La Habana, (EFE).- Aprovechando su gran parecido físico, los hermanos cubanos Bernardo y Fidel Heredia han protagonizado un insólito caso de emigración ilegal a Estados Unidos con un desenlace inesperado y doloroso.
Bernardo, de 42 años, y Fidel, de 41, se parecen tanto que con frecuencia eran confundidos en la calle desde niños.
Sus vidas, sin embargo, fueron muy diferentes.
En 1994, Bernardo abandonó Cuba en una balsa, se instaló en Las Vegas (EU), donde consiguió trabajo como taxista, sacó una licencia de piloto, se casó con María Teresa, también cubana, y tuvo una niña que ahora tiene dos años.
Fidel se quedó en La Habana, en el populoso barrio de Marianao, se casó y tiene un hijo de nueve años.
Desde hace un par de años, ambos daban vueltas a la salida de Fidel de la isla, aunque Bernardo no quería que se arriesgara en una balsa.
En la última visita de Bernardo a Cuba, en marzo, Fidel tomó la documentación de su hermano y se hizo pasar por él para salir del país.
Se dirigió a Tijuana, en la frontera mexicana con EU, y envió los papeles a La Habana con una "mula" (personas que llevan dinero y mercancía a Cuba por encargo).
Cuando Bernardo trató de regresar a EU fue detenido en el aeropuerto de La Habana.
"Cambiaron las normas de Migración en Cuba y había un registro de entrada en el país que (las autoridades) se quedaron cuando salió mi hermano", explica Bernardo en una entrevista con EFE.
"Cuando me lo pidieron, dije que había perdido el papel, buscaron en la computadora y me dijeron que ya alguien había salido con mi pasaporte", señala.
Bernardo relata que fue detenido y conducido a la prisión de emigración, donde permaneció un mes pagando 16 dólares diarios.
Al mes, "me dijeron que si firmaba una confesión podría salir, y firmé", pero "no me dejaron salir del país y se quedaron con mi pasaporte y mis documentos americanos", afirma.
"Me dijeron: tu hermano se fue, pero tu te quedas, parece un cambio de cama", recuerda Bernardo, que todavía no entiende por qué no le permiten salir.
"No hay ninguna acusación contra mí, no hay delito. Si cogieran a mi hermano podrían acusarle de suplantación, pero yo no he hecho nada, porque no hay falsificación de documentos. Ellos le dejaron salir con mis papeles", insiste.
"El hecho de que me tengan aquí como represalia es un abuso de poder", lamenta Bernardo, que no guarda muchas esperanzas de que el gobierno cubano cambie de opinión.
Tampoco ha encontrado ayuda en la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, porque no es ciudadano estadounidense.
En estos meses ha fracasado en un nuevo intento de salir del país en una balsa y no parece dispuesto a hacerlo otra vez porque "no vale la pena arriesgarse tanto. Tengo mi esposa y mi hija esperándome".
Mientras Bernardo lucha contra "la impotencia y la frustración", su hermano se ha instalado en Las Vegas con su mujer y su hija, y ha encontrado trabajo en un casino.
A Fidel le va bien, a juzgar por las fotos que ha enviado a su familia, en las que aparece sonriente y exhibiendo un moderno celular, todo un símbolo de la bonanza del emigrante cubano.
María Teresa, por el contrario, no está tan contenta. Trabaja para pagar las deudas y no se plantea viajar a Cuba para ver a Bernardo.
"Es una situación muy difícil y no tengo dinero ni para viajar ni para nada", señala María Teresa desde Las Vegas en una entrevista telefónica con EFE.
Ella dice que no sabía nada del tema porque Bernardo no hablaba de eso y se pregunta "por qué ha hecho esta locura".
Bernardo no cree que ayudar a su hermano fuera una locura, aunque reconoce que nunca imaginó que las cosas para él terminaran así: en casa de su cuñada, con su sobrino y sin proyecto para el futuro.