“Has visto cómo pierde su alegría una fuente ya vacía cuando el agua le faltó, es la cosa más triste de este mundo…”. Hace días, mientras escuchaba esta canción de Armando Manzanero titulada “El Ciego”, acudieron a mi mente imágenes apocalípticas que me estremecieron hasta el astrágalo. En una de estas visiones aparecía yo conduciendo mi coche rumbo a Matamoros, Coahuila. De pronto, a la orilla de la carretera, vi a una anciana que me pedía algo, pero no alcancé a adivinar qué quería.
Medio kilómetro después, una multitud había bloqueado la carretera. Yo no me detuve, y mientras trataba de seguir mi marcha, la gente golpeaba las ventanas de mi coche con sus vasos de plástico y gritaba; “¡agua por favor, nos estamos muriendo de sed!”.
Quizá sean exageradas estas visiones, sin embargo, no resultan tan descabelladas si tomamos en cuenta el inconsciente uso que damos a este preciado recurso, y el gran problema que existe en Matamoros por el deficiente abastecimiento de agua.
Hay quienes creen que el agua nunca se acabará, pero tal vez cambien de opinión al saber que únicamente el 1.6 por ciento del líquido sobre la Tierra es dulce, y la mayoría de ésta es inútil para los seres vivientes, pues se encuentra estancada en los glaciares, en los casquetes polares y en las cimas de las montañas más altas.
Los coahuilenses sabemos ya lo que significa la escasez del agua. El uso inconsciente de este recurso ha provocado la sobreexplotación de los principales mantos acuíferos que abastecen el estado. Pero ¿quién tiene la culpa de esto? Quizá alguien piense inmediatamente en San Pedro, pues de repente se ha olvidado de ordenar a las vagabundas nubes del inmenso cielo que descarguen sobre nuestra tierra su líquido bendito. Sin embargo, existen dos grandes culpables de la escasez del agua.
En primer lugar estamos todos nosotros. Si cada vez que abrimos la llave pensáramos que probablemente en un futuro batallaremos mucho más para conseguir agua, estoy seguro que utilizaríamos sólo el líquido indispensable.
El otro gran culpable de la escasez del agua es el Gobierno. Hasta el momento los funcionarios públicos han sido incapaces de desarrollar obras a largo plazo que garanticen a los coahuilenses y especialmente a los habitantes de Matamoros, el abasto continuo de agua. Cada vez que llueve, vemos con tristeza que gran parte del caudal que inunda las ciudades se pierde debido a la insuficiencia de la red del drenaje pluvial. Aunado a esto, nuestros gobernantes todavía se dan el lujo de aplazar en cada oportunidad los proyectos para resolver las fallas en el abasto de agua y para aprovechar de mejor manera este preciado líquido.
Hace unos días la dirigencia de la Cámara Nacional de Comercio de Matamoros se reunió con el secretario de Gobierno, Abraham Cepeda, para informarle de los riesgos económicos que podrían generarse en caso de persistir las deficiencias en el abasto de agua. Por desgracia, difícilmente encontrarán respuesta a sus demandas, pues el funcionario estatal ahora está más preocupado en ver si podrá obtener un fiat notarial o si puede dobletear con el bono de partida, es decir, obtener su bono como legislador y también como burócrata estatal.
Creo que en la actualidad los ciudadanos estamos más conscientes que nunca de la necesidad de cuidar el agua y eso ha sido gracias a la creciente escasez de este preciado recurso. Por el bien de todos nosotros y de las futuras generaciones, espero que nuestros funcionarios públicos sean contagiados por esa conciencia ambiental y se decidan de una vez por todas a otorgar un abasto eficiente del líquido, emprendiendo obras que frenen la sobreexplotación de los mantos acuíferos. Sé que acciones de este tipo no acarrean un gran beneficio político, pues no es lo mismo hacer una calle a seis metros de altura que trabajar en una zanja en donde nadie se da cuenta de lo que se está haciendo. Sin embargo, el beneficio social es enorme.
Es bueno que nuestros gobernantes tengan proyectos para mejorar nuestra calidad de vida, pero sería mucho mejor que estos proyectos estuvieran acompañados de acciones continuas para alcanzar así los objetivos planteados.
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