cobijados bajo la sombra de la noche, Teresa “La Gorda” López y su grupo perteneciente a la Libre Democracia recorren en fila india una vereda que los conduce a Los Arenales del Jabalí a dos kilómetros del basurero municipal antiguo, al sur de Nuevo Laredo, Tamaulipas.
Atrás de la caravana que la componen más de cuarenta personas, un viejo camioncito se afana por seguirlos, dando tumbos en los hoyancos y achaparrados arbustos que en el nuevo camino se le atraviesan, en el destartalado “Doch” van los trozos de madera, tarimas, palos de pinabete, lonas deshilachadas, pedazos y rollos de cartón encerado y láminas de cartón negro.
Por la mañana, al despuntar el sol en los montes circundantes, en un discordante palo de pinabete, el más alto, ondea el símbolo patrio, la Bandera de México en tamaño chico, pero al fin una muestra de que la gente que ahora es dueña de ese predio es mexicana, nacionalista, federalista y una señal inequívoca de que para quitarles los terrenos, primero tendrán que pasar por encima de la bandera.
Colonia Viento Libre, será el nuevo nombre de este predio invadido por precaristas procedentes de toda la República que llegaron a esta frontera con el fin de pasar al otro lado y se quedaron por mientras, en ella hay no sólo mexicanos sino salvadoreños, hondureños y un matrimonio guatemalteco.
Es la cuarta colonia en terrenos con o sin dueños que forma “Tere la Gorda” y en unos días pedirá una cuota módica para comprar cable y traer luz desde el poste más cercano al lote invadido, lo mismo hará con el agua que será bombeada por una manguera de polietileno, llegará poca, para comenzar estará bien y en unos meses, en época de elecciones “La Gorda” se acercará al precandidato oficial y en caso de que éste pierda, sin remordimiento alguno se alineará con el ganador de la contienda acompañada de su contingente, más los otros grupos que domina en la periferia, donde la faja de miseria sentó sus reales.
No bastaron los programas de Luis Echeverría en los años setenta, ni el populismo de López Portillo y Miguel de la Madrid para detener la debacle que se veía venir en el campo, abandono que sigue vigente ni con las aspirinas (programas) recetadas y el mismo Tratado de Libre Comercio impuesto por el orgullo de los priistas: Carlos Salinas de Gortari, para que el agro levantara.
El éxodo a la ciudad fue y es apocalíptico, no se implementaron programas para detener la migración al área urbana, sólo limosnas para mantener los votos cautivos de agrupaciones con gamberros y tahúres que los llaman líderes y en las ciudades las autoridades omitieron el desarrollo y las consecuencias son ahora funestas.
Los servicios de los abandonados y marginados son peor que en sus ejidos, el mil usos y saber de todo y de nada, de pronto esta noble gente abarrotó las ciudades, su entorno fue distinto, tomaron cruceros, vendedores de productos “piratas” y su fuerza laboral fue absorbida por patrones leoninos.
El sol de sus ejidos que les marcaba el tiempo les fue arrebatado y un frío timbre en las maquilas los conduce maquinalmente como robots. Las colonias en las periferias crecieron y ciudades perdidas se establecieron en las fronteras de Ciudad Juárez, Nuevo Laredo, Piedras Negras, Ciudad Acuña, Tijuana, Mexicali, Matamoros, Reynosa y qué decir de los centros turísticos como Cancún, Acapulco, Mazatlán, etcétera, quienes llegaron son mexicanos, paisanos y en las fronteras algunos extranjeros que las circunstancias y la miseria, aunado a la miserable forma de gobernar de muchos políticos no pudieron o no supieron cómo detenerlos en sus ejidos o lugar de origen.
Las cifras son aterradoras con respecto a los parias del sistema, en un país como el nuestro donde cualquier presidente municipal de los más de dos mil 400 municipios rascuaches gana un promedio de veinte mil pesillos al mes y más allá de que algunas asentamientos humanos ni siquiera aparezcan con código postal o la colonia tenga nombre, menos contarán con escuelas, hospitales, drenaje, agua potable u otros servicios; lo cual es sin duda un caldo de cultivo para el vicio y la inseguridad que crece como la grama y hasta parece ser alentada por la inoperancia de nuestras autoridades de los tres niveles.
La cifra de ciudades, poblados o colonias perdidas en las fajas de miseria de las pequeñas o grandes urbes, ni el mismo Gobierno y sus departamentos como el INEGI las conocen y si saben de ellas, se hacen los occisos. Y parodiando a Galileo -sin embargo ahí están y crecen- ahora si las cifras que le venden a Fox dicen que son cinco millones menos de pobres en el país, esto sólo le quita una rayita a la cebra con los otros 20 millones de pobres, de los cuales ocho millones son miserables.
La tarea es difícil, pero no imposible y para eso sólo se necesita un poco de sentido común y menos, mucho menos de soberbia y corrupción por parte de la clase gobernante, que no se cansa de robar y de contar mentiras.
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