“¡Viva México! ¡Viva Hidalgo! ¡Viva Morelos! ¡Viva nuestra democracia! ¡Viva nuestra Independencia!”. Con gran emoción lanzó el presidente de la República estos vivas en la ceremonia del Grito de Independencia, mientras miles de mexicanos celebramos con orgullo el haber nacido en este país. Una gran alegría sentí la noche del jueves, sin embargo, un amargo pensamiento acudió a mi mente: ¿Somos los mexicanos realmente independientes?
Es cierto que desde hace casi dos siglos dejamos de vivir bajo la dominación de los colonizadores. También es cierto que tenemos nuestro propio Gobierno, nuestras propias leyes y una identidad nacional muy marcada, sin embargo, es triste reconocer que los mexicanos seguimos siendo esclavos. ¿De un pueblo extranjero? No, aunque en cierta medida dependemos de nuestro vecinos del norte. ¿De un poderoso cacique? Menos. ¿Entonces de quién? Los mexicanos somos esclavos de nosotros mismos.
Tal vez alguien piensa que exagero al afirmar que los mexicanos somos esclavos, pues actualmente es difícil ver en nuestro país a alguien que viva encadenado y que tenga en la espalda las huellas de un látigo. Sin embargo, nuestra esclavitud es mucho peor que unas simples cadenas o un golpe de látigo, pues ni siquiera nos damos cuenta que la sufrimos.
Los mexicanos vivimos esclavizados a gobiernos que sólo se han dedicado a engañar al pueblo con falsas promesas. Somos esclavos de funcionarios públicos corruptos que sólo se preocupan por sus propios intereses y que se olvidan de las obligaciones que contrajeron algún día al ser electos por el pueblo. Somos esclavos de vicios engendrados en el pasado como la corrupción, la injusticia y la impunidad. Somos esclavos de la ineficiencia de los legisladores, los cuales confunden su obligación de promover leyes que beneficien al pueblo, con la de entablar discusiones con fines partidistas.
Somos esclavos de un sistema fiscal que busca remediar la deshonestidad de los políticos con la imposición de altas contribuciones. Somos esclavos de la esperanza de tener un mejor país y un nivel de vida más alto, pero que no se podrá lograr mientras sigamos permitiendo que un grupo de políticos siga truncando el desarrollo de México. Somos esclavos de nuestra pasividad e indiferencia hacia la forma en que proceden quienes nos gobiernan.
No hace falta ir muy lejos para demostrar esta esclavitud de la que hablo, ya que en nuestro Estado se están presentando una serie de acontecimientos que nos recuerdan la intención de los gobernantes de aprovecharse del pueblo.
Usted y yo trabajamos todos los días. Nos descuentan una barbaridad por concepto de Seguro Social, cumplimos con el pago de los impuestos y echamos mano de nuestros ahorros para pagar el predial y la tenencia del automóvil. ¿Y qué recibimos a cambio? El Gobierno realiza obras para mantenernos con el pico cerrado, pero en realidad esas obras no generan el beneficio que deberían. Se gasta una millonada en equipamiento de aulas, y se deja a un lado la calidad de la educación. Se hacen grandes bulevares, no para aliviar el tráfico, sino más bien para elevar la plusvalía de los terrenos del gobernante en turno. Y mientras estas obras se llevan a cabo, los funcionarios incurren en la desfachatez de utilizar nuestro dinero para promocionar su propia imagen, poseídos por una desmesurada ambición política.
Es triste, pero el futuro de Torreón y de nuestro Estado depende de la voluntad de unas cuantas personas y no de todos nosotros. ¿No es ésta una forma de esclavizarnos?
Mientras nosotros permanezcamos indiferentes hacia la forma en que proceden nuestros gobernantes, seguiremos condenados a una esclavitud eterna. Usemos nuestro voto y nuestra voz para liberarnos de todo aquello que ahora nos encadena a una realidad en donde abundan las carencias y las injusticias. Sólo así podremos gritar ¡Viva México! ¡Viva nuestra Independencia!
