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Vivir ?de prestado?

Manuel Saduño

La función de finanzas es tan simple ? y a veces tan difícil ? como conseguir los recursos al más bajo costo posible y asignarlos en donde rindan más. El problema se presenta cuando el empresario quebranta esta regla y se endeuda más allá de los límites prudentes, corriendo el riesgo de llegar a ceder el negocio a los acreedores.

Recordemos el ejemplo más reciente - y más extremo - que vivimos todos en 1995, año posterior a la devaluación, en el que a muchos de nosotros el evento nos tomó por sorpresa y endeudados. La dificultad en sí no fue tanto por el tamaño de las deudas, si no porque las tasas de interés se dispararon sobrepasando los tres dígitos. Entonces sí que ?no alcanzaban los vivos para enterrar a los muertos?. No había flujo de caja suficiente que consiguiese cubrir los altísimos intereses y los pagos de la deuda principal. Y todo ello agravado ante la falta de liquidez en el sistema monetario, las ventas en picada, la pérdida masiva de empleos, la fuga de capitales, etcétera.

Recuerdo algunas reacciones que se presentaron, por parte de las empresas y las personas, ante la peor crisis que hemos vivido en decenas de años:

- Los que lo afrontaron con valentía... y con ahorro. Seguramente unos cuantos del total de los deudores.

- Los que se declararon en quiebra ? aprovechando las fisuras de la Ley - por que para ellos era ?buen negocio? dejar de pagarle al banco y al proveedor.

- Los que llegaron a un acuerdo con sus acreedores; y varios de ellos los cumplieron, otros no; y algunos, todavía después de diez años de esa catástrofe, andan tratando de finiquitar el compromiso.

- Los que, ni queriendo, pudieron pagar y cerraron su negocio.

- Los que huyeron del país - con o sin dinero ? y los que lo hicieron por la puerta falsa de la vía del suicidio.

- Los que se aprovecharon del tristemente célebre FOBAPROA.

A decir de los expertos en la materia, el límite conservador de endeudamiento es de un tercio; es decir, pedir dinero prestado hasta el 33 por ciento del total del pasivo. Y que la posición agresiva es la de irse hasta un 50 por ciento y 50 por ciento. Lo que representa decir que el negocio es mitad nuestro y mitad del acreedor.

Infortunadamente para algunos deudores estos parámetros los incumplen por ?razones? y desacertadas creencias. Veamos algunas de ellas:

- Por la concepción personal del riesgo. Un maestro de finanzas me decía al respecto: ?deber mucho dinero o deber poco, es de acuerdo con la disposición personal hacia el riesgo. Es como preguntarse: ¿quiero dormir bien, o comer bien?

- Por el argumento de que el dinero está barato o disponible. Y el problema se presenta cuando el destino del préstamo se va al gasto corriente o a proyectos estériles que no alcanzan a pagar el rédito, y mucho menos el principal.

- ?Por que me lo ofrecieron... y no pude decir que no?. El atractivo de ?tener? dinero ajeno nos puede cegar y llevarnos a una posición de alta contingencia deudora.

- ?Como no me alcanza el flujo de efectivo pido prestado, en la esperanza de que las cosas se compongan?. Y a veces esto no sucede, y se cae en una situación de vivir ?de prestado?, renovando y renovando los pagarés... ?pateando la pelota para adelante?, diríase en el lenguaje popular.

- Para aparentar lo que no se es y lo que no se tiene. Son unos costos y unos peligros muy estúpidos, y todo por ?¿el qué dirán??.

El uso del crédito es conveniente ? y necesario ? cuando cumple con la esencia de la función financiera, arriba enunciada. Y cuando se quebrantan estas normas las consecuencias son fatídicas. Puesto que las reglas de las finanzas son como las de la aritmética: no negociables.

Al infringirse las reglas financieras el negocio se desenfoca, y se empieza a ?trabajar para el banco o para otros acreedores?... al menos así lo decíamos, en otra de las crisis, cuando las tasas de interés se fueron al 170 por ciento anual.

Debe haber un juicioso equilibrio entre el dinero propio y el que se pide prestado. Y, todavía más, tiene que usarse en un activo o en un proyecto cuya rentabilidad supere el costo del capital solicitado a terceros. Asimismo con una estrecha relación de causa y efecto. Aquél que pida prestado, tan sólo para aplazar la agonía de su negocio, entonces mucho peor será su muerte.

Opino que, así como ?a todo cargo corresponde un abono?, debería decirse ?que a toda deuda debe concernir un activo que genere la rentabilidad para pagarla?... y más que eso todavía.

?Las deudas son la esclavitud de los libres?

Publio Sirio.

El autor es Consultor de Empresas en Dirección Estratégica. manuelsanudog@hotmail.com

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