André Frossard en un libro publicado en 1982 titulado No Tengaís Miedo, hace una interesante referencia de lo que ha supuesto para Juan Pablo II su contacto con la enfermedad, el dolor y el sufrimiento:
Juan Pablo II es personificación de ese misterio insondable que existe en torno al sufrimiento humano. Contemplando su maltrecha situación física, surge un sentimiento de compasión hacia este Papa sufriente; sentimiento que a muchos les ha llevado a desear su retiro, sin considerar precisamente que la lúcida cabeza del Pontífice le hace ver con toda claridad que su responsabilidad al frente de la ?barca de Pedro? será hasta que Dios lo llame a su presencia, dando con ello buena prueba de que su voluntad es férrea y de que el dolor y el sufrimiento son elementos en la vida plenamente santificables.
André Frossard en un libro publicado en 1982 titulado No Tengaís Miedo, hace una interesante referencia de lo que ha supuesto para Juan Pablo II su contacto con la enfermedad, el dolor y el sufrimiento:
A muy tierna infancia Karol Wojtyla sufrió el impresionante golpe moral de la muerte de su madre: ?Aún no había hecho la Primera Comunión -relata el propio Papa en el libro Don y Misterio- cuando perdí a mi madre: tenía apenas nueve años. Por eso no tengo un recuerdo claro de su intervención, grande sin duda, en mi educación religiosa?.
Tres años después su único hermano, Edmund, catorce años mayor que él, muere en virtud del cumplimiento celoso de sus deberes como médico, contagiado por la escarlatina. La muerte de su padre, mejor amigo y confidente, le supondrá al joven Lolek una prueba aun mayor: ?Nunca me sentí más sólo? dirá en una de esas pocas autoreferencias que se le conocen en relación con los sufrimientos que ha padecido.
Ya ordenado sacerdote, posteriormente como obispo y desde hace veintiséis años como supremo pastor de la Iglesia no ha escatimado su entrega en las visitas periódicas que realiza a hospitales, para pasar largos ratos alrededor de enfermos. Inclusive recién elegido Papa lo primero que hizo fue desplazarse al hospital para visitar al obispo Deskur.
Confiesa Juan Pablo II que su contacto con los enfermos, principalmente los que se encuentran en etapas terminales, le ha servido para comprender ?que esa terrible irreversibilidad podía aceptarse no como una fatalidad, sino como señal de elección o de vocación que proporcionaba una gran paz interior y una alegría propia del hombre que descubre el sentido de la vida y el nombre por el que Dios le llama?- dirá en el libro referido del escritor francés.
Su identificación con ese mundo de los sufrientes le ha hecho que sus propias carencias físicas, agudos dolores e intervenciones quirúrgicas los lleve con auténtico sentido cristiano. Los médicos y las enfermeras que lo han atendido en el hospital Gemelli afirman no haberle oído jamás una queja.
Por todo ello es de preverse que este Papa que da muestras de una entereza impresionante frente al estricto cumplimiento de su enorme responsabilidad, no claudicará de ella por más molestias, dolores y sufrimientos que puedan acarrearle sus enfermedades, mientras su cabeza siga tan preclara como hasta ahora o mientras Dios no lo llame a su presencia.