididos a llevarse la victoria, anhelando estar en el Mundial.
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Los nuestros, que habían llegado a Trinidad envueltos en elogios y honores, sobre todo sus dos atacantes, Francisco Fonseca y Guillermo Franco, casi fueron borrados de la cancha, y todo lo que se habló de ellos en muchos lugares de México, considerándolos non plus ultra, quedó sepultado en el partido.
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Un solitario gol de Jaime Lozano parecía suficiente para enfilarse a la victoria, pero los morenos reaccionaron y sus dos goles sirvieron para bajar de las nubes a los mexicanos. Quizá, como Ricardo Antonio La Volpe anduvo de malas contagió a sus discípulos, que jugaron mal y sin lucimiento.
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En el conjunto de Trinidad y Tobago, a lo largo de esta eliminatoria, se ha visto la mano de un técnico competente y muy dedicado a lo suyo. Él no anda buscando problemas con nadie menos con los comunicadores, a diferencia del señor La Volpe tan dado a crear o comprar animadversiones.
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Leo Beenhakker está a punto de cumplir uno de los grandes sueños de todo país, o sea estar en un Mundial. Para ello se ha puesto a trabajar solamente en lo que le corresponde, dedicando horas y días a pulir las facultades de sus jugadores, a enseñarlos a pararse bien en la cancha, aunque enfrente tengan un rival superior.