Muy malas nuevas hemos tenido en los últimos días. El paso de Wilma despertó un dolor indescriptible. Pero en medio de tanta desgracia, surgió una noticia que a muchos mexicanos nos hizo lanzar un suspiro de alivio: los panistas eligieron a Felipe Calderón como su candidato para presidente de la República.
Hasta hace unas semanas, muy pobres expectativas tenía sobre nuestro futuro. Los medios de comunicación nos decían que los seguros contendientes en 2006 serían Santiago Creel, por el PAN, Roberto Madrazo, en el PRI, y Andrés Manuel López Obrador, del PRD.
Difícil resultaba optar por alguno de ellos. El PRI representa lo peor de México en su historia moderna. Y Madrazo representa lo peor que ha tenido el PRI en los últimos años, pues en él están presentes los peores vicios del partido: fraude electoral, corrupción, demagogia, impunidad. Eso y más es el precandidato priista.
El discurso de Madrazo es muy trillado. En una ocasión, mientras se encontraba en campaña para convertirse en el presidente de su partido, el tabasqueño dijo: “estamos en un partido donde lo viejo no se acaba de ir y lo nuevo no tiene la fuerza para llegar al escenario. Nosotros queremos contribuir a que los nuevos lleguen con más fuerza, un partido de nuevas prácticas, de nuevas formas”.
Eso lo dijo un político que utilizó el fraude y el acarreo para convertirse en el líder de su partido. Eso lo dijo un candidato que invitó a Elba Esther Gordillo a unirse a su candidatura para aprovechar la impresionante habilidad de acarreo que tiene en el Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación, pero luego le dio una patada en el trasero. Mal hicieron los priistas en no darle un madrazo a Madrazo. Su llegada a la candidatura del PRI es inminente. Su ambición de poder y el servilismo de personas como Mariano Palacios Alcocer, son una garantía para que los priistas sigan pagando el alto precio de ser oposición.
En cuanto a Andrés Manuel López Obrador, es preferible que el candidato del Verde Ecologista tome las riendas del país. El Peje nos asegura que él es un “rayo de esperanza” para México. Lejos de representar un mesías, el tabasqueño representa una vergüenza para los mexicanos, pues no puede decirse otra cosa de un gobernante que aprovechó su posición para promover sus propias aspiraciones, para sembrar la inestabilidad política en la nación y para cometer actos ilícitos.
El populismo ha sido su bandera, y su vestimenta la de un mártir. Muchos de los que ahora defienden al pobrecito del Peje se han olvidado ya de su amistad con personajes que ahora están tras las rejas o que deberían estarlo. Se han olvidado también que López Obrador fue un mal gobernante, pues la inseguridad en el Distrito Federal es cada vez mayor, los servicios públicos cada vez más deficientes y la pobreza urbana sigue en aumento, aunque reparta dinero a los viejecitos.
En cuanto a Santiago Creel, muy poco podía decirse para defenderlo. Además de haber sido un funcionario ineficiente, tenía en su haber negociaciones misteriosas con Televisa, lo cual representa una mancha en su carrera. Por si fuera poco, no contaba con el más mínimo carisma como para pensar que fuera capaz de convencer a un solo indeciso.
Dentro de este ambiente desolador, en el cual parecía que los mexicanos no teníamos una buena opción para nuestro futuro, surgió un líder diferente, pues su historia no está fincada en la corrupción ni en el abuso de poder.
Inteligente, preparado, con carácter y, sobre todo, con una indudable valía moral, Felipe Calderón es el mejor de los candidatos. La sabia elección de los panistas, es una buena noticia para los mexicanos. Si antes no sabíamos ni a quién irle, hoy contamos ya con una opción que verdaderamente pueda generar los cambios tan anhelados en México.
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