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Un sosias

Gilberto Serna

Me he estado devanando los sesos tratando de entender cómo una persona dice cosas que no concuerdan con la realidad o se olvidan de lo que han dicho en el pasado o están convencidos de que los demás somos olvidadizos de solemnidad.

No he encontrado otra respuesta, por más que me rasco la cabeza, que se trata de dos hombres diferentes o existen dentro de un mismo hombre un par de naturalezas que se contradicen.

Uno figuró como exitoso candidato recorriendo el territorio haciendo su trabajo, en el que destacó la promesa de que habría un cambio, en tanto el otro se presentó a la toma de posesión olvidándose desde ese momento de los compromisos que habría hecho su alter ego.

Los dos lucen igual, con el mismo rostro, la estatura similar, aunque hay diferencias que se han ido haciendo patentes, la más acentuada es que el anterior usaba botas mientras el actual las dejó en el clóset.

Quizá la mayor distancia entre el de ayer y el de hoy es que aquél gozaba de una autonomía familiar que le permitía ser él mismo, estando en libertad de decidir su propio destino.

En días recientes Vicente Fox, el actual, alertó a la sociedad en contra de los mesías que pueden ser identificados haciendo campaña buscando el voto ciudadano, ofreciendo el oro y el moro, confundiendo a la sociedad diciendo que ellos tienen recetas fáciles para resolver todos los problemas.

Los tachó de populistas que regalan el dinero del presupuesto a quienes no generan riqueza. El que se dio por aludido fue el Jefe de Gobierno del D.F., Andrés Manuel López Obrador, que aprovechó la oportunidad de recordar a los mexicanos los ofrecimientos que hizo el candidato Vicente Fox, acerca de que la economía crecería un siete por ciento anual, generaría un millón de empleos cada año y no habría aumento de impuestos, si no que haría rendir los que entonces se cobraban, distribuyéndolos correctamente.

Es impensable que el Presidente no se dé cuenta que está desbarrando, pero si pensamos en los personajes de ficción Hyden y Jekyll, de Robert Louis Stevenson (1850-1894), puede suceder. No hace mucho se refería a que los mexicanos vivimos en un país de maravilla.

Es posible que el hombre que se despierta por las mañanas y se da una ducha, después de rasurarse, no sea el mismo que acude durante el día a pararse atrás de un micrófono, hablando de este país tal cual si estuviéramos en jauja, queriendo dejarnos ver un panorama nacional color de rosa.

Hay dos Fox en uno o nos lo cambiaron en un viaje de los que con frecuencia hace al extranjero. No imaginamos que sea el mismo que prometió resolver el conflicto de Chiapas en quince minutos, lo que parece haber olvidado. En su última visita a esa Entidad se dejó llevar por el entusiasmo afirmando que había desaparecido el fantasma de una confrontación armada dando por cierto que ahí las cosas han sido arregladas.

Démosle el beneficio de la duda. Dicen que todos los seres humanos, en algún lugar del planeta Tierra, tenemos un duplicado que es idéntico a nosotros.

El sosias, se designa así a cualquier persona que es el vivo retrato de otra, se hizo proverbial a partir del personaje que apareció en una comedia de Tito Maccio Plauto (¿254?-184 a. de J.C.) y en otra del francés Juan Bautista Poquelín, llamado Moliére (1622-1673). No encontramos de otra manera la razón por la que se refiere a que se está ganando la batalla en contra del crimen organizado cuando hay homicidios a pasto aun en el interior de los reclusorios de máxima seguridad.

No hay día en que no nos enteremos de la aparición de cadáveres a los que se dio de tiros arrojándolos en parajes apartados o de funcionarios policíacos acribillados en céntricos lugares. Los autores quedan en la más absoluta de las impunidades.

Lo que me hace preguntarme: ¿se ha construido un país más seguro? La pobreza ahí está aunque no se quiera voltear a verla, a pesar de que en campaña se hizo el compromiso de acabar con la dictadura de la miseria y la ignorancia.

Debo pensar en que las hiperbólicas ofertas que se hacen en campaña no son otra cosa que parte de un espectáculo preparado para engañar a los que asisten a los mítines. No esperemos otra cosa. La demagogia es algo que no hemos podido erradicar, ni ayer ni ahora.

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