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¿Un papa latinoamericano?

José Santiago Healy

En cuanto concluyan los funerales del Papa Juan Pablo II el próximo viernes, los ojos del mundo católico habrán de enfocarse irremediablemente en la figura del sucesor.

Cerca de 120 cardenales habrán de reunirse en los días siguientes a puerta cerrada para elegir al nuevo jefe de la Iglesia Católica, hoy en día la más numerosa del mundo con 1,100 millones de fieles.

Las especulaciones comenzaron desde antes del fallecimiento de Karol Wojtyla.

Unos hablan de que la curia italiana luchará por recuperar su ancestral dominio, otros que toca al Tercer Mundo tener su primer Papa, algunos van más allá y aseguran que la sucesión fue acordada hace varios meses.

En buena parte son los rumores propios de un proceso tan delicado y trascendente como es la elección del jerarca de la Iglesia Católica, reconocido como el representante de Cristo en la Tierra.

Pero antes de hablar de nombres y posibilidades lo más importante en estos momentos es definir el perfil del Papa que se requiere para este inicio del siglo XXI.

En primer lugar hay que pensar en un Pontífice joven de ideas y espíritu. Una persona que al igual que Juan Pablo II sepa utilizar todas las maravillas de la tecnología para difundir con prontitud y efectividad el mensaje de Cristo.

Se requiere un sucesor que sea tolerante y abierto a todas las corrientes del mundo moderno que vivimos, pero a la vez muy inteligente para adaptar a la Iglesia sólo aquellas ideas que aporten valor y contenido.

Sería deseable que el futuro Pontífice provenga del Tercer Mundo en donde viven dos tercios de los creyentes católicos, pero sin menospreciar a un europeo con su amplio bagaje cultural ni a un asiático o un africano, regiones en donde la Iglesia tiene los mayores retos de crecimiento.

Hablar de ideologías sería tanto como mezclar la política en una elección de raíces religiosas. Por ello no es deseable hablar de un Papa liberal, conservador o uno de ideas de avanzada.

Tampoco si está a favor o en contra de abrir el sacerdocio a las mujeres o de eliminar el celibato entre los clérigos, estos temas van más allá que la opinión del Papa en turno.

El nuevo Pontífice tiene que estar bien plantado y firme en sus convicciones religiosas para dirigir con seguridad y aplomo ese buque gigantesco que lleva más de veinte siglos navegando sin naufragar a pesar de las tormentas y maremotos.

Suceder a Juan Pablo II lleva una dosis especial de responsabilidad, por ello podríamos ver a un continuador de su obra y tocaría al siguiente pontífice intentar nuevos cambios.

Hay varios cardenales latinoamericanos que figuran entre los papables, pero la realidad es que hablar de favoritos es tanto como mentir a la opinión pública.

La única verdad es que América es la región que concentra el mayor número de católicos en el mundo y que durante los últimos años recibió una atención muy especial.

Juan Pablo recorrió países americanos en 49 ocasiones, incluyendo siete visitas a Estados Unidos, cinco a México, cuatro a Brasil, tres a Canadá y tres más a la República Dominicana.

Pero no podemos descartar una sorpresa con los cardenales Claudio Hummes de Brasil, Darío Castrillón de Colombia e incluso Norberto Rivera de México, quien es uno de los candidatos más jóvenes con 62 años de edad y quien goza de una especial popularidad.

Entre otros posibles se mencionan a los cardenales Óscar Rodríguez de Honduras y Alfonso López Trujillo de Colombia, aunque a estas alturas sólo Dios sabe quien será el escogido.

La Iglesia Católica se juega su futuro en esta designación en donde se definirá el nuevo líder católico para el siglo XXI.

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