A diferencia de otros niños que se encuentran en las plazas públicas de la ciudad, con huaraches de plástico y pantalón deportivo y un vaso de plástico en la mano, Alma Cristina pasea por las calles del Centro Histórico de esta ciudad con un suéter. Sin frío y sin pena, pide dinero a los transeúntes ?para comer unos tacos del puesto?.
Alma Cristina tiene apenas ocho años de edad y no sabe en dónde vive, sólo dice que se va con su papá y la lleva a su casa; su padre es uno de los artesanos que vende pulseras de chaquira y el dinero que gana es para mantener a los ocho integrantes de su familia.
Esta pequeña se encuentra en la calle porque simplemente le ?gusta estar? mientras entra a la escuela y en tanto su padre vende algo en el puesto de artesanías. Su llegada a estas calles es a partir de que se ve el sol por las mañanas, y se va cuando ya no hay gente en la plaza.
Su apariencia es de cansancio, su mirada es triste, sin rumbo fijo; viste un pantalón tipo pants y una sudadera delgada con la imagen de una gatita.
Sucia, de días de no bañarse con unos huaraches que no cubren la mugre de sus pies como si los hubiera pintado de negro, esta niña pasea por los rincones del primer cuadro de la ciudad.
En algunas ocasiones entra a los comercios, principalmente donde venden comida, en donde siempre es despreciada por quienes atienden el negocio, ya dicen que no les da buena imagen para quienes van consumir en estos lugares.
En la calle sólo contempla a los niños que van acompañados de sus padres con algún antojito, con sus cálidas chamarras o un juguete en la mano, tratando de comprender por qué ella y sus hermanos se encuentran así y por qué sus padres no están con ellos.
Al respecto, Alma Cristina dijo que su mamá se encontraba en casa con sus cuatro hermanos grandes y que su padre es el que trabaja vendiendo artesanías para subsistir y estar por un tiempo en la capital del estado. En cuanto a sus hermanos más grandes, comenta que ya salieron al rancho en donde los esperan.
Al cuestionarle sobre qué recibió en la Navidad, expresó que nada, pues nadie le había regalado y que esa noche, a diferencia de muchos hogares en donde se preparan cena y bebidas para estar alegres, ella simplemente se fue a dormir esperando que el Niño Dios se acordara de de ella y que llegue a su casa, ya que por lo regular a los niños de su barrio nunca llega.
A esa colonia no llegaron los dulces ni los regalos, tal vez porque el Niño Dios no sabe en dónde queda su casa o simplemente porque el Niño Dios sólo lleva juguetes a los hogares cuyos padres tienen un trabajo o aquellos que lograron conseguir algo para regalarle a sus hijos.
Comentó que sólo alcanzó ?volo? o sea unos cuantos dulces que le llevó una amiga a su casa por ser Navidad, mismos que terminó de inmediato.
Esta vez ni los políticos alcanzaron a llegar a esta colonia, a pesar de que varios diputados y algunas instituciones privadas y de asistencia social repartieron juguetes y regalos en algunos asentamientos de la ciudad.
Sobre su esperanza para el año que apenas inicia, dijo que carece de ella; sólo espera regresar a su casa en Fresnillo, Zacatecas, en donde indicó que estudia en la escuela Ford 56 y que cursa el tercer año de primaria.
El contraste es por demás evidente: mientras esta pequeña se conforma con un helado de fresa, otros niños a su misma edad desean la muñeca de moda o los pantalones como los de la cantante juvenil y en muchas ocasiones estos niños exigen o piden a sus padres estos artículos mientras muchos más sólo requieren zapatos y alimentación.
Tal como le sucede a Beto, un pequeño de diez que años se encuentra por las calles vendiendo vasijas para maceta, que no sabe ni cuánto cuestan. Sólo quiere un billete de 50 y uno de 20 por la más grande.
A este menor, a diferencia de Alma Cristina, el Niño Dios o sus padres sí le compraron zapatos y un carrito, con lo que quedó conforme.
Este pequeño que vende macetas no sabe contar dinero, a pesar de que mencionó estar en quinto año de primaria y que no se sabe las ?tablas?, pero sí que quiere que le compren sus macetas: las más chicas a diez y a 15 pesos.
A pesar de que se le insistió para que proporcionara más datos, el pequeño se rehusaba y decía las cosas en voz baja, para que no se escuchara.
Dijo no tener frío, ya que se levanta muy temprano para salir a las calles y pedir dinero para comprarse una sopa instantánea, así como dulces y helados, según lo que venda. Para este año no espera nada más que poder comprar dulces con el dinero que gana.
Las macetas que vende en la plaza las moja con agua de las fuentes para que se vean limpias y las llena de tierra de esos jardines para que los compradores se den cuenta para qué son estos recipientes.
Indicó que tiene dos hermanos: una que ya se casó y otro que es más grande que él; señaló que su madre se encuentra en casa y que su papá está trabajando, aunque no especificó dónde; sin embargo, comentó que vive en la colonia Zarco, atrás de las vías, a donde llega a dormir junto con sus padres después de una jornada de trabajo en la Plaza de Armas.
Estos pequeños se sienten excluidos del progreso, ya que denotan el atraso económico en que se encuentran sus padres; en el caso de Alma Cristina, no sabe de la ilusión de la Navidad, de recibir un poco de alegría en estos días en donde la mayoría de la gente promueve el amor al prójimo.
Alma Cristina no sabe de los Reyes Magos ni de buenos deseos; para ella todos los días serán iguales. Al igual que muchos niños que viven en las colonias de la periferia, se pregunta en dónde está el Niño Dios y que si se supone que todo lo ve por qué no los ve a ellos y no les llevó nada esta Navidad.
Desconcertada, Alma Cristina no sabía que los tres Reyes Magos también traían regalos; cuestionó en dónde le tenían que pedir y de dónde venían, ya que para ella ni la ilusión de la Navidad ni la de los Reyes Magos existen en su memoria.
Sólo observa las sobras de comida de otros niños, que los padres sí tienen para comprarles una pelota o un juguete para jugar un rato mientras sus padres trabajan o tal vez que tengan dinero para regalarles un par de zapatos para mitigar el frío en sus pies.
Comida
A estos niños no les gustan los frijoles y su comida favorita es:
La sopa de palitos.
La sopa de letras.
Sopas instantáneas.
Tacos.
Tortas.
Nota: casi no comen carne ni leche y su alimentación diaria son las frituras y los chicles.
FUENTE: Investigación de El Siglo de Durango.