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Adrián Martínez Morales

UN DURO Y ETERNO CAMPEÓN...

El recuerdo del boxeo guarda entre sus más destacadas historias la de un duro y caballero boxeador de la primera mitad del siglo XX; las más grandes figuras de antaño y los presentes pesos completos quisieran conseguir lo que Rocco Francis Marchegiano hizo, ser el único en retirarse sin conocer la derrota.

Rocky Marciano, como decidió llamarse en 1947 cuando se volvió profesional, será distinguido por sus oponentes y por quienes tuvieron el privilegio de verlo combatir, como un verdadero caballero, destronó a los más grandes campeones de su época y será conocido como el gran campeón blanco de los pesados.

No confiaba en los bancos y nunca cobró en cheques, viajaba con el dinero en papeles y hacía ver su suerte a los oponentes, no por nada impuso una marca de 49 victorias por la vía rápida de manera consecutiva.

Rocco no fue el más pulcro de los boxeadores, quizás hasta como carente de técnica fue calificado, sin embargo le sobraba corazón, no fue una ni dos, sino varias las peleas que sacó a flote gracias a su entrega y persistencia.

Era una constante para Marciano terminar las peleas más dañado que sus propios rivales, así como se caracterizó por ser una máquina de tirar golpes, fue también el costal preferido de sus contrincantes, más de tres le dieron más golpes de los que recibieron, pero tenía una resistencia a prueba de todo, a prueba del más feroz boxeador, parecía un costal de papas, nada lo hacía desistir y aún así totalmente golpeado sus fuerzas no menguaban, tenía las reservas suficientes para sacar los puñetazos certeros y su típico gancho de derecha que hacía caer incluso a los más pesados.

Nacido en el estado de Massachusetts, Estados Unidos, en 1929, Rocco Francis inició en el boxeo desde los 14 años, tras cuatro años entre los amateurs bajo el nombre de Rocky Mack, ingresó entre los profesionales sin haber cumplido la mayoría de edad, a los 20 años ya quería dejar los guantes y no por falta de resultados, ya que sólo conocía los triunfos, sino por la paliza que le dio a Carmine Vingo y que lo dejó en el límite de la vida; su rival siguió con vida y Rocky siguió en pos del título mundial que abrazó por primera vez en 1952, fueron sólo cuatro años más los que siguió en los cuadriláteros antes de despedirse encumbrado en una carrera sumamente corta.

Rocky conquistó el cetro mundial venciendo a Jersey Joe Walcott en septiembre de 1952, un combate épico, digno de un guión de película, las tarjetas estaban en su contra cuando en el decimotercer asalto pudo enviar a Walcott a la lona sin que volviera en sí.

Un pleito de los que solía protagonizar, encarnizada y eterna pelea, llovieron golpes entre dos grandes de la historia.

Seis veces defendió su título con hombría, seis veces lo retuvo. Una de ellas se efectuó el 17 de junio de 1954, el rival Ezzard Charles le había dado una tunda como nadie más fue capaz, el drama se vivía en la arena y se presagiaba su primer descalabro, dramatismo puro en su esquina, veían cómo su rostro se desfiguraba y a raudales chorreaba sangre, su nariz estaba en pedazos, parecía inminente, el cansancio hacía presa de Rocky, esa cualidad oculta y poco apreciada de soportar el más terrible castigo y tener una condición física fuera de serie hicieron a Marciano volver.

Mientras trataban de volverlo a la vida en el descanso entre un episodio y otro, dijo a sus seconds que sólo necesitaba un round más. Aquel peleador de los pesados sin ser el más robusto recogió fuerzas de su corazón y cobró una víctima más, atacó a Charles a su estilo repartiendo y recibiendo, sus ganchos fueron letales y consumó un triunfo más, el más cercano que tuvo de ser derrota.

Ese como casi todos sus pleitos fue de acabar al rival con la insistencia de sus golpes y la certeza de los mismos, quizás no era el más fuerte y no terminaba con los oponentes de un solo golpe, pero los molía a puñetazos hasta enviarlos a terapia intensiva.

Rocky siempre fue criticado por su burdo estilo de pelear, su guardia izquierda la adelantaba demasiado y por lo mismo recibía mucho castigo, pero así tenía medidos a los contrarios, no lucía en él la finura del boxeo, mas sí la pasión de cada entrenamiento.

Aunque su apariencia era de roca su interior era de miel, así lo sentencian dos grandes capítulos de su trayectoria; en 1951 no supo festejar su triunfo ante su ídolo de juventud Joe Louis el gran ?Bombardero Café?, a quien se le considera el mejor campeón pesado de toda la historia por sus 11 años como campeón reinante, aquella noche Rocky lloró al vencer al viejo héroe.

Una segunda ocasión en que su corazón afloró fue en 1955, durante la pelea ante Archie Moore parecía poseído por la vitalidad de sus golpes, repartió castigo hasta dejar tendido en la lona a su enemigo, decretado el triunfo fue él mismo quien ayudó a levantarse a Moore.

Como estos gestos fueron incontables los del gran campeón blanco; un entregado del boxeo, no el mejor de la historia, sí el único invicto entre los pesados y quizás también el de coraza de piedra y corazón de miel. Inesperadamente en 1969 la muerte encontró a Marciano en un accidente de avioneta.

Correo: vozdeportiva@yahoo.com.mx.

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