EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Una historia trae otra historia.../Hora Cero

Roberto Orozco Melo

Creo que andaba entre los doce y los trece años cuando por vez primera tuve en mis manos un ejemplar del “Pepín” conteniendo las aventuras de un nuevo personaje llamado Memín Pinguín: era un muchacho con caracteres físicos negroides que solía meter a sus amigos y meterse él mismo en aventuras diversas, de las cuales salían siempre felices y gozosos gracias al genio y al ingenio de aquel muchachito diferente a sus compañeros de escuela, quienes eran blancos o morenos, pero fácilmente identificables con quienes protagonizaban otra historieta en la revista que hacía competencia al “Pepín”: el “Chamaco”: Pepe, Paco y Panza...

Antes de Memín Pinguín el “Pepín” publicaba las borrascosas aventuras de un gángster de barrio apodado “Carta Brava”, interpretado por un modelo de fotos fijas llamado Roberto Romaña: un tipo bien parecido, que portaba un sombrero de ala corta a media cabeza y fotografiaba en las poses de aquellos clásicos cinturitas castigadores de los barrios bajos, donde solía hacer el bien entre los pobres. Mis hermanos, todos mayores que yo, compraban esa revista y según ellos la escondían muy bien para que no la leyera, pues no era apta para menores, sin embargo yo me daba mis mañas, en compañía de mi primo “Choto” Arizpe y tarde que temprano localizábamos el escondite, sacábamos un ejemplar a la vez, lo veíamos y luego lo poníamos de nueva y cuidadosa cuenta en el mismo sitio.

La verdad es que con todo lo sospechosas que aparentaban ser aquellas historietas, si las comparamos con las que ahora salen en el cine y la televisión, resultan más parecidas a la vida de Francisco de Asís que a la del gángster que representaban.

A propósito de gángster déjenme contarles que a Parras llegaba el Pepín cada semana, junto al diario deportivo “Esto” también lectura obligada de mis hermanos. Creo que ambas publicaciones eran editadas por el famoso coronel José García Valseca, pues todo tenía impresión en rotograbado color sepia.

“Esto”, las revistitas de monitos y el sistema de rotograbado hicieron millonario a quien después se tornó en el temible José García Valseca cuando empezó a publicar en su estado natal “El Sol del Puebla” para de ahí llenar de soles a las más importantes ciudades del país.

“El coronel” poseía un carro pullman de ferrocarril que la empresa equipaba a todo lujo dotándolo del personal necesario para dar de beber, comer y dormir al magnate periodístico.

De este influyente empresario editorial se contaban diversas y terribles aventuras: se decía que había asociado en sus empeños periodísticos a otro tipo de cuidado, el general Maximino Ávila Camacho, hermano del entonces presidente de la República y también general, llamado Manuel de los mismos apellidos. Maximino obtuvo inmensos créditos de Nacional Financiera para las empresas García Valseca, pero al uso del tiempo la palabra de los hombres valía más, en algunos casos, que los contratos jurídicos, así que a la palabra hicieron su sociedad y todo pareció marchar bien hasta que un día, en una charreada organizada por el cumpleaños del hermano incómodo, a éste le dio un retortijón de poca progenitora y murió después de haber ingerido un mole poblano, también de poca ídem...

Muy buenos abogados debió haber tenido el coronelazo y mucha corrupción habría en la Nacional Financiera y en la Productora e Importadora de Papel. (PIPSA) para que finalmente Miguel Alemán Valdés, sucesor del presidente Ávila Camacho, le perdonara quién sabe a título de qué todas sus deudas y lo recomendara para nuevos créditos. Lo cierto es que transcurrido el tiempo García Valseca se consolidó en su posición de terror de políticos e iniciativos privados, al grado de quitar y poner gobernadores, descalificar secretarios de Estado, santificar a los pocos que le cayeran bien o hubieran cedido a sus millonarias pretensiones y comprar, a precio de remate, cuanta empresa periodística exitosa hubiera.

¿Y qué tiene que ver esta “Carta Brava” con aquella otra, denominación del personaje que fue sustituido por Memín Pinguín? Solamente el hecho de haber contribuido, en principio, a la riqueza del coronelazo, mediante la publicación de sus aventuras, escritas por la señora Yolanda Vargas Dulché y dibujadas por Ramón Valdiosera. Luego, a la muerte de García Valseca, la señora Vargas y su esposo don Guillermo de la Parra, recuperaron la propiedad intelectual de Memín Pinguín, de Estrellita, de Carta Brava y de otros personajes de historieta para crear su propia editorial y obtener inconmensurables utilidades.

En estos días el Servicio Postal Mexicano decidió honrar a los caricaturistas de los años cuarenta mediante la emisión de sendos timbres postales conmemorativos, entre los cuales figura la imagen de Memín Pinguín, el simpático negrito de la historieta y ello despertó una paranoica oleada de condenas por considerar este hecho como un agravio racial contra los afroestadounidenses.

Caray, con estos vecinos del norte que no se miden ni comparan: ¿Qué va de la impresión de un timbre postal a los agravios sexuales cometidos con los prisioneros iraquíes de la reciente guerra del petróleo? Esto sí fue un crimen de lesos derechos humanos, y miren a los vecinos tan campantes, falsamente escandalizados por Memín Pinguín y tan hiperasombrados que nos amenazan con todo el poder de la Casa Blanca por la mala imagen que ofrecen nuestros modestos portes postales...

Habrase visto...

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 157185

elsiglo.mx