No soy priista. Nunca he simpatizado con los ideales de ese partido. Me indignan las corruptelas concebidas bajo la sombra del PRI. Sin embargo, he decidido participar con mi voto en el proceso de selección interna del tricolor para elegir al candidato a gobernador.
Todo ciudadano que se precie de tal, debe acudir a las urnas mañana domingo. Este proceso será más importante aún que la jornada electoral de septiembre, pues ahora, dada la pobre presencia de los partidos opositores en Coahuila, es realmente cuando se elegirá a nuestro próximo gobernador.
Quien resulte ganador en la contienda de mañana domingo, será quien suceda a Enrique Martínez en el trono mayor.
Por desgracia, la elección priista está plagada de vicios como para garantizar que realmente sea elegido el mejor de los candidatos. En este proceso, se alzará con la victoria quien sea capaz de acarrear más gente, quien haga las promesas más populistas, quien incurra en más prácticas ilícitas. Tomando en cuenta estos requisitos, sin duda Humberto Moreira será el candidato del PRI.
Aunque muchas cosas positivas pueden decirse de su papel como alcalde de Saltillo, Moreira es lo peor que podría sucederle a nuestro estado. Esto se demuestra si revisamos sus promesas de campaña.
“Vamos a buscar en todo el mundo, empresas que vengan a invertir a Coahuila y que generen los empleos que tanto necesitamos”. Promesa más demagógica no puede existir, pues difícilmente habrá quien crea que un gobernante es capaz de buscar inversionistas en todos los países de la tierra.
Otra promesa demagógica es la que propone hacer de La Laguna “la región de desarrollo más importante del centro-norte del país”. ¿Y las demás regiones? Quizá urgido está de los votos laguneros y por eso les promete especial atención durante su Gobierno.
Moreira también nos promete “mejores cuerpos de Policía, para ello integraremos a los mejores jóvenes a esta actividad, les daremos mejores sueldos, más capacitación, mejor equipo y una sólida formación ética”. Como alcalde de Saltillo, uno de los grandes fracasos fue en materia de seguridad pública. ¿Por qué hemos de creerle entonces que ahora sí podrá emprender una mejora en este rubro?
Humberto Moreira, antes de estar preocupado por la formación ética de los policías, debería preocuparse por su propia formación a este respecto. Como alcalde incurrió en actos deshonestos. El primero de ellos, fue el haber recibido un sueldo por un cargo que no desempeñaba de tiempo completo. Además, aprovechó los recursos de todos los saltillenses para emprender costosísimas campañas publicitarias que promovieran su imagen.
La carrera política de Moreira ha sido francamente ascendente. Sin embargo, este rápido crecimiento profesional se debe más a su habilidad política que a su capacidad como administrador público.
Como delegado del INEA en Coahuila sembró fuertes dudas sobre su honestidad, pues hubo quienes aseguraban que había desviado recursos de la dependencia para la campaña de Enrique Martínez.
Al frente de la Secretaría de Educación Pública en el estado emprendió importantes acciones, como por ejemplo equipar escuelas, repartir cuadernos con la fotografía del gobernador y ofrecer desayunos calientes. Sin embargo, no cumplió con el objetivo primordial: elevar la calidad educativa en Coahuila.
En cuanto a su labor como alcalde de Saltillo, emprendió importantes obras de infraestructura urbana y logró una mejora sustancial en el servicio de recolección de basura. Sin embargo, los niveles delictivos se elevaron significativamente, así como el desempleo.
Muchas cualidades tiene Humberto Moreira, pero tiene también múltiples defectos que lo convierten en una persona poco adecuada para guiar el destino de los coahuilenses.
Este domingo acudiré a las urnas para elegir al próximo gobernador del estado, con la esperanza de que la historia me tenga reservada una sorpresa y no resulte electo el ex alcalde saltillense. Cualquiera, incluso Heriberto Ramos Salas, cuenta con mayores cualidades para convertirse en una mejor opción.
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