El cardenal Joseph Ratzinger es el nuevo Papa, y con su elección se ratifica la imposición de una línea conservadora en el Vaticano. En general, el mundo católico recibió bien esta designación, y en todo caso celebró que hubiera humo blanco para asegurar la continuidad de los destinos de la Iglesia.
Sin embargo, sectores importantes de esa religión, y otros que no pertenecen a ella, han expresado su desencanto, pues aseguran que deben darse cambios rápidos y a fondo. Otro de los cuestionamientos sobre el nuevo Papa es su trayectoria sacerdotal, y más aún su gestión como cardenal, ya que sostuvo posiciones alineadas a un conservadurismo a ultranza y combatió a fondo la histórica y renovadora tendencia de la teología de la liberación, tan vinculada al cambio social y la defensa de los pobres.
Por otra parte, se afirma que Ratzinger es el “Cardenal No”, porque siempre ha manifestado un voto contrario a los avances doctrinarios, como es el caso de una mayor presencia de la mujer en la Iglesia del siglo XXI. Asimismo, cuando se han revisado los indignantes casos de pederastia ocurridos en el seno de la Iglesia, su respuesta ha sido tibia y no rotundamente condenatoria, como debió haber sido por tan bochornosos actos de un número significativo de sacerdotes y altos jerarcas del clero.
Queda claro que este papado será transitorio, lo que nosotros interpretamos como de acomodamiento de la estructura eclesial; asimismo, de análisis de los problemas y retos de estos tiempos, como la falta de sacerdotes, el incremento de feligreses en otras religiones y sectas, y otros muchos asuntos vitales y prioritarios —pero a la vez riesgosos— que esperan una definición a fin de que el catolicismo se reposicione y avance.
El nuevo Papa inicia su ministerio con la arrolladora memoria de Juan Pablo II, por lo que seguramente aprovechará su popularidad, pero también irá buscando un estilo personal. Sabemos que es un hombre muy preparado, con maestrías y doctorados por doquier, un buen manejo de idiomas, especialista en teología, pero además apoyado por organizaciones alemanas que disponen de muchos recursos económicos para proyectarlo mundialmente.
Sus primeros mensajes han sido de tolerancia y apertura. Muestra de ello fue su promesa de no imponer sus propias opiniones y escuchar a todos sin distinciones. Ojalá que esta postura se refleje en los hechos, e incluso se sienten nuevas bases doctrinarias acordes con los nuevos tiempos, porque de lo contrario habrá regresión en todos los sentidos.
Para salir avante, Benedicto XVI tendrá necesariamente que sacudirse a una burocracia eclesial pasiva y conformista de la que ha formado parte durante los años recientes, al grado que al entrar al Cónclave se aseguraba que era el favorito. Esto auguraba, según ha ocurrido en muchos casos, que fracasara en su intento de convertirse en Papa.
No obstante, ocurrió lo contrario, y a partir de esta realidad sería deseable que aprovechara el gran conocimiento que tiene de esas estructuras milenarias y las convierta en catapulta para los cambios urgentes e indispensables que esperan millones de católicos y el mundo en su conjunto.
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