Karol Wojtyla fue elegido con 99 votos en el octavo escrutinio.
Ciudad del Vaticano, (EFE).- A las 16.17 horas GMT del 16 de octubre de 1978 salió de la chimenea colocada en la capilla Sixtina la fumata blanca que anunciaba al mundo que había un nuevo Papa. Veintiséis minutos después el cardenal Pericles Felici comunicaba que el nuevo Pontífice era el cardenal Wojtyla.
"Habemus Papam", dijo Felici. Tras pronunciar el apellido Wojtyla la mayor parte de los católicos del mundo quedaron desconcertados. ¿Quien es Wojtyla?, se preguntaron y algunos llegaron incluso a afirmar que se trataba de un cardenal africano.
Y es que casi nadie había oído hablar de él, entre otras cosas porque venía de un país comunista, "lejano",-como dijo él en su presentación al pueblo católico-, cerrado al mundo occidental.
Ese "extraño" al que pocos conocían, unos minutos después de haber aparecido en el balcón central de la basílica vaticana ya se había ganado a los romanos, habituados a papas italianos durante siglos y siglos.
Y es que Karol Wojtyla, de 58 años, de aspecto atlético, que había decidido tomar el nombre de Juan Pablo II en honor de su antecesor Juan Pablo I, pasaba a convertirse en el primer Pontífice no italiano desde el holandés Adriano VI (1552).
Aunque el cónclave es secreto, un cardenal contó después que Karol Wojtyla fue elegido con 99 votos en el octavo escrutinio.
Siempre según ese purpurado, ya fallecido, el cardenal de Cracovia obtuvo 11 votos la mañana del lunes 16, en el sexto escrutinio; 47 votos en el séptimo y 99 en el octavo escrutinio.
El cónclave para elegir al sucesor de Juan Pablo I, muerto 33 días después de ser elegido, comenzó el 14 de octubre de 1978.
Según contaron algunos cardenales, los purpurados más votados en las primeras votaciones eran los italianos Giuseppe Siri y Giovanni Benelli.
Los miembros de la Curia apoyaban al cardenal Siri, el "león" de Génova, ya aspirante a Papa en anteriores cónclaves, mientras que Benelli era apoyado por los latinoamericanos y paquistaníes.
Se llegó a una situación en la que era imposible elegir Papa a uno de ellos, por lo que los purpurados pusieron sus miradas en uno no italiano, que supusiera un cambio en la Iglesia.
Todas las miradas cayeron en Wojtyla, que a punto estuvo de no poder entrar en el cónclave.
Y es que, según se supo después, Karol Wojtyla había decidido la mañana de ese miércoles visitar el santuario de la Mentorella, a unos 50 kilómetros al este de Roma, y cuando regresaba al Vaticano, a primeras horas de la tarde para entrar en el cónclave, se averió el automóvil en el que viajaba.
El motor del turismo se paró y Wojtyla, reloj en mano y nervioso por no llegar a tiempo, no sabía qué hacer.
Las dudas le duraron pocos minutos. Karol Wojtyla se fue hacia una carretera cercana y se puso a hacer autostop.
Paró un autobús de línea que le llevó hasta la cercana localidad de Palestrina. Allí pudo tomar otro automóvil y llegar al Vaticano con el tiempo justo para entrar en la Capilla Sixtina.
Algunos dicen que el futuro Papa llegó puntual, otras fuentes aseguran que con un "ligero retraso".
Karol Wojtyla fue el elegido e hizo caso al cardenal primado de Polonia, Stefan Wyszynski, que le dijo en la mañana del día 16: "si te eligen, te ruego que no te niegues".
El "miedo" de un principio de poder decepcionar a los romanos por no hablar bien el italiano desapareció inmediatamente, ya que los capitalinos le acogieron como uno más desde el primer momento.
Han pasado casi 27 años desde que aquella tarde noche del 16 de octubre de 1978 les dijo: "se mi sbaglio, mi corrigerete" ("corregidme si me equivoco"). La respuesta fue "te queremos".
Durante estos años se lo han demostrado.