Hemos crecido bastante. Poco a de faltar para que nuestras ciudades se conviertan en grandes metrópolis. La antigua provincia que éramos a pegado un salto enorme hacia la modernidad. Las calles se ven atestadas de carros que se mueven día y noche. Son pocos los momentos en que hay un remanso de paz en el ir y venir de los coches. Las grandes avenidas se han convertido en trampas mortales para los peatones que se atreven a cruzarlas durante las horas nocturnas. A mayor razón si se carece de lámparas. Las avenidas se han hecho para que raudos vehículos se desplacen sin ninguna consideración para quien de manera pedestre acceda a salir de su casa. Las unidades motorizadas se han ido apoderando de las calles como si fuera un coto privado. De día los vemos moverse en el centro citadino esperando que nadie se atraviese a su paso. Los transeúntes caminan por las banquetas único lugar seguro para el que se traslada a pie, cuidándose de correr al atravesar para no ser arrollados.
El carro es el dueño de las calles por donde circula a gran velocidad. Si se trata de bulevares que recientemente han sido construidos la cosa se vuelve peligrosa para quienes no cuentan con un medio de transporte personal. Es frecuente la falta de señalamientos que impidan a los automovilistas correr a velocidades inmoderadas. Las autoridades se sienten realizadas cuando atendiendo al gran número de unidades que tupen las avenidas construyen vías de alta velocidad que, aunque no lo sean, no hay quien vigile para que se cumpla con los estándares de desplazamiento con los que deben cumplir los conductores. El peatón ha sido olvidado, ya sea que vaya caminando con sus piernas, use bicicleta o cualquier otro artilugio para ir a su trabajo o salir de esparcimiento en compañía de su familia. El único medio de transporte es el colectivo.
Estos autobuses son fabulosos animales prehistóricos que reptan por las calles citadinas, jugando carreras, pero al fin y al cabo cumpliendo con un servicio social. Los vemos moverse pesadamente provocando el susto de quienes los esperan en las esquinas pues se rebasan a cada momento aunque lo hacen con singular pericia. Avanzan unos detrás de otros pareciendo, por la prisa que llevan, que van a devorar a los usuarios. Las ciudades están creciendo olvidándose que hay personas que carecen de coche particular. De ahí que en Torreón estén ocurriendo sucesos que enlutan los hogares. El último accidente ha ocurrido en el bulevar conocido con gran ostentación como Periférico, que viene a constituir un desfogue al tránsito de vehículos cuya aglomeración ha rebasado toda expectativa. Un joven estudiante fue arrollado. Las lesiones le causaron una muerte instantánea. Otro, por las mismas circunstancias, sufrió serias lesiones.
Si usted viviera en un planeta cercano no creería lo que ahí acontece. Los responsables son los que abrieron la circulación en la rúa que las personas tienen que atravesar con gran riesgo pues se hizo apresuradamente, aunque dicen que no lo han hecho para lucimiento de lo que se considera una obra colosal, lo cierto es que basta con tener dos dedos de frente para darse cuenta que les faltó criterio. Lo que se tiene a la vista es que se construyó la autopista teniendo populosas colonias a sus orillas, que lentamente se van convirtiendo en locales comerciales, hay edificaciones como las que dan albergue a una escuela universitaria, a la que asisten jóvenes de todas las condiciones socioeconómicas. Los andarines se ven en la necesidad de “torear” el paso de los vehículos pues no hay puentes peatonales. Lo que más llamó la atención es la respuesta que dieron las autoridades pretendiendo escabullir el bulto tratando de evadir sus responsabilidades. Las víctimas: un estudiante y la conductora de un coche. Los responsables: quienes imprudentemente abrieron la vía al tráfago de autos.