Uno pensaría que el desempeño de la función pública es una cosa seria. Veamos, los miembros de la comisión instructora de la Cámara de Diputados, dos del PRI, uno del PAN y uno más del PRD, en total cuatro, aprobaron por mayoría de los tres primeros el dictamen que indicaba era procedente quitarle el fuero al jefe de Gobierno del Distrito Federal. Luego los diputados del PRI y del PAN aprobaron el desafuero con una votación aplastante que la bancada del PRD no pudo impedir, menos derrotar. A partir de ese momento pusieron a Andrés Manuel López Obrador contra la pared. ¿Cómo logró recuperarse haciendo que el presidente de la República ordenara la revisión exhaustiva del cuaderno de la averiguación previa integrada por la PGR? Fue un sorpresivo viraje que algunos columbran tiene su origen en la marcha del silencio, donde más de un millón de personas se desplazaron por las calles de la metrópoli, en contra de la medida del desafuero y en apoyo del tabasqueño. Otros señalan que lo provocó el desgaste que estaba sufriendo el prestigio del Gobierno en el extranjero o bien la denuncia que hace la periodista argentina Olga Wornat en su libro Crónicas Malditas sobre un supuesto delito de tráfico de influencias de los hijastros del presidente -la oficina de la primera dama, entre otros desmentidos, señala que la Wornat, sin mencionarla, no dice la verdad al poner en boca de la madre del presidente, como de sus hijos, acusaciones contra Marta-.
Por todos los medios nos taladraban los oídos, durante un largo periodo, casi catorce meses, buscando convencer a la ciudadanía que el único interés del Gobierno Federal consistía en la aplicación estricta de la Ley haciendo prevalecer el Estado de Derecho. Hubo una costosa campaña orquestada en la pantalla chica que lo repetía un día sí y otro también. Lo que, a pesar de todo, producía el efecto contrario, tanto aquí como en el extranjero, donde existía la presunción de que era una descarada persecución política dirigida a evitar que el jefe de Gobierno del DF figurara como candidato en los comicios de 2006. Todo lo hasta aquí narrado dejó muchos damnificados que ahora reaccionan furibundos pretendiendo culpar al presidente de la pifia cometida. Uno es el PRI, cuyos diputados federales votaron por el desafuero, mostrando los dientes, diciendo que estaban dispuestos a arrostrar el riesgo de impopularidad que significaba votar a favor del juicio de procedencia. No se sabe si la decisión de participar, tanto peca el que mata la vaca como el que le agarra la pata, provino de un ajuste de cuentas del líder de ese partido, por viejos agravios referidos a Tabasco, o de un arreglo con las altas esferas del poder para obtener a cambio tal o cual ventaja política, a lo que se ha dado en llamar un arreglo en lo oscurito.
En su obsesión por obstruirle el camino hacia la candidatura a AMLO se pagó una fianza con la evidente pretensión de impedir que su ingreso a la cárcel le atrajera más simpatías, convirtiéndolo en víctima del sistema. Al devolver el juez penal el cuaderno consignado, por las torpezas en que incurrió el MP en la integración de la averiguación, los panistas, como abejas que ven en peligro su colmena, pidieron la cabeza del secretario de Gobernación por incompetente. Del PRD deje decirle que se da por descontado que López Obrador será su candidato para los comicios del próximo año. Su arrastre es innegable a partir de que se le echaron encima en montón, saliendo indemne de la refriega. De si obtendrá el triunfo o no en los próximos comicios es otro cantar.
Lo verdaderamente cierto, lo que está a la vista de todos, es que muchos fueron invitados al banquete para que al final los dejaran como novia de rancho, vestidos y alborotados. Dicho de otra manera, el presidente los dejó colgados de la brocha al quitarles la escalera en que, muy monos, se habían subido para destruir la posibilidad de un registro en el IFE. A partir de entonces esas fuerzas se han diezmado. En tanto la popularidad de Andrés Manuel se ha ido a las nubes. El costo político es innegable. La segunda parte, al volverse el drama palaciego en un vodevil de barriada, será mandar al archivo muerto del cuaderno de la averiguación penal, sepultándolo en algún oscuro rincón de la PGR. Lo que traerá como lógica consecuencia que quede sin efectos el desafuero que acordaron los legisladores. Lo que me impacta es que la palabra del presidente haga que ahora todos encuentren razones para aplaudir la que llaman salida política de un estadista, que son los mismos que o se quedaron callados o ha grito pelado pedían, levantando irascibles los puños que no se tuviera clemencia con el que estaban llevando hacia el patíbulo. Son, paradójicamente, aquellos que lanzaban vítores cuando el Gobierno alardeaba de que todo dentro de la Ley, nada por encima de ella.