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BOGOTÁ, COLOMBIA.- El presidente de Colombia, Álvaro Uribe, visitó ayer una ciudad en medio de la selva que durante seis días permaneció rodeada por cientos de rebeldes izquierdistas que fracasaron en su intento de asaltarla y en un acto de desafío a la guerrilla prometió expulsarla de la zona.
El mandatario, acompañado por su ministro de Defensa, Jorge Alberto Uribe, y la cúpula de las fuerzas armadas, llegó a la ciudad de Puerto Inírida, capital del departamento del Guania, 700 kilómetros al este de Bogotá, en la frontera con Venezuela, que por casi una semana estuvo asediada por rebeldes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Los guerrilleros pretendían asaltar esa ciudad de unos 13 mil habitantes, ubicada en medio de una zona selvática del este del país, estratégica para el tráfico de drogas y de armas, a través de los ríos de esa región.
“Lo más importante, esos terroristas que busquen otro planeta, porque de aquí los sacamos”, dijo el mandatario en un consejo de Gobierno en el que escuchó los problemas que le plantearon los habitantes de Puerto Inírida.
Aviones y helicópteros militares bombardearon y ametrallaron durante los últimos tres días posiciones rebeldes en medio de la selva, en los alrededores de Inírida, acción que obligó a los guerrilleros a replegarse jungla adentro.
Sin embargo, los rebeldes hostigaron a los efectivos de las fuerzas militares que protegían los alrededores de la ciudad y en un ataque asesinaron a dos infantes de marina.
“Frente al terrorismo no puede haber sino firmeza, ante cada inseguridad más firmeza, ante cada ataque más firmeza, ante cada agresor del terrorismo más firmeza, hasta que los acabemos mis compatriotas”, agregó.
Uribe, un abogado de 52 años, ha hecho de la lucha contra la guerrilla y la recuperación de la seguridad sus principales ejes de Gobierno y pese a los reveses que han sufrido las fuerzas armadas en ese propósito, ha logrado reasumir el control de zonas montañosas y selváticas que por décadas estuvieron dominadas por la guerrilla o los paramilitares de ultraderecha.
El mandatario impulsa desde el siete de agosto de 2002, cuando asumió el poder, una agresiva campaña que incluye el aumento del gasto militar, del número de efectivos de las fuerzas armadas y el pago de recompensas a quienes delaten a integrantes de grupos armados ilegales.
