A MI MADRE MUERTA
Madre, madre qué amargura
qué tremenda soledad,
me hace falta tu ternura,
tu cariño, tu bondad.
Me hace falta tu regazo,
dónde irme a refugiar;
y me hace falta tu brazo,
para poderme apoyar.
Me hacen falta tus consejos
y me hace falta tu amor;
y tú, madre, estás tan lejos
sin mitigar mi dolor.
Ya no me enjugan tus manos,
las lágrimas de mis ojos;
sólo tengo sueños vanos
y camino sobre abrojos.
Ya tus brazos no me estrechan
con tu ternura ferviente;
ni vas a mi tibio lecho
a darme un beso en la frente.
Sin tu presencia mamita
está la casa vacía;
todo aquí te necesita
sacrosanta madre mía.
Pero aunque es mi dolor tanto
me da una cosa consuelo;
saber que has volado al cielo
donde no hay dolor ni llanto.
Y que, en mansiones de luz,
de Dios la presencia gozas,
creíste en Cristo Jesús
y hoy en su seno reposas.
Duerme en paz ¡oh! Madre mía
en los brazos del Señor,
y que sea mi luz y guía
el Divino Salvador.
MAYO DE 1956.