Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería
Bismark
Parece que la nota de la semana pasada sobre el senador enamorado molestó a un lector quien mediante correo electrónico y seguramente en defensa propia, me informa que soy una vieja “brona”; lo de vieja lo acepto aunque no se me puede culpar por ello, en cuanto a lo de “brona” si piensan ustedes en la Gordillo verán que yo resulto una hermanita de la caridad.
Menos mal que no faltó quien por el mismo medio, me felicitara y me hiciera saber que me quedé corta.
Después de un severo ajuste de cuentas con mi conciencia, ratifico lo dicho: ¡Qué poca la del senador!
Dicho esto, paso a ocuparme del tema de hoy. Como ustedes ya saben, no fue el affaire con la becaria Lewinsky sino el hecho de negarlo lo que le ganó el descrédito y la humillación del juicio público a Bill Clinton.
Por mentiroso echaron también a Nixon de la Casa Blanca. Si a los mexicanos se nos ocurriera ponernos en ese plan, no sé si quedase alguien por ahí para tirar la primera piedra.
Vivimos en un mar, ya no diría de falso testimonio, sino de mentira existencial. Pero bueno: ¿Usted votaría por un político que dijera la verdad? ¿Se imaginan la que se armaría si Martita en lugar de repetir “aquí estoy, trabajando intensamente por los niños, por las mujeres...”, nos dijera que probadas las mieles del poder compartido, le encantaría aferrarse con el poder total?
¿Se imaginan a López Obrador confesando públicamente que la amenaza de desafuero ha resultado una eficientísima estrategia para arrancar con ventaja su campaña presidencial?
¿Se lo imaginan reconociendo que lo mejor que le puede pasar es que lo metan a la cárcel y una vez convertido en mártir, asegurarse la simpatía natural que siempre provocan las víctimas?
¿Se lo imaginan obsequiando ciento cincuenta kilómetros de libros en lugar del equivalente en listón que se compró para elaborar los moñitos antidesafuero, más las cinco mil mantas, banderines, calcomanías, pancartas, discos, camisetas y pendones que pagados con dinero del contribuyente, acabarán convertidos en contaminación y basura?
Pues ni se lo imaginen porque no lo veremos. Sabedor de que toda mentira repetida miles de veces acaba por convertirse en una verdad “evidente”, L. Obrador insiste en que “Primero los pobres”.
Está bien, después de todo sería imperdonable que sin ningún entrenamiento nos pusieran de cara contra la verdad.
Por ahora nos parece suficiente conque haya quién se preocupe de elaborar mentiras menos indignas que las que nos recetan los priistas.
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